Narva, en la frontera europea de la nueva Guerra Fría
En esta ciudad estonia fronteriza con Rusia el 85% de su población se declara «ruso étnica», lo que provoca situaciones de acciones de propaganda destinadas a intentar desestabilizar esta región de la UE y la OTAN
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Esta es una historia de dos ciudades separadas por un río. A un lado Narva, al otro Ivángorod... Estonia y Rusia... la Unión Europea y Putin.
Es una historia de nueva Guerra Fría en la que los dos vecinos, belicosos desde las batallas ... entre escandinavos y rusos con sus dos castillos enfrentados, viven ahora una 'guerra híbrida' en base a un factor que ha marcado la historia reciente de esta región: la repoblación de la ciudad de Narva con población de origen ruso durante la URSS.
En esta ciudad el 85% de su población se declara «ruso étnica», como se expone en el último censo del Gobierno estonio. En los tiempos que corren, con la invasión rusa de Ucrania (exrepública soviética como Estonia), la gestión de esta realidad es siempre delicada.
El trasiego en la frontera es constante y la seguridad máxima. No en vano, los planes defensivos del ejército estonio contemplan que por esta ciudad, cruzando el puente sobre el río Narva, pudiera venir el grueso del ejército ruso en caso de una hipotética invasión rusa como la vista en tierras ucranianas.
Refugiados ucranianos
La visita al puesto fronterizo, separado por un puente de 300 metros de la caseta rusa, es guiada por el agente de policía Rainis Kokka quien nos da cuenta de la afluencia ese día de refugiados ucranianos procedentes de la ciudad de Jersón: «Han dado la vuelta desde la zona ocupada por Rusia en Ucrania, hasta Rusia y luego hacia el norte, en San Petersburgo, ciudad que está a poco más de 150 kilómetros de Narva», cuenta.
En cuanto a los ucranianos que ingresan a través de Narva desde Rusia, estamos hablando de 100 personas por día. Es importante tener en cuenta que aproximadamente la mitad de ellos están en tránsito y no planean quedarse en Estonia. Su destino final es allí donde se encuentran otros familiares, en zonas como Polonia, Alemania o más allá. «Aunque las cifras han aumentado ligeramente recientemente, es mucho menor en comparación con la gran afluencia de refugiados durante las primeras etapas de la guerra», se nos indica durante un 'tour' por la zona fronteriza auspiciado por el Ministerio de Defensa de Estonia.
Uno de los controles del paso fronterizo de Narva
La normalidad es absoluta en la frontera, ciudadanos con pasaporte estonio cruzan hacia el lado ruso; allí esgrimirán el otro pasaporte que poseen, el ruso. Estonia no permite tener de modo oficial ambas nacionalidades, pero es un hecho que muchos ciudadanos, con familiares en la otra zona, manejan también el pasaporte ruso.
En el fondo, es un fenómeno que se da en todas las ciudades fronterizas. Eso sí, los controles son exhaustivos para evitar el contrabando, la entrada de estupefacientes, armas o cualquier tipo de material susceptible.
Solo permisos de residencia
«Actualmente, la situación en la frontera de Narva es bastante estable. Hay menos personas cruzando la frontera en comparación con el periodo anterior de la guerra en Ucrania y la pandemia del Covid-19, pero eso no significa que haya menos trabajo por hacer. Somos muy minuciosos con nuestras medidas de control fronterizo para garantizar la seguridad en el área», refuerza la idea el teniente coronel Tarvo Kruup, jefe de la Prefectura Oriental de la Junta de Policía y Guardia Fronteriza de Estonia. En la práctica es el 'hombre policial de Estonia' para controlar la frontera con Rusia.
«Solo permitimos la entrada a ciudadanos rusos que tengan permisos de residencia válidos en Estonia u otros países de la Unión Europea, no permitimos la entrada a personas con visas de turista», recalca.
Estonia y Rusia comparten 294 kilómetros de frontera. Además de tres pasos fronterizos -terrestre, fluvial y el lago Peipus- que son objeto de vigilancia por parte de Estonia que se mantiene alerta para abordar cualquier posible riesgo de seguridad. «Estamos trabajando activamente para mejorar nuestra infraestructura fronteriza y avanzar con la construcción de un muro fronterizo», informa el jefe policial en esta provincia oriental.
«Entendemos que eventos o decisiones importantes en Rusia podrían afectar nuestra situación fronteriza. Ya sea que se trate de una nueva ola de movilización o de incidentes como la marcha del Grupo Wagner hacia Moscú en junio. Debemos mantener nuestra preparación y reaccionar rápidamente si es necesario».
Aparte del fenómeno fronterizo, Narva e Ivángorod viven una 'guerra híbrida' de intensidad variable según la fecha del año. Uno de sus cúlmenes fue el pasado 9 de mayo, Día de la Victoria en Rusia para conmemorar el triunfo sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Este año, la guerra psicológica y de propaganda por parte rusa fue en aumento.
Consciente de que en el otro lado del río, en Narva, existe ese mayoritario número de ciudadanos de etnia rusa, y por tanto rusófilos, las autoridades rusas organizaron un gran concierto con grupos tradicionales para celebrar la efeméride. En esta ocasión el escenario estaba montado para la audiencia al otro lado del río, también se instalaron grandes pantallas con la bandera de Rusia para que los asistentes en el lado estonio pudieran seguir las actuaciones que loaban el pasado soviético de la zona.
El Gobierno de Estonia, al igual que los otros Estados bálticos de Letonia y Lituania, ven la victoria soviética en 1945 como una renovación de la brutal ocupación de sus tierras, que fueron anexadas a la Unión Soviética en 1940. Ahora miembros de la OTAN y la Unión Europea, ellos se encuentran entre los más acérrimos partidarios de Ucrania y los críticos de Rusia.
Concierto desde Ivángorod por el 9 de Mayo, provisto de pantallas para que puedan verlo los estonios de origen ruso
Las reuniones públicas organizadas fueron prohibidas en Estonia durante el 9 de Mayo, y la exhibición pública de símbolos patrióticos rusos, como la cinta naranja y negra de San Jorge, fue prohibida con la amenaza de una multa de hasta 1.200 euros (1.316 dólares).
Como respuesta a la acción propagandística rusa con el concierto del 9 de Mayo desde Ivángorod, un gran cartel se desplegó en el castillo de Narva con la imagen de Vladímir Putin salpicado con sangre y el mensaje en inglés «Putin criminal de guerra». Esto motivó la queja del puesto fronterizo ruso y la reunión de dos parejas de agentes en el puente. «Nos dijeron que quitásemos el cartel. A lo que respondimos que no podíamos hacer eso pues existía la libertad de expresión». Y ahí quedó esta vez la contienda. Dos pueblos acostumbrados a mirarse de reojo, dos ciudades en el corazón de la nueva Guerra Fría.