Afganistán, la guerra que divide a la Casa Blanca
El nuevo libro del periodista Bob Woodward ilustra las grandes dudas y pulsos que Afganistán provoca en su propio gobierno
pedro rodríguez
Entre las novedades de la temporada editorial en Estados Unidos figura el nuevo libro del periodista Bob Woodward , que ha sabido reconducir el prestigio ganado por la cobertura del escándalo Watergate en una especie narración por entregas de las grandes decisiones bélicas de ... la Casa Blanca. El volumen no sale a la venta hasta el próximo lunes, pero ya está dando que hablar por sus revelaciones sobre la problemática trastienda de la Administración Obama con respecto a la guerra de Afganistán.
Titulado "Las guerras de Obama" ("Obama's Wars", Simon & Schuster, 464 páginas) el libro ilustra las grandes dudas y profundas divisiones que ese conflicto ha generado entre destacados miembros de la plana mayor de seguridad nacional del presidente de Estados Unidos. Con la imagen de haber malgastado buena parte de los últimos veinte meses con peleas y reproches dentro de la Casa Blanca sobre gestión, personalidades y cuotas de poder.
El libro plantea que toda esta batalla interna , que va más allá de las filtraciones conocidas en Washington, continua a pesar de la decisión de Obama de triplicar la presencia militar de Estados Unidos en el frente afgano. Mientras el presidente se habría sentido "encajonado" en su toma de decisiones por el Pentágono, no faltan altos cargos del gobierno americano convencidos de que la actual estrategia de perseverancia no va a funcionar.
Dentro de esa lista de dudosos sobre Afganistán dentro de la cúpula del gobierno americano figuran el vicepresidente Biden, el enviado especial Richard Holbrooke y el teniente general Douglas Lute , asesor de Obama. Aunque todo ese pesimismo compartido no ha impedido insultos y recelos entre ese grupo de disidentes. Con Biden llegando a calificar a Holbrooke como "el bastardo más egocéntrico que nunca he conocido".
Estrategia de salida
Desde su toma de posesión, Obama habría tenido claro que ante la asignatura pendiente de Afganistán disponía de dos años de margen con la opinión pública de Estados Unidos, insistiendo a su equipo en evitar tanto una gran escalada de tropas como en la necesidad de establecer una estrategia de salida. El presidente es descrito en el libro con maneras de profesor que asigna "tareas" a sus consejeros, y ha llegado a emitir directivas para que el Pentágono no se permita "reinterpretar" sus órdenes de escalada de tropas en Afganistán.
Las dificultades de Obama con su estrategia quedan en evidencia en una divulgada conversación con el senador republicano Lindsey Graham. El político de Carolina del Sur habría preguntado directamente al presidente si el mes julio del 2011 es una fecha firme para empezar la retirada de las tropas de Estados Unidos en Afganistán. A lo que Obama habría contestado: "Tengo que decir eso. No puedo permitir que esta guerra no tenga final y no puedo perder a todo el Partido Demócrata".
La narración de Woodward también presenta a Obama recibiendo constantes informaciones sobre posibles amenazas terroristas contra Estados Unidos . Con un especial temor a la posible utilización de cargas radioactivas. Según el presidente, "cuando repaso la lista de cosas de las que me tengo que preocupar todo el tiempo, esa posibilidad se encuentra a la cabeza, porque es algo en lo que no nos podemos permitir ningún error".
Entre los nuevo detalles aportados por el libro número 16 de Bob Woodward figura la existencia de un "ejército secreto" de la CIA en Afganistán. Este esfuerzo paramilitar autorizado por el presidente Obama contaría con tres mil efectivos en su mayoría afganos y es conocido por las siglas CTPT (Counterterrorism Pursuit Teams) . Su misión se concentra en capturar y eliminar insurgentes talibanes y militares de Al Qaida, forjar relaciones con líderes tribales, además de realizar incursiones en el vecino Pakistán.
El nuevo volumen también indica la existencia de informes de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que apuntan a que el presidente Hamid Karzai ha sido diagnosticado con un problema maniaco-depresivo, por el que se encuentra sometido a medicación. Tratamiento que supuestamente no siempre sigue, lo cual ayudaría a explicar los conocidos cambios de humor del "hombre fuerte" de Kabul con impacto negativo en sus relaciones con la Casa Blanca.
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