Todos señalan a Jair Bolsonaro y su séquito refugiado en Florida
Prestigiosos analistas hablan de una estrategia evidente: incendiar a la población y luego desaparecer
¿Qué está pasando en Brasil? Las claves del asalto al Congreso por seguidores de Bolsonaro
Bolsonaro sigue sin pronunciarse tras la victoria de Lula
El papel de titiritero podría sentarle bien a Jair Bolsonaro en su autoexilio en Orlando, Florida, tras el asalto a la democracia protagonizado por sus fanáticos, reconocidos ahora como 'terroristas' en los medios brasileños. Con un comentario esquivo en una red social, el exmandatario trató ... de desvincularse del ataque de la horda de seguidores al Palacio del Planalto, el Congreso y la sede de la Corte Suprema, edificios emblemáticos de la capital, Brasilia, y símbolos de los tres poderes republicanos. Casi una decena de periodistas también fueron golpeados y robados por los extremistas, representando otro de los pilares democráticos que Bolsonaro suele señalar como enemigos de su causa.
El expresidente brasileño -que el lunes fue hospitalizado por un fuerte dolor abdominal, según una fuente cercana a la familia que recogió Reuters- está en el foco del Partido Demócrata de Estados Unidos. Algunos de sus líderes pidieron al Gobierno que le expulse del país para que regrese a Brasil a asumir responsabilidades.
Bolsonaro criticó la violencia seis horas después de los incidentes; lo hizo desde su cuenta de Twitter, que tiene casi 11 millones de seguidores y en la que aún figura como presidente. Con un breve comentario en el que atacó a la izquierda, trató de distanciarse de la arremetida de sus partidarios a su sucesor, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien nunca ha reconocido como el vencedor de la elección de octubre ni ha querido entregar la banda presidencial.
Partió antes de la investidura de Lula, tras quedarse casi tres meses encerrado en el Palacio del Planalto, sin hacer declaraciones y creando un ambiente incómodo para el equipo de su rival, que se preparaba para asumir el cargo. No ayudó en la transición de Gobierno, una tradición de la joven democracia brasileña; ocultó información y colocó todas las trabas posibles antes de subirse en un avión con su familia con destino a Orlando, en Estados Unidos, sede de Disney World, pero también una de las ciudades de ese país más pobladas por inmigrantes brasileños, que lo apoyan. Casi su propia Disneylandia.
A casi a cuatro mil kilómetros del Palacio del Planalto, su sombra llegó, alargada, a la plaza de los Tres Poderes de Brasilia. Ni las autoridades brasileñas ni extranjeras, ni los estudiosos del bolsonarismo tienen dudas de que el político ultraderechista está detrás del asalto del domingo. Parlamentarios brasileños y estadounidenses, como la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, ya han solicitado acciones para extraditarlo.
Tiro por la culata
«Es un silencio evidentemente cínico. Creo que la estrategia ha sido muy clara: incendiar a la población durante mucho tiempo y luego desaparecer para dejar que sus secuaces sean los que organicen todo este lío, lo que lo coloca, evidentemente, como un responsable político, aunque jurídicamente no es tan fácil cargarle las culpas», dice a ABC Esther Solano, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Sao Paulo (Unifesp). Solano cree que el tiro puede salirle por la culata, porque le ofrece a Lula la posibilidad de depurar responsabilidades y cortar cabezas. Para una de las principales estudiosas del bolsonarismo, hacer parecer que la turba ha sido espontánea es una de las estrategias del ultraderechista y de sus hijos, especialmente de Carlos, el segundo de ellos, muy activo en las redes sociales e inspirador de algunos de sus movimientos más polémicos.
Diferentes facciones
En opinión de Solano, no todos los partidarios de Bolsonaro actúan como un frente común. Están los radicales que perpetraron el asalto del domingo, pero también hay votantes que se consideran frustrados con lo que consideran un acto de cobardía, y hasta de traición, de su candidato, por dejar el país y el cargo dos días antes del fin del mandato, como si se tratara de un fugitivo. «Hay un distanciamiento muy grande entre los más radicales y los moderados; los últimos están muy molestos. De modo que la protesta se ha quedado muy circunscrita a los hiper radicales, que están en un momento de delirio colectivo», explica.
En declaraciones a ABC, el politólogo Humberto Dantas, doctor de la Universidad de São Paulo (USP), señala que las palabras de Bolsonaro trataron de hacer un falso paralelismo al comparar el ataque del domingo con las protestas de 2013 y 2017, que fueron democráticas y tuvieron una respuesta violenta de la Policía. «Cuando Bolsonaro dice que siempre jugó dentro de las cuatro líneas del tablero, miente, porque no habría tenido que pedirle disculpas a Alexandre de Moraes (presidente del Tribunal Electoral) por el 7 de septiembre de 2021», dice recordando las protestas convocadas por el expresidente en el día de la Independencia brasileña, cuando sus seguidores a pie y conduciendo camiones también invadieron el área atacando la sede de la Corte Suprema. «La declaración del lunes es muy frágil, muy tímida y muy mala viniendo de alguien que simplemente huyó del país», comenta el académico.
Los seguidores de Bolsonaro no son un frente común: están los radicales que perpetraron el asalto del domingo, pero también hay votantes que se consideran frustrados con lo que consideran un acto de cobardía
«La responsabilidad de Bolsonaro es absoluta. En términos históricos, es agente y consecuencia de todo lo que estamos viviendo. Tenemos que recordar todos los días que él necesitaba haber sido perseguido por ruptura del decoro parlamentario en las diversas intervenciones que hizo como diputado federal, profiriendo amenazas, elogiando el autoritarismo, a los torturadores... Todo esto».
Una mansión en Florida
«Este personaje no debe existir ni siquiera en libertad en Brasil», recuerda Dantas, que es un importante estudioso del sistema democrático brasileño. «Él es un producto de esta indulgencia, de esta complicidad de aberraciones que vemos en el país», insiste el intelectual.
Lejos del caos que orquestó desde Florida, Bolsonaro se hospeda con su familia en la mansión de José Aldo, un famoso exluchador brasileño de MMA, violento deporte basado en las artes marciales. Llevó con él un séquito de funcionarios de apoyo y sale muy poco, en general para llamar la atención en sus redes y posando como un hombre común. En la víspera de la investidura de Lula, por ejemplo, se sacó una foto en una popular franquicia estadounidense de pollo frito.
El silencio de Bolsonaro es siempre ensordecedor.