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Las nuevas prioridades de la Unión

A la incertidumbre internacional y la proliferación de amenazas no se les puede hacer frente sin más escala europea

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El ciclo político europeo que comienza con estas elecciones al Parlamento de Estrasburgo debería acelerar la integración de importantes sectores estratégicos en los que los Estados miembros y la UE se juegan el futuro: política industrial y de defensa, inmigración, transiciones digital y ... verde y, también, reforzar el mercado interior y de la Unión Monetaria.

Pero a pesar de la claridad de este diagnóstico compartido por los expertos, es muy posible que los ciudadanos y los gobiernos no estén dispuestos a dar un nuevo salto cualitativo. A la incertidumbre internacional y la proliferación de amenazas (Rusia, China, unos EE.UU. más aislacionistas) no se les puede hacer frente sin más escala europea. Pero estos días vemos cómo las urnas favorecen a partidos antieuropeos, dispuestos a aferrarse a lo local e incluso renacionalizar competencias, mientras la gran coalición de populares, socialistas y liberales ve menguada su mayoría.

Aún más importante que las elecciones a la cámara de Estrasburgo es el color político de los veintisiete gobiernos que nominan a los miembros de la Comisión y forman parte del Consejo Europeo y del Consejo de Ministros. La derecha radical ha aumentado su representación en estos órganos inter-gubernamentales. Giorgia Meloni se ha movido hacia el centro y emerge como una mediadora insustituible con los populares, todavía el partido más votado a nivel europeo y nacional. Si dentro de dos años en Alemania gobierna la CDU con la AfD y en Francia es presidenta Marine Le Pen, la figura de la primera ministra italiana será todavía más crucial.

España ha de defender sus intereses nacionales en una Unión más compleja y expuesta a mayores riesgos globales, y seguir aportando un compromiso europeísta inalterable. Desde la transición a la democracia, la integración nacional y la europea han ido de la mano. La intensa polarización y el ensimismamiento que sufre la política española -basta comprobar el bajísimo nivel de debate europeo en la campaña – se traducen en un alto precio en Bruselas. Restan fuerza y capacidad a la hora de aportar al proyecto europeo, hoy tan valioso y necesario como en sus inicios.

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