Mil días sin poder estudiar en Afganistán
En septiembre de 2021, el Gobierno talibán prohibió a las chicas ir a clase. Se cumplen mil días desde aquellas ley que condena a la mitad de la población en el país al ostracismo
Al menos 79 niñas envenenadas en una escuela de Afganistán
Las afganas solo estudian el Corán: «Es la única manera de ver a mis amigas»
Kerishma Rasheedi, de 16 años, y su amiga Bereshna Hesar estudian en su casa de Kabul, en agosto de 2022
Van con miedo, pero decididas. El lugar que han elegido para reunirse un grupo de jóvenes afganas no está muy lejos de la casa de Mahjuba (nombre ficticio de una joven afgana). Si alguien les pregunta, se juntan para tomar un té y rezar. ... Pero debajo del burka negro que tapa todo su cuerpo, incluido su rostro, estas jóvenes llevan consigo un cuaderno y un libro. Un día es de inglés; otro, de matemáticas. Las jóvenes afganas se reúnen en casas donde siguen con su educación de manera secreta. «Es la única forma que tenemos para seguir estudiando», cuenta Mahjuba.
Esta semana se han cumplido los primeros 1.000 días desde que los talibanes, tras volver al poder en agosto de 2021, anunciaran que las escuelas secundarias se reabrían para el nuevo curso, pero sólo para los niños. No hay sitio para las niñas y adolescentes en las aulas de Afganistán. El portavoz del Ministerio de Educación lanzó un comunicado en el que también obligaba a todas las universidades públicas del país a prohibir el paso de las mujeres. En Afganistán sólo las niñas hasta lo 12 años pueden recibir algo de educación, y en su mayoría coránica.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) denunció esta prohibición como un «hito triste y aleccionador» y señaló que «1.000 días sin asistir a la escuela equivalen a 3.000 millones de horas de aprendizaje perdidas».
Sin vida social
Desde ese septiembre, en lugar de asistir a las escuelas, las niñas y adolescentes se han quedado atrapadas en casa. «Antes de la llegada de los talibanes (agosto de 2021) estudiaba en la Universidad Politécnica de Kabul y al mismo tiempo me estaba sacando el grado de derecho», recuerda con pena una joven afgana que vive en Kabul. No quiere que su nombre salga en este reportaje. «Tengo miedo de que vengan a por mí». No sería la primera vez. Desde el retorno del fundamentalismo talibán, esta joven, junto con sus compañeras, ha protagonizado manifestaciones y protestas por las políticas «terroristas contra las mujeres» de los talibanes. «Entraron en mi casa, me llevaron a un cuarto, me pegaron y me amenazaron con la muerte», recuerda. Ellas mismas se describen como prisioneras en sus propios hogares. «Afganistán se ha convertido en una cárcel. Las calles están vacías de mujeres y poco a poco se ha convertido en un país de muerte para nosotras», señala Mahboba una activista afgana. En los últimos meses, Mahboba ha bajado su perfil en las redes y en sus manifestaciones. «Tenemos que seguir luchando, pero las consecuencias son cada vez más duras». A las mujeres tampoco se les permite mostrar sus rostros en televisión ni visitar lugares públicos como parques, salones de belleza o gimnasios, y se les prohibe realizar viajes por carretera a menos que estén acompañadas por un pariente masculino.
Antes de que los talibanes tomaran la capital, alrededor de la mitad de los 20.000 estudiantes de la Universidad de Kabul, la más antigua del país, eran mujeres
«Hemos perdido la pasión»
Entonces, ¿qué hacen durante todo el día? ¿Qué perspectivas de futuro tienen? «Solo esperamos a que el tiempo pase. Hemos perdido la pasión y el interés y pasamos los días sin ningún objetivo», cometan las jóvenes.
Antes de que los talibanes tomaran la capital, alrededor de la mitad de los 20.000 estudiantes de la Universidad de Kabul, la más antigua del país, eran mujeres. Quizás, el símbolo más fuerte de cambio de la sociedad afgana fue la educación de las mujeres. Durante los veinte años de presencia norteamericana en el país, EE.UU., gastó cerca de mil millones de dólares en educación para mujeres y niñas, con bastante éxito. Se vio en la carrera judicial, donde hasta 270 mujeres llegaron a ejercer como jueces. También en el Gobierno afgano. Varias mujeres ocuparon cargos de responsabilidad y hasta ministerios. Ante tal situación, Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, advirtió en un comunicado que «para 1,5 millones de niñas, esta exclusión sistemática no sólo es una violación flagrante de su derecho a la educación, sino que también resulta en una disminución de oportunidades y un deterioro de la salud mental».
Los talibanes por su parte rechazan las críticas a su gobierno y sus políticas, diciendo que están alineadas con la cultura local y el Islam.
Mientras, la mitad de la población del país vive en un completo ostracismo, con miedo y sin ninguna perspectiva de futuro.