Europa contra una nueva Guerra Fría

Las recientes visitas de Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez a Pekín han buscado proponer a la superpotencia asiática un papel internacional constructivo e invitarla a usar sus buenos oficios para poner coto al expansionismo ruso. Pero esta apertura europea puede no dar ningún resultado en el contexto de una escalada creciente de tensiones entre dos competidores globales.

Estados Unidos tiene prisa por poner fin a la guerra en Ucrania para centrarse en la contención de China. Es el único consenso que existe entre demócratas y republicanos en política exterior. Washington reclama contar con los europeos continentales, y no sólo con el Reino Unido, para plantear una estrategia ganadora en Asia. Henry Kissinger es escuchado con reverencia cuando sitúa al mundo en los aledaños de una nueva Guerra Fría.

Por parte de China, la alianza sin límites con Rusia firmada hace un año ha venido para quedarse. Si Putin es derrotado en Ucrania, Xi Jinping entiende que perdería por la consolidación del bloque occidental. Su ministro Serguéi Lavrov acusa a Estados Unidos de pretender imponer «un orden mundial unilateral», algo que no entra en los planes de Joe Biden o de Donald Trump. China sigue apoyando a Rusia con un relato positivo que legitima la invasión y con crecientes importaciones de energía. Aprovecha las discrepancias y la impaciencia de los políticos del viejo continente y recompensa sus acercamientos.

Los europeos debemos ganar peso en la coalición con Estados Unidos. Es algo que conseguiremos con más unidad y mejores capacidades en el ámbito de la defensa. También, al combinar la invocación de valores y principios con el realismo que exige la nueva era de las grandes rivalidades.