México, paraíso mundial del espionaje ruso
Servicios secretos y agentes militares en la frontera con EE.UU., crisis diplomáticas y el juego a dos bandas de López Obrador respecto a la invasión de Ucrania han dado en los últimos meses una vuelta de tuerca a la relación del país azteca con el Kremlin
Borja Rama
Corresponsal en México
México se ha convertido en el paraíso mundial del espionaje ruso. Como una suerte del Berlín de la Guerra Fría, la capital azteca es el cuartel general de una red de espionaje dispuesta singularmente a lo largo de la frontera del país con Estados ... Unidos. Los especialistas señalan al país centroamericano como clave para los intereses del Kremlin a ese lado del mundo, sobre todo en lo que puede servir de base de operaciones para obtener información de Estados Unidos .
Un episodio como la reciente ocurrencia de varias formaciones políticas, entre ellas la que sustenta al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de conformar, en plena invasión rusa de Ucrania, el denominado Grupo de Amigos México-Rusia, da la pauta sobre hasta qué punto las relaciones del Gobierno de AMLO, pese a que su gabinete ha condenado la agresión del Kremlin a Ucrania en Naciones Unidas, se caracterizan por una ambigüedad que algunos incluso trasladan al terreno de la connivencia. Si bien a última hora el cónclave fue suspendido por sus organizadores, hasta que «se solucione eso que desafortunadamente está sucediendo en Ucrania», se trata de una muestra más de que México juega al despiste en lo concerniente a sus relaciones con Moscú.
De hecho, Viktor Koronelli, embajador de Rusia en México, no tiene reparo en señalar a las fuerzas de izquierdas del país, y a la propia Cancillería, como socio preferente de Rusia, sobre todo «por su visión progresista». En este sentido, ha llegado a agradecer que el Ejecutivo mexicano no se haya sumado a las sanciones impuestas por la comunidad internacional al Gobierno de Moscú desde que comenzó la invasión de Ucrania. López Obrador se ha limitado a «no criticar» a Putin escudándose en que «no es la política de México insultar a nadie, a ningún pueblo y a ningún gobierno extranjero». Y para emboscar ante la opinión pública mexicana su falta de censura respecto a lo que está haciendo el Kremlin en Ucrania, viene optando por arremeter, una vez más, contra España: «Pensaban que México era tierra de conquista».
La postura del mandatario mexicano con España, basada en la táctica de dar una cal y una de arena, guarda una curiosa similitud con la posición que mantiene con Rusia: a conveniencia.
Pero en Estados Unidos inquieta este idilio ruso-mexicano. El jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Glen VanHerck, expresó hace unos días lo que es un secreto a voces: México es el país del mundo con más espías militares rusos con los que se pretende influir en los Estados Unidos a través de los más de 3.100 kilómetros de frontera, camuflados entre el abundante crimen organizado mexicano.
La Embajada rusa en Ciudad de México replicó tildando las palabras de VanHerck de «propaganda» dirigida a tratar de «aislar a Rusia con noticias falsas». El ministro mexicano de Asuntos Exteriores, Marcelo Ebrad, se alineó con los diplomáticos de Moscú: emplazó a EE.UU. a presentar pruebas sobre los agentes de la Spetsnaz GRU, el servicio de inteligencia ruso, que, según Washington, opera en México a sus anchas.
A Rafael Calduch, catedrático de Derecho Internacional, no le cabe duda de que Rusia tiene repartidos agentes no sólo en México, sino en toda Iberoamérica, ya que, con su estrategia global, pretende desestabilizar una serie de países de la zona y promover a líderes populistas, como el propio López Obrador.
El petróleo como moneda
El experto en Relaciones Internacionales aclara que el espionaje ruso «puede que esté apoyado por la estructura de gobiernos de entidades federativas», e insiste en que, para ello, en el caso de México es determinante el mucho poder que ejercen los gobernadores de los 32 estados del país. Una conexión que convendría a Rusia, ya que México es la potencia regional para Centroamérica y El Caribe, un área en la que Putin tiene depositados muchos intereses estratégicos por su proximidad con Estados Unidos. «Tener un presidente abiertamente populista y antiestadounidense facilita el trabajo del espionaje de Rusia», concluye Calduch.
AMLO reclama la soberanía de México ante Estados Unidos con un discurso que refuerza su figura como líder para no depender de la hegemonía del vecino del norte con el que guarda un tratado comercial desigual, el T-MEC, que le favorece. Por otro lado, México no tiene intención alguna de sancionar a Rusia, pese a que votó en contra de la invasión ucraniana para no enfrentarse abiertamente a Biden. La razón de este juego marcado por la ambigüedad hay que buscarla en el petróleo: al Gobierno mexicano no le interesa que el mercado del crudo -uno de sus mayores activos- se vea alterado por causas políticas y caiga en manos de Estados Unidos y sus aliados europeos.
Tampoco a López Obrador «le apetece demasiado alinearse con un país como Ucrania, que no le importa a la opinión pública mexicana», más allá de las emociones que pueda generar la guerra, para arriesgarse a perder a un socio económico como Rusia.
La conclusión es que a México no le conviene que su oro negro dependa de las decisiones de la Casa Blanca, sino del cártel tradicional dominado por la OPEP, ya que su interés está con los productores, no con los consumidores. Así, su juego a dos bandas cobra cierta lógica práctica pese a que el presidente mexicano se empeñe en revestirlo de frases estrambóticas. No es casual, por tanto, que Marcelo Ebrard, ministro de Asuntos Exteriores mexicano, haya girado por Arabia Saudí, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y la India para seguir en contacto con los países que controlan los principales parámetros del mercado petrolero.
Débil apoyo a Ucrania
En México, la causa ucraniana suscita un interés muy relativo. El Grupo de Amistad entre México y Ucrania, conformado por legisladores de los partidos mayoritarios, es uno de los escasos foros que trata de mantener viva la llama. Sus esfuerzos, junto a los propios representantes diplomáticos ucranianos en México, se dirigen a arrancar de AMLO una condena más enérgica de la invasión. En vano.
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