análisis ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ARGENTINA
Milei o la ceguera de la pasión
Jorge Fernández Díaz, periodista y escritor, miembro de la Academia Argentina de Letras, analiza el fenómeno protagonizado por el candidato radical de derechas, que las encuestas sitúan como el favorito para ganar incluso en la primera vuelta de las presidenciales que se celebran mañana en Argentina
Javier Milei cierra su campaña presidencial: «Es probable que podamos ganar en primera vuelta»
Milei, el candidato presidencial, acusa al Papa Francisco de tener afinidad con los «comunistas asesinos»
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Iniciar sesiónEl esnob y desaforado Javier Milei se ha inscripto voluntariamente en esa franquicia internacional y antiglobalista llamada La Nueva Derecha, que consiste en derrotar al populismo de izquierda adoptando una praxis populista de signo contrario. En el amor se dice que un clavo ... saca a otro clavo. El problema es que invariablemente nos quedamos siempre con un clavo, y con él cargamos en nuestro derrotero.
Juan Perón, que fue el padre del populismo latinoamericano, dividía a la sociedad en patria y antipatria. Milei lo divide ahora en pueblo y casta, utilizando esa ocurrencia injusta y simplificadora que tanto gustaba a los cómicos Beppe Grillo y Pablo Iglesias. En la casta entran todos los políticos -incluidos aquellos que resistieron dolorosa y valientemente la chavización de los Kirchner- y por supuesto los ciudadanos renuentes y los periodistas que se resisten a sus desvaríos. Los veteranos que nos atrevemos a plantear disensos somos tratados como «viejos meados» (sic) por su impresionante aparato de redes sociales, que maneja un experto en marketing digital de vínculo estrecho con la familia Bolsonaro. El mileísmo adaptó a la Argentina el vademécum diseñado por Steve Bannon y se regocija generando escándalos para mantenerse en el centro de la agenda. Su éxito, como se vio en las elecciones primarias, está basado en la idea de que lo contrario de una estupidez debe ser inevitablemente una genialidad. Y sabemos por experiencia que en no pocas ocasiones una estupidez puede ser reemplazada por otra. El kirchnerismo presumía de ser una anomalía y muchos de nosotros sólo anhelábamos «un país normal». Milei, en cambio, propone también una anomalía, pero de carácter opuesto. Es que los argentinos somos tan originales. Y así nos va.
El derrumbe del nefasto modelo peronista, basado en un Estado total que quebró y en una fraseología progre y canceladora, dio a luz una fuerza antisistema que presume de anarcocapitalista y que todo lo reduce a un problema de mercado, incluidas la libre portación de armas, la venta de órganos y de niños, y otras sandeces que ponen nerviosos a los ultraconservadores morales, socios en esta peripecia irresponsable. Con una pobreza del 40%, una inflación mensual del 12% y una devastación social y económica inédita, muchos argentinos de a pie esperan un nuevo «hombre providencial», cuya Tierra Prometida es el cierre inmediato del Banco Central y la dolarización, dos estrambóticas medidas monetarias que el mundo desarrollado tuvo a bien no probar. La revolución digital y la pauperización -en amplios sectores, el empleo en negro es del 50%- redujo el viejo proletariado a una minoría y provocó una explosión de «emprendorismo», una atomización del trabajo y un gran malestar con los impuestos y las trabas regulatorias de un Estado bobo, elefantiásico y vampirizador.
Milei revoluciona la batalla por la Casa Rosada en Argentina
Guadalupe Piñeiro MichelLibertad Avanza, el partido del candidato derechista, obtuvo un 30% de los votos, seguido por el opositor Juntos por el Cambio (28%) y el oficialista Unión por la Patria (27%)
En esos segmentos donde campea la pobreza, muchos jóvenes dejaron al peronismo y votaron por Milei; también lo hicieron numerosos varones de escasa edad, sector donde el líder de La Libertad Avanza es visto como alguien que viene a hacer un acto de reparación, puesto que esos chicos se sentían vapuleados por la agenda 'woke' y colocados permanentemente en el banquillo de los acusados. Toda esta «contrarrevolución», como suelen denominarla los militantes de La Nueva Derecha, tiende a triturar el centro político, puesto que se pasa de la ideología de género y el autoritarismo de un feminismo extremo y delirante a sostener que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres no es necesaria y que la protección de la diversidad sexual resulta poco menos que una traición. Se pasa de glorificar a la guerrilla Montoneros -una acción infame de Cristina Kirchner- a sostener los argumentos del siniestro almirante Emilio Eduardo Massera sobre la última dictadura militar, como sostuvo Milei en el debate presidencial. Ya se sabe: a los tibios los escupe Dios. Y estamos en la ley del péndulo, que actúa aquí como una fluctuante pero letal bola de derribo.
La malversación de la palabra «liberalismo» también es muy preocupante, tanto que en ABC hace unos días Guy Sorman debió explicarlo con agudeza y gran conocimiento personal: «Milei fue mi alumno en Buenos Aires -dijo-. En primer lugar, es un loco, y sólo en segundo plano es liberal. El problema es que si es elegido, algo que es posible que ocurra, y todo sale mal -y saldrá mal porque está totalmente loco-, la gente dirá: de eso se trata el liberalismo, locos destruyendo aún más el país». Muchos de sus votantes, que no han leído a Sorman ni les importa, ven al libertario como un ídolo de rock, o como un héroe de Marvel, con sus patillas al estilo Wolverine. Les encanta que Milei blanda una motosierra en sus actos de campaña -supuestamente para podar el gasto público- y que incomode a las elites con sus exabruptos. Suelen admitir, en la intimidad, que «solo un loco puede detener la locura» y que «no podemos estar peor», signo de que no tienen edad para haber vivido en carne propia la hiperinflación de los años 80 ni el crac de 2001.
El mileísmo adaptó a la Argentina el vademécum diseñado por Steve Bannon y se regocija generando escándalos para mantenerse en el centro de la agenda
Sin esa memoria sufriente, la aventura parece inocua; piensan que cuando se incendie la pradera a lo sumo verán los disturbios por televisión y no los alcanzarán las llamas. Admiten, aunque están dispuestos a votarlo, que será «un salto al vacío», puesto que Milei no es Trump, a quien respaldaba el Partido Republicano, ni Bolsonaro, a quien acompañaban el poderoso partido militar y la alta burguesía brasileña. Nadie sabe muy bien cómo garantizará, si gana, una gobernabilidad mínima, puesto que no cuenta con gobernadores ni legisladores afines. Pero la fase del enamoramiento es así: nadie escucha los reparos de los amigos, sólo existe la ceguera de la pasión.
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