Las causas de la tragedia en Kirguistán
El derrocamiento del presidente Bakíev, la lucha por el poder, las rencillas entre grupos criminales y la pobreza son las causas del conflicto entre kirguises y uzbecos
El derrocamiento, el pasado mes de abril, del presidente kirguís, Kurmanbek Bakíev, la lucha por el poder que se desató después, las rencillas entre grupos criminales por el reparto de las zonas de influencia y el malestar general por el paro y la pobreza son, ... según distintos analistas, las causas principales que han conducido al actual conflicto entre kirguises y uzbecos.
Oficialmente se contabilizan unos 200 muertos, pero el Gobierno provisional kirguís y la comunidad uzbeca creen que el balance final superará los 2.000. Una cifra similar de víctimas mortales se registró hace 20 años en la misma región, en otro enfrentamiento entre las dos etnias. Atender a los heridos, que se cuentan por miles, y dar cobijo y alimento a los 400.000 desplazados es ahora la principal prioridad.
Sin embargo, el mayor problema al que habrá que hacer frente, a juicio del representante especial de la ONU para Asia Central, Miroslav Jenca, “va a ser lograr la reconciliación entre uzbecos y kirguises y normalizar la convivencia”.
Semejante tarea no admite fracasos, ya que, según Serguéi Ezhkov, redactor jefe de la publicación digital uzbeca en lengua rusa Uzmetronom.com, “existen fuerzas interesadas en echar abajo los actuales regímenes en todas las ex repúblicas soviéticas de Asia Central y en modificar la configuración de sus fronteras”. Para ello, considera Ezhkov, tales fuerzas “aprovecharían el caos provocado por las continuas revueltas, la debilidad de los gobiernos y las matanzas interétnicas”.
A la pregunta de a qué fuerzas se refiere, el periodista ruso afincado en Tashkent, la capital de Uzbekistán, responde: “organizaciones islámicas radicales presentes en la región, que aguardan su momento y que contarían probablemente con la ayuda de sus correligionarios en Afganistán y Pakistán”.
El mismo punto de vista comparten el presidente ruso, Dmitri Medvédev, expresado en una entrevista al “The Wall Street Journal” y Miroslav Jenca, quien dijo el jueves que “en estas circunstancias, los extremistas están encontrando un caldo de cultivo ideal para llevar a cabo sus planes”. El presidente uzbeco, Islam Karímov, también ha dicho que la oleada de violencia en Kirguistán “fue organizada y gestionada desde el exterior”.
Ezhkov, no obstante, piensa que la materialización de un escenario de clara componente islámica no es algo que vaya a suceder de inmediato. Según sus palabras, “la implicación de grandes potencias como Rusia, EEUU o China en los sucesos de Osh y Jalalabad está descartada”. Ezhkov estima que a ninguno de los tres países le interesa la desestabilización de Asia Central.
La reputada especialista uzbeca, Sanobar Shermátova, no excluye la participación de elementos externos en la grave crisis que vive Kirguistán, pero esboza una génesis de lo sucedido mucho más doméstica. Según su punto de vista, “en Kirguistán, tal y como ha quedado demostrado después de dos revueltas, los cambios en la política llevan aparejado un nuevo reparto de la propiedad y de las zonas de influencia entre las organizaciones criminales, que a su vez están estrechamente ligadas al poder y al mundo de los negocios”.
Shermátova explica en uno de sus recientes artículos que los feudos del depuesto presidente Bakíev, Osh y Jalalabad, precisamente los dos focos más importantes de los sangrientos enfrentamientos entre uzbecos y kirguises, se oponen a la política del Gobierno provisional que encabeza Rosa Otunbáyeva mientras que uno de los personajes más influyentes de Jalalabad, por sus negocios y vínculos con la mafia, el uzbeco Kadirzhán Batírov, apoya a las nuevas autoridades.
A Batírov, ahora en paradero desconocido, se le considera el jefe de la comunidad uzbeca de todo el sur de Kirguistán. Las autoridades locales kirguises, aún fieles a Bakíev, le culpabilizan a él de los desórdenes. Shermátova, sin embargo, afirma que lo sucedido “sólo beneficia a los partidarios de Bakíev”.
De momento, nadie sabe quiénes son los enmascarados armados con fusiles Kaláshnikov que, inmediatamente después de la pelea de jóvenes uzbecos y kirguises en Osh, en la noche del pasado 10 de junio, aparecieron de repente y se pusieron a disparar contra todo lo que se movía. Las cosas se empezaron a caldear en Jalalabad en mayo, cuando hubo ya dos muertos. Shermátova recuerda que “de los más de cinco millones de personas que viven en Kirguistán, casi un millón son uzbecos”.
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