La Monarquía británica amarra todos los cabos ante un eventual empeoramiento de la salud de Carlos III
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Las muchas dudas de la Monarquía británica tras el cáncer de Carlos III: todos los escenarios posibles
Londres
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Iniciar sesión«Su Majestad continúa en el mismo estado en el que ha estado en los últimos dos o tres días». Así reza un boletín oficial de la salud de Jorge III que los médicos del Rey inglés publicaron casi a diario a principios del ... siglo XIX. Esta nota en cuestión, que se conserva en la biblioteca de la Universidad de Newcastle, se firmó en el castillo de Windsor el 18 de enero de 1811. El monarca había sufrido un nuevo y final brote de trastornos, que le forzó a retirarse de las actividades públicas y al nombramiento de su hijo como regente.
Pasó a la historia con el epíteto del rey loco. Parte de su biografía se cuenta en la película 'La locura del Rey Jorge', con Nigel Hawthorne de protagonista y Helen Mirren interpretando a la Reina Carlota. Estudios posteriores sugieren que no sufría deficiencias mentales, sino un raro mal sanguíneo, porfiria, frecuentemente hereditario y causado por alteraciones del metabolismo. Los médicos de Palacio fallaron en sus diagnósticos y, ante el temor a la demencia, el Parlamento pidió informes constantes de la evolución de los aparentes brotes de locura.
«Se emitieron boletines sobre su salud destinados tanto al consumo público como a la Reina y consejo real. En esta fase de la enfermedad, se emitían a diario y carecían deliberadamente de cualquier detalle real o válido de la salud del monarca. Estaban pensados para aplacar la alarma, proteger la dignidad del Rey y los sentimientos de la Reina y la Familia Real», explica la nota bibliotecaria de la copia digital del manuscrito.
Dos siglos después se pueden trazar ciertos paralelismos en la reacción de la Corona, el Parlamento, los medios y la población a la crisis de salud en la Familia Real. Carlos III anunció el 5 de febrero que tiene cáncer y comenzó el tratamiento días después sin desvelar más detalles. En la incógnita ha quedado el tipo de tumor que padece, la gravedad o como se lo está tratando.
Mientras, la Princesa de Gales no ha dado detalles de la intervención quirúrgica en la zona del abdomen que le mantuvo hospitalizada durante dos semanas en enero. El comunicado original, que no ha variado, advierte del deseo de Catalina de preservar la «privacidad de su información personal médica» y adelanta que estará fuera de juego hasta después de Semana Santa. Guillermo simplemente ha comentado en una ocasión que «dos maravillosas y amables enfermeras» atienden a su esposa en el domicilio familiar de Adelaide Cottage, en Windsor.
Suegro y nuera ingresaron en la misma clínica privada de Londres, donde Carlos se operó de próstata benigna, y ambos recibieron el alta el 29 de enero. Coincidieron en el centro clínico pero las estrategias de comunicación y relación con los medios de sus respectivas oficinas partieron en dirección opuesta. El Rey salió a pie de la London Clinic, con Camilla a su lado, y saludó a niños y adultos mientras avanzaba con paso incierto hasta el vehículo que les aguardaba en la calle. La Princesa evitó a curiosos y fotógrafos antes y después de la operación.
«La actual fascinación de los medios con la salud de la Familia Real refleja una muy antigua tensión entre lo que la población tiene derecho a conocer del cuerpo real y el derecho de la persona a la privacidad», señalan las académicas Lisa Smith y Rachel Rich en la plataforma 'The Conversation''. Las profesoras recuerdan que los «mensajes» de ambos están «totalmente controlados» y mientras el Rey ha elegido publicitar sus problemas de salud para sentar ejemplo e incentivar las revisiones sanitarias, el diagnóstico de la Princesa «se protege firmemente». «Como pasó con la enfermedad de Jorge III, la narrativa monárquica está diseñada para ofrecer privacidad, particularmente a la Princesa Catalina», sostienen las autores.
Los tribunales británicos tienden a apoyar el derecho a la privacidad, incluso de personalidades públicas, sobre la libertad de prensa, según observa Gemma Horton, investigadora de la Universidad de Sheffield. Defiende en sus estudios la «noción de la elección» de lo que se difunde y lo que se silencia. «El Rey ha decidido no divulgar información sobre su diagnóstico de cáncer más allá de que está recibiendo tratamiento. Está en su derecho», sostiene, antes de remarcar que «mientras no haya genuino interés público en publicar más información, la privacidad debe prevalecer».
El Rey sigue cumpliendo las principales funciones de Estado, ya sea ratificación de leyes, audiencias semanales con el primer ministro o confirmación de cargos ministeriales. Su vacío en las citas públicas lo suple su esposa Camila, el heredero Guillermo, la Princesa Ana y los duques de Edimburgo, Eduardo y Sofía. El equipo de suplentes regios se ha reducido a diez de los quince que estaban activos antes de la muerte de Isabel II. Y tres de ellos son mayores de 77 años.
Carlos se propuso «adelgazar» la monarquía durante su reinado y el objetivo se ha alcanzado de forma natural. «No me parece una buena idea desde mi perspectiva», comentó su hermana Ana, la más aplicada de los 'royal', con 457 eventos oficiales protagonizados en 2023. Las bajas más notorias son el Príncipe Enrique, que se distanció de la monarquía y reside en California, y el duque de York, Andrés, que la familia repudió debido alegaciones de abuso sexual de una menor de edad a la que compensó con unos estimados 10 millones de euros.
Ambas 'ovejas negras' de los Windsor mantienen el rango de consejeros de Estado, aunque es impensable que lo ejerzan. La Casa Real actuó con celeridad tras la coronación de Carlos y designó a dos miembros más de la familia, de Ana y Eduardo, entre el grupo autorizados a suplantar al monarca. Serán ellos, además de Guillermo y Camila, quienes entren en acción si es preciso sustituir temporalmente al monarca en asuntos exclusivos de la Corona.
En más de un centenar de ocasiones, consejeros de Estado reemplazaron a Isabel II cuando la Reina se ausentaba del país o enfermaba. Carlos no se ha visto aún impedido, pero, de agravarse su salud, el calendario político complicaría la situación.
Las elecciones generales están previstas para el otoño y, en todo caso, han de celebrarse a principios de 2025. La disolución del Parlamento de Westminster y el nombramiento del jefe de gobierno son prerrogativas particulares del Rey. «Los consejeros de Estado pueden disolver el Parlamento, pero únicamente con la autorización expresa del monarca», explica a este diario Craig Prescott, catedrático de Derecho en Royal Holloway, de la Universidad de Londres.
El experto en la constitución británica afirma que la posición respecto al primer ministro es más dudosa, aunque sospecha que Palacio «se esforzará al máximo para que el monarca lo designe en persona». Así sucedió con Lizz Truss, cuya efímera jefatura de Gobierno fue ratificada por la Reina Isabel dos días antes de morir en el castillo de Balmoral, en septiembre de 2022.
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Prescott intuye que dos consejeros avalarían, en representación del Rey y con su expreso consentimiento, el nombramiento del primer ministro y la formación del próximo gobierno, si Carlos se siente indispuesto para acometer esta fundamental función del sistema británico. «Son roles constitucionales y legales que reflejan cómo el monarca, en calidad de jefe de Estado, ocupa una parte central en los arreglos constitucionales del Reino Unido. Para la maquinaria de gobierno es fundamental que la autoridad real esté siempre disponible para conceder el aprobado final, formal y legal de un amplio rango de decisiones tomadas por el gobierno y el Parlamento», escribe el catedrático.
Carlos III cumplió 75 años el pasado noviembre y la enfermedad ha trastocado su naciente reinado. A diferencia del silencio y velo de invisibilidad en torno a la Princesa Catalina, el Rey ha optado por dejarse ver y oír durante el tratamiento de cáncer. Asiste a misa en Sandringham, la finca del este de Inglaterra donde se ha instalado desde el mes pasado, difundió fotografías en que aparece rodeado de postales y cartas que le escriben ciudadanos. «Me gustaría expresar mis más sentidas gracias por los numerosos mensajes de apoyo y buenos deseos que he recibido estos días», dijo en un comunicado.
La estrategia del Palacio de Buckingham parece haber contenido la inquietud sobre el futuro del Rey y la Monarquía ante la crisis sanitaria. En cambio, el equipo de Kensington vive una pesadilla en la que los rumores, bromas y alarmantes teorías conspirativas están rellenando el hermético silencio oficial. Un amplio sector de los tabloides pide transparencia a los Príncipes de Gales y advierte de que la ausencia de información preocupa a parte de la ciudadanía.
El desliz con la foto familiar del Día de la Madre ha agudizado el problema. El ciberespacio se ha revuelto en un mar de conjeturas desde que las agencias de información vetaron y retiraron de sus servidores la imagen de Catalina rodeada de sus tres hijos. El retrato lo sacó Guillermo en Adelaide Cottage y fue retocado en Photoshop por Catalina, según admitió la propia convaleciente al disculparse de la «confusión» causada.
El matrimonio acostumbra a publicar imágenes familiares en ocasiones especiales, pero la situación esta vez era de mayor envergadura que la rutinaria celebración del día de la Madre, que en Reino Unido cayó en domingo 10 de marzo. A la Princesa no se le veía en público desde que acompañó al resto de la familia a la misa de Navidad, en Sandringham. El retrato debía ser la prueba de su estado de salud, la confirmación de que ha descansado en los dos meses de baja médica, pero la manipulación de la fotografía hizo añicos el mensaje. Aún así, los Gales no se rinden en su defensa de la privacidad en asuntos tan personales de la futura Reina.
Guillermo podría ser elevado a Príncipe regente si su padre empeora y es declarado incapacitado para los asuntos de Estado. Cinco personas están autorizadas para certificar la discapacidad del monarca, incluidos su esposa y su hijo mayor, altos cargos judiciales y el presidente de la Cámara de los Comunes. Enrique podría ser llamado a desempeñar temporalmente la regencia si el Príncipe de Gales es, a su vez, declarado incapacitado y su heredero Jorge sigue siendo menor de edad. FIN.FIN.
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