Jean-Claude Romand, impostor fatal
JUGUETES ROTOS
Asesinó en 1993 a su mujer, sus dos hijos y sus padres para evitar que supieran que era un farsante con doble vida
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Iniciar sesiónEl derecho al olvido protege hoy el paradero de Jean-Claude Romand, el hombre que asesinó a su esposa, sus dos hijos y sus padres en 1993. Quedó en libertad condicional tras cumplir 26 años de cárcel y hoy no tiene ninguna restricción para ... moverse. Hay quien afirma que reside en un pequeño pueblo de Indre en el valle del Loira. Cobra del Estado una pensión mensual de 830 euros.
Lo último que se sabe de Romand con certeza es que vivió desde junio de 2019 al verano de 2022 en una celda de la abadía benedictina de Fontgombault. Allí permaneció junto a 60 monjes con un brazalete electrónico, dedicado a la oración y el cultivo de una huerta. Habitaba una celda de 20 metros cuadrados y aseguraba haberse arrepentido de sus crímenes. Hace un año, la Justicia le dejó en libertad y desapareció de la sociedad. Más de una voz en Francia expresó sus temores al considerar que era un sujeto peligroso que había fingido una conversión religiosa y que, bajo su aspecto inmutable, ocultaba la patología de un frío asesino.
No era esa la opinión de la administración penitenciaria que informó a favor de su excarcelación por su conducta ejemplar como preso y su labor humanitaria durante su reclusión. Romand pidió que le dejaran cumplir la última parte de su pena en un monasterio y las autoridades accedieron. Y luego le garantizaron un anonimato que le permitiría vivir sin el estigma de su pasado.
Pasó de ciudadano ejemplar a juguete roto en tan sólo unas semanas cuando su familia empezó a sospechar que mentía
No es posible determinar si lo ha conseguido, pero su detención y el juicio tuvieron un enorme impacto en Francia. Fue condenado a cadena perpetua y la sentencia estableció que estaba perfectamente cuerdo cuando asesinó a su familia, aunque sufría un trastorno narcisista. La historia inspiró a Emmanuel Carrère para escribir 'El adversario', un libro de enorme éxito.
Romand vivía en un pueblo cercano a la frontera suiza y gozaba de un gran prestigio social porque, durante 18 años, sus convecinos estaban convencidos de que era un médico investigador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que trabajaba en Ginebra. Su esposa y sus padres también lo creían. Pero era un farsante sin ocupación y sin formación. Salía de casa por la mañana y volvía por la tarde tras deambular por los bares de las ciudades vecinas o pasear por los bosques alpinos.
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Pasó de ciudadano ejemplar a juguete roto en tan sólo unas semanas cuando su familia empezó a sospechar que mentía. Sus contradicciones eran flagrantes y, por añadidura, tenía una relación extramatrimonial con una mujer a la que estafó para pagar deudas. Sin poder aguantar la presión, Romand estalló.
Primero, mató a su mujer con un rodillo de amasar. Luego cogió un rifle y, horas después, quitó la vida a su hija de siete años y a su hijo, de cinco. Más tarde acabó con el perro de un disparo. Se dirigió a la residencia de sus padres en una localidad cercana, comió con ellos y les asesinó con su arma. A continuación, llamó a su amante y viajó a París con ella la misma noche para dormir en un hotel. Consciente de que pronto serían descubiertos los cadáveres, regresó a su domicilio e incendió la casa. Los bomberos le encontraron desvanecido en medio de las llamas. Había tomado barbitúricos y pasó tres semanas en coma en un hospital. Pero sobrevivió.
Ya condenado, confesó que había empezado a mentir y que ya no pudo parar cuando su fabulación fue engordando. «No quería defraudar a nadie. Me creían un gran hombre y me pedían consejo. Incluso yo recetaba tratamientos», afirmó. Y aseguró que quiso morir cuando se dio cuenta de lo que había hecho.
Imposible saber hasta qué punto era sincero porque siempre había sido un mentiroso patológico. Había abandonado los estudios de Medicina y sólo se dedicaba a ver la televisión e ingerir comida basura. Engordó 20 kilos y se convirtió en un desecho humano. Fue entonces cuando se inventó una doble vida para seducir a su mujer. Su estrategia tuvo éxito e incluso pudo ganarse la subsistencia con los ahorros que la gente le confiaba para invertir. Pero todo se desmoronó de repente. Romand tiene hoy 69 años y posiblemente una larga vida por delante. Fue, es y será un enigma.
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