Un Brexit atemperado

Fue una promesa hecha al sector más antieuropeo de los conservadores: una cláusula de extinción a final de 2023 pesaba sobre miles de normas comunitarias que siguen regulando buena parte de la economía británica y su protección social. Eliminarlas de golpe crearía una enorme inseguridad jurídica y empeoraría la posibilidad de hacer negocios. Sobre todo, los estándares europeos son también las soluciones negociadas por los representantes británicos en el Consejo de la Unión Europea, normalmente con gran eficacia.

Conviene no olvidar que hasta el fatídico referéndum británico de 2015 ningún otro país trabajaba mejor, juntaba más mayorías y defendía con tanto acierto sus intereses en el seno de esta institución europea. Ahora el gobierno de Sunak revisará una a una las normas europeas vigentes, sin tener que ceñirse a un plazo, y solo las reformará si necesitan una actualización.

La primacía del Derecho europeo ya no es una inadmisible intromisión en la soberanía nacional, como sostenían los más furibundos tories. La ironía es que las normas europeas que se siguen aplicando son posiblemente mejores desde un punto de vista sustantivo y, por lo tanto, serán preferibles a las alternativas imaginadas por euro-escépticos fantasiosos.

El primer ministro responde de este modo a la demanda clara de los ciudadanos de atemperar el Brexit. Hay numerosos flecos de una negociación de retirada de la Unión Europea muy caótica que merecen ser atendidos. En materia de Seguridad y Defensa queda mucho por hacer, ante la incertidumbre geopolítica en la que nos adentramos todos los europeos.

Finalmente, el partido conservador británico debe librarse de los que lo entienden como un movimiento ultranacionalista, aunque es posible que esta tarea le resulte más sencilla desde la oposición.