«Xi Jinping tiene hierro en el alma y se considera a sí mismo heredero de la revolución»

La infancia de Xi está marcada por el sufrimiento. La hagiografía oficial es explícita al respecto, pese a que responde a eventos destructivos provocados por el Partido Comunista. ¿Qué papel desempeña este sufrimiento en la configuración de su figura? ¿Acaso presentarle como la encarnación del perdón que el régimen cree merecer?

La narrativa oficial ha cambiado durante los últimos cuarenta años. Algunos de los materiales que recopilé de los años ochenta y noventa eran más abiertos. Cuando Xi habla sobre su infancia presenta una imagen poco favorable de la Revolución Cultural e incluso de Mao, hoy quizá fuera un poco más contenido. Para Xi fue muy traumático, pero no perdió la fe en el Partido Comunista. Por eso, ha sido capaz de compartimentalizar los siete años que pasó trabajando como agricultor, el nivel más bajo de la sociedad. Hoy lo entiende como una experiencia que fortaleció su carácter e incluso una oportunidad de formar parte de la realidad de las masas. En ese sentido él piensa como la mayoría de ciudadanos chinos: es consciente de la terrible historia moderna de China antes de la fundación de la República Popular, por eso valora la estabilidad política y económica por encima de todo, con el Partido Comunista como fuerza unificadora.

¿Cómo consigue un joven perseguido alcanzar la cúspide del poder?

Es un proceso realmente largo. Antes de ser secretario general en 2012 ya tenía experiencia de gobierno en pueblos, condados y provincias. Además, fue secretario del ministro de Defensa, pasó 17 años en Fujian, 5 en Zhejiang y 7 meses en Shanghái. Como vicepresidente, entre 2007 y 2012, gestionó la seguridad de los Juegos Olímpicos de Pekín y varias crisis en Tíbet y Xinjiang. La información oficial dice que comenzó su carrera política a los 19 años, por lo que ha tardado 40 años en llegar a la cumbre.

¿Cómo describiría al individuo Xi Jinping?

Sin duda es una persona muy compleja. Algunos dicen que es un líder muy fuerte, determinado y ambicioso. Otros han asegurado que tiene hierro en el alma y emite una confianza absoluta. Xi se considera a sí mismo heredero de la revolución. Cuando era un dirigente provincial se movía con mucha cautela, su mujer y él declinaban las invitaciones a grandes banquetes organizados por empresarios locales y se distanciaron de los focos con un perfil bajo. Como líder ha cultivado la imagen de hombre de a pie, pero también permite que los cuadros idolatren sus políticas en público.

Me gustaría preguntarle por las deliberaciones que desembocaron en la elección de Xi. Algunos autores apuntan que fue seleccionado para corregir el rumbo tras una excesiva descentralización.

No comparto esa impresión. En mi libro ilustro cómo la sucesión es un proceso muy minucioso. Todos los miembros del Politburó deben someterse al escrutinio del Comité Central. Xi avanzó paso a paso, no surgió de la nada.

Ese proceso de selección hace referencia al «liderazgo colectivo», principio en apariencia consumido ante el poder que acumula Xi.

¿Cómo puede un solo hombre gobernar China? Sin duda, nadie es tan importante como él, pero diría que el liderazgo actual sigue siendo colectivo, y que Xi mantiene una relación de interdependencia con sus compañeros del Politburó marcada por la división de trabajo.

Su opinión no es la más habitual. Si le entiendo correctamente, considera que el sistema no se ha movido hacia un personalismo alrededor de Xi. ¿Cómo interpreta entonces la abolición del límite de mandatos?

Él acabó con el límite de mandatos para el puesto de presidente. Este es en gran medida simbólico, sin poderes específicos en la Constitución. El primer ministro de una democracia parlamentaria tampoco está sujeto a límites. Angela Merkel, por ejemplo, permaneció al frente de Alemania durante cuatro mandatos, dieciséis años. Desde una perspectiva general, la abolición no resulta significativa, pues el auténtico poder está depositado en el cargo de secretario general del Partido Comunista, y este no tiene límites.

Precisamente, Xi también va a mantener ese cargo. ¿No cree que se ha producido una reversión de la institucionalización en la transferencia del poder?

Desde una perspectiva más teórica, las instituciones de países en desarrollo normalmente son débiles y cambian a menudo. China todavía está buscando su camino. ¿Personalismo? Sin duda, sigue habiendo personalismo en la política china, pero podemos decir lo mismo de Estados Unidos y otros países.

Asumimos que comenzará un tercer mandato, ¿el tercero de cuántos? ¿Qué depararán los próximos cinco años a la China de Xi?

Jiang Zemin y Hu Jintao prepararon a sus sucesores de antemano, así llegó Xi al poder. Él todavía no ha nombrado a nadie, pero es un hombre de Partido, así que en mi opinión en el próximo mandato probablemente tratará de seleccionar una o dos personas a las que formar, aunque no les conceda la condición oficial de sustituto. De lo contrario, la sucesión puede volverse muy caótica. Con respecto a sus políticas, espero mucha continuidad, sobre todo ante la impredecible evolución de la pandemia.