Seis meses de guerra
Los mujtares (líderes locales) de Gaza se rebelan: cuando repartir ayuda puede suponer la muerte
Los notables del norte de la Franja se niegan a cooperar en el reparto de la ayuda después de la pérdida de setenta hombres por ataques de Israel y apuestan por la coordinación con la policía local como solución
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Corresponsal en Estambul
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Iniciar sesión«Nuestro único interés era que la ayuda llegara y se pudiera repartir con justicia. Sabíamos que podía haber problemas, pero no tantos. Queríamos ayudar y ahora echo la vista atrás y el resultado fue peor que mi peor pesadilla. Esperemos que encuentren otro ... sistema porque no hay comida y lo poco que llega sirve para que unos se beneficien en la reventa», explica dolido Abed Oba, mujtar de 63 años de Beit Hanoun.
«No tenemos nada que ver con la política, sólo queríamos ayudar y lo teníamos que hacer de cara y coordinando con las autoridades de Gaza, nunca a sus espaldas», aclara Abed Oba desde esta parte del norte de Gaza arrasada por Israel a comienzos de una guerra que cumple seis meses.
Los mujtares son una especie de alcaldes locales, líderes de clanes y vecindarios que gozan del respeto de la sociedad y se encargan de velar por el tejido social para que la gente no tome la justicia por su mano. En el norte de Gaza quedan unos veinte y, empujados por la grave situación humanitaria, hace unas semanas realizaron una asamblea y votaron a favor de participar en la protección de los camiones de ayuda que intentaron llegar a esta parte de Gaza. Los mujtares acusan a Israel de atacar a la gente que enviaron a proteger los camiones y de matar al menos a setenta personas durante esos días.
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Mikel Ayestaran | corresponsal en estambulVeinticuatro horas después de que Israel asesinara a siete trabajadores de World Central Kitchen (WCK) en Gaza, Joe Biden llamó a Benjamin Netanyahu y le exigió medidas concretas para permitir la entrada de más ayuda a la Franja. Israel anunció entonces su intención de abrir temporalmente el puerto de Ashdod y el cruce de Erez, que sufrió daños importantes en el ataque de Hamás del 7 de octubre, para la entrada de ayuda humanitaria al norte, una zona donde cientos de miles de personas están al borde de la hambruna y sobrevive con solo 245 calorías al día, una cantidad equivalente a 100 gramos de pan y que es inferior al 12% de la ingesta calórica diaria promedio, según los datos recogidos por Oxfam Intermón.
La entrada de ayuda es la primera parte de un proceso que necesita luego que esos camiones lleguen con seguridad a los almacenes para poder organizar la distribución entre quienes más lo necesitan. Israel no quiere que la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa) tome parte en el proceso porque acusa a varios de sus trabajadores de haber participado en los ataques del 7 de octubre. Los israelíes tampoco quieren que se implique la Policía palestina, a la que ven como el brazo de Hamás en el Ministerio de Interior gazatí, y han matado a varios oficiales que se han implicado en las labores relacionadas a la seguridad de las ayudas.
El mujtar Mohamed Obid del campo de refugiados de Yabalia, de 71 años, dice que «ya sabía que Israel nos atacaría de todas formas, pero se adoptó la decisión por mayoría y la acaté. Buscan que reine el caos. Tuve a mi gente esperando durante toda la noche la entrada de camiones para poder escoltarlos. Al menos esa vez no nos bombardearon».
Israel con la ANP
Netanyahu insiste en que no quiere ni a Hamás ni a Fatah, las dos grandes y enfrentadas facciones palestinas, en la Franja, pero ante una situación extrema no ha dudado en contactar con Ramala con quien mantiene una coordinación de seguridad. Nadie como Israel conoce mejor la honda fractura política palestina entre Fatah, al frente de la ANP en Ramala, y Hamás, en Gaza.
Los israelíes intentaron coordinar la protección de camiones con Majed Faraj, jefe de la Inteligencia palestina en Cisjordania, y algunos hombres enviados por Ramala entraron en la Franja, según informaron los medios locales y confirman los mujtares entrevistados. Cadenas de Israel como I24 informaron incluso de que el ministro de Defensa, Yoav Gallant, propuso el nombre de Faraj, muy cercano a Mahmoud Abbas, como la persona indicada para dirigir Gaza en la fase de posguerra. El plan consistía en llevar la ayuda hasta el hospital Al Quds de Ciudad de Gaza y establecer allí una especie de almacén protegido por gente leal a Faraj y con cobertura aérea de seguridad de Israel.
«Nos oponemos a este plan de traer ayuda bajo la protección de un cuerpo que coopera con el enemigo, no puede salir nada bueno de eso y huele mal desde el primer día. ¿Quién armará a esa gente? Ya lo sabemos. Esto abriría las puertas a un nuevo conflicto interno y dejaría más muertos», considera Anwar Faraj, mujtar de Beit Lahia, de 67 años.
La idea de cooperar con los israelíes no convence ni a los mujtares de Gaza alineados con la ANP, como Faris Shihda, del distrito de Al Rimal de Ciudad de Gaza. Shihda, de 57 años, considera que «la ANP es la responsable de la Franja y su interés siempre ha sido ayudar a Gaza, pero en caso de que el regreso de la autoridad de Ramala precise de la protección y armas de Israel no lo acepto y nadie lo aceptará después de lo que estamos viviendo».
Desde el anuncio de la intención de reabrir Erez se han visto varios camiones en el norte de la Franja, pero se trataba de envíos de medicamentos para el hospital Kamal Al Adwan llegados a través de la rotonda de Al Kuwait. El tiempo corre, el hambre aumenta y la comida no llega a donde más se necesita.
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