Niñas afganas a la venta para poder comer
El matrimonio forzado infantil es una práctica centenaria en Afganistán, que se multiplica en situaciones de crisis económica como la que sufre el país desde la llegada de los talibanes
Enviado especial a Kabul
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónSharifa mira a su madre con gesto serio. Tiene diez años, nunca ha pisado la escuela. El chal rojo hace que sobresalgan su tez morena y sus ojos redondos. Ojos bonitos de mirada triste, vacía. «¿Mamá, por qué me has hecho esto?», es ... la única frase que sale de su boca. Su madre, Rukia, llora desconsolada con un bebé en brazos. Sharifa es la mayor de seis hermanos y acaba de ser vendida a un pariente por 150.000 afganis, unos 1.500 euros al cambio. El dinero ya se lo han gastado porque lo necesitaban para pagar el tratamiento médico del padre, conductor de camiones que sufrió un accidente y se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Pakistán. Ahora el comprador reclama a la pequeña, a quien quiere casarla con su hijo de 15 años. «Lamento que no me quede dinero para veneno y así poder suicidarme, no puedo vivir con esta pena y con mis hijos muertos de hambre, no puedo más», se desespera Rukia.
Allí donde termina Kabul y comienza la montaña hay un mar de casas de adobe levantado en los últimos nueve años por 800 familias desplazadas de Kandahar. Llegaron a la capital huyendo de los combates entre las fuerzas internacionales y los talibanes y con el paso de los años este campo temporal se ha convertido en su casa. No tienen agua potable, ni electricidad, el hedor es insoportable en las arterias principales en las que confluyen los desagües de cada chabola y un ejército de niños semidesnudos juega entre las piedras. Son los pobres entre los pobres quienes tras la llegada del Emirato han pasado a ser miserables porque han perdido las pocas ayudas que llegaban a este lugar. Están abandonados.
La familia de Sharifa comparte patio con otras tres familias. Aquí se enciende fuego una vez cada tres días para cocer arroz. El resto de la dieta se compone de pan seco, que es normalmente lo que se da a los animales en Afganistán porque se puede comprar un kilo por apenas 30 afganis (0'30 euros al cambio). «Antes teníamos trabajos temporales y había organismos internacionales que nos ayudaban. Unicef hizo los pozos, otros traían algo de comida y ropa… pero todo esto ha terminado en el último año. Los talibanes no solo no ayudan, sino que piden a las organizaciones afganas que tampoco lo hagan con el objetivo de que regresemos a Kandahar, no nos quieren en Kabul», lamenta Malek Aladat, el director de este campo en el que «se ha disparado la venta de niñas para matrimonios debido a la miseria extrema».
Crisis económica
El matrimonio forzado infantil es una práctica centenaria en Afganistán, que se multiplica en situaciones de crisis económica como la que sufre ahora el país. Cuanto más desesperada es la situación de las familias, aumentan los casos y estos son cada vez más extremos como denuncia Unicef, que en este último año ha llegado a documentar la entrega en matrimonio de una bebé de tan solo 20 días. De acuerdo con los datos de la agencia de la ONU, una cuarta parte de las mujeres de entre 15 y 49 años se han casado antes de los 18 años. Según la Constitución del país, aprobada por el régimen anterior, la edad legal para el matrimonio es 16 años para las chicas y 18 años para los chicos, pero el peso de la tradición de los matrimonios infantiles, sobre todo en zonas rurales, puede con la ley.
150.000 afganis
«Estamos todos enfermos en casa y hemos decidido venderla antes de que su estado se agrave y muera. Mejor sacar algo de dinero ahora que no poder obtener un solo afgani si muere»
Mohamed Azin
Padre de Fariza, niña de 3 años vendida
Fariza no puede ni siquiera preguntar a su padre por qué le ha esto. La niña tiene tres años. Vive a muy pocos metros de Sharifa y también acaba de ser vendida por 150.000 afganis. «Estamos todos enfermos en casa y hemos decidido venderla antes de que su estado se agrave y muera. Mejor sacar algo de dinero ahora que no poder obtener un solo afgani si muere», explica con frialdad su padre, Mohamed Azin. Tiene otras dos niñas y no descarta hacer lo mismo. En este caso la venta de la niña es una especie de garantía para cubrir un préstamo y si Mohamed logra devolver la cantidad en un plazo de diez años, no tendrá que entregar a Fariza. La madre no quiere ni oír hablar del tema y grita a su marido que prefiere morir que dar a la niña. La pequeña tiene unos ojos azules que iluminan el interior de la casita de adobe. Juega con sus hermanas ajena a la situación de la que es protagonista.
La muerte de Zaki, un símbolo del temor y el odio de los afganos a los talibanes
Mikel AyestaranSe cumple un año del triunfo talibán, un año del inicio de la caótica evacuación del aeropuerto de Kabul en el que decenas de miles de personas se jugaron la vida para escapar. Este futbolista murió al tratar de escapar un avión de carga de Estados Unidos en plena marcha
Sharifa y Fariza ponen nombre y rostro a una tendencia que se agrava desde la llegada del 'emirato'. Una costumbre que está más allá de la religión y que marca para siempre la vida de unas niñas cuya venta sirve para aliviar de forma temporal los problemas económicos de las familias. El dinero se gasta rápido en este contexto, pero la pena de perder a una hija no se borra nunca como muestra el llanto inconsolable de Rukia mientras agarra la mano de Sharifa y el grito sordo de la madre de Fariza.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete