Meloni emprende la reforma de la Constitución para cambiar la forma de gobierno
Su objetivo es dar mayor poder al primer ministro para «garantizar la estabilidad y devolver la centralidad a la soberanía popular». Necesita los dos tercios del parlamento, pero si no cuenta con esa mayoría
Giorgia Meloni: «La derecha italiana ha relegado el fascismo a la historia desde hace décadas»
Corresponsal en Roma
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Iniciar sesiónComienza la reforma constitucional en Italia. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, inicia este martes un largo y complicado camino para reformar la Constitución en clave presidencial, un proyecto que fue su gran promesa electoral. En el Congreso de los Diputados, la ... primera ministra recibirá por separado a todos los partidos políticos.
Para Meloni, que se siente fuerte por el respaldo a las derechas en los comicios generales del 25 de septiembre, su victoria electoral es el punto de partida para la auténtica Segunda República. Su apuesta es un cambio en la forma de gobierno, una de las prioridades de la líder de Hermanos de Italia que explica así: «Estamos firmemente convencidos de que Italia necesita una reforma constitucional en el sentido presidencial, que garantice la estabilidad y devuelva la centralidad a la soberanía popular. Una reforma que permita pasar de una democracia 'interlocuente' (democracia de interlocución) a una democracia 'decidente' (democracia decisiva)».
En sustancia, este término -democracia 'decidente'- no es absolutamente nuevo. Fue utilizado por el ex primer ministro socialista Bettino Craxi en los años 80 del siglo pasado. Craxi introdujo el tema del «decisionismo» (la capacidad de afrontar y resolver con rapidez un problema), para sustentar la necesidad de establecer una república semipresidencialista siguiendo el modelo francés. En esa época, Italia se veía sometida a una dura crisis económica, con inflación, sin crecimiento y frecuentes crisis gubernamentales. En cierta forma, esa dinámica ha continuado casi hasta la actualidad.
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Meloni propone también, como punto de partida, una república semipresidencialista: «Queremos partir de la hipótesis del semipresidencialismo sobre el modelo francés, que en el pasado había obtenido una amplia aprobación del centro-izquierda, pero seguimos abiertos a otras soluciones también».
Posible referéndum
Meloni se muestra abierta al diálogo, pero afirma claramente que si no cuenta con el suficiente apoyo parlamentario (para reformar la Constitución, es necesaria una mayoría de dos tercios del Parlamento), las derechas plantearán un referéndum para aprobar la reforma. «Debe quedar claro que no renunciaremos a reformar Italia frente a oposiciones con prejuicios. En ese caso actuaremos de acuerdo con el mandato que nos dieron los italianos sobre este tema: darle a Italia un sistema institucional en el que quien gane gobierne durante cinco años y al final sea juzgado en las urnas por lo que ha logrado hacer».
Muy explícito es también el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, coordinador de Forza Italia, al señalar, en una entrevista en la RAI, que si la oposición dice no a la reforma constitucional, «seguiremos adelante de todos modos, luego habrá un referéndum». Tajani añadió que «para Italia, veo que la solución más aceptada por las fuerzas políticas es el 'premierato'». Es decir, una variante de la forma de gobierno parlamentaria que prevé un papel fuerte y autónomo del jefe del gobierno, y establece también su investidura popular directa, de hecho si no de derecho.
Para Meloni, que se siente fuerte por el respaldo a las derechas en los comicios generales del 25 de septiembre, su victoria electoral es el punto de partida para la auténtica Segunda República
Todos los partidos de la oposición se muestran dispuestos a confrontarse con el Gobierno, pero advierten que «la reforma no se convierta en una distracción de otros problemas del país, como la inmigración y una buena gestión de los fondos europeos para el plan de reconstrucción». La tarea de Meloni es muy ardua. Baste indicar que Italia intentó una docena de veces la reforma constitucional para dar estabilidad a los gobiernos. Todos fracasaron, entre otras cosas porque los partidos siempre temieron perder poder.
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