Las iraníes que continúan la rebelión del velo: «¿Qué más da morir por un misil si pueden matarnos con una porra?»
La tensión entre Irán e Israel ha intensificado el control sobre las mujeres iraníes, que, pese a los tambores de guerra, siguen dispuestas a luchar contra el «apartheid de género» que impone el régimen de los ayatolás
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Ava(nombre ficticio) tarda unos minutos en responder a esta llamada vía Telegram. Su jefe no le ha dejado hacer el descanso habitual y tiene que esperar a salir del trabajo para poder hablar algo más tranquila. La llamada se entrecorta porque «la conexión no ... es muy buena», se disculpa la veinteañera. Es el día a día en Irán, donde los cortes de internet son más que frecuentes. Es un intento más de tratar de silenciar el movimiento 'Mujer, vida y libertad', que estalló tras la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022 después de ser detenida por no llevar puesto de forma adecuada el velo. Ellas no han parado de protestar, aunque sea en un contexto tan difícil como el actual, donde todos «viven preocupados y estresados» por las repercusiones que pueda tener el conflicto con Israel, una lucha que «el pueblo no quiere», porque ya saben lo que es pagar sus consecuencias. «Las mujeres no hemos parado, aprovechamos cualquier oportunidad para protestar contra el régimen, que nos ha metido en un conflicto que el pueblo no quiere. Todo el tiempo estamos en riesgo», admite la joven, que pasó cerca de un mes en prisión hace dos años por rebelarse contra el orden impuesto por los ayatolás. No piden nada extraordinario, subraya.
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Pero cuantos más problemas parece tener el régimen de los ayatolás y más frentes abiertos con sus enemigos habituales (ahora, Israel, pero en los 80, Irak), más fuerte es la represión contra sus ciudadanos. De hecho, el mismo sábado en el que desde Teherán volaron más de 300 drones con dirección a territorio israelí para responder al ataque de su consulado en Damasco, el Gobierno lanzó una nueva campaña contra las mujeres que optan por no usar el hiyab. Lo llamaron Plan Noor (Operación Luz) y la IRGC afirmó el mismo sábado que se ponía en marcha este plan como una «demanda nacional y pública».
Varias generaciones
Fariba, que también prefiere ocultar su nombre real, reconoce que, como mujer iraní, la represión ha formado siempre parte de su vida. Ella creció en el seno de una familia abierta, tolerante, un contraste que se hacía más evidente en cuanto pisaba la calle, donde es obligatorio seguir el código de vestimenta que marca el régimen, hiyab incluido, desde los 7 años. «Aparecer así, con pañuelo en la sociedad, para mí siempre fue un desafío. La diferencia entre el estilo de vida dentro y fuera de casa es aterradora y molesta. No podemos ser nosotras mismas cuando estamos en la calle», apunta. «Cada vez que salimos decimos adiós a nuestra familia porque pensamos que quizás no volvemos». Después de las manifestaciones de 2022, el número de rebeldes se multiplicó. Y aunque saben que pueden ser torturadas, castigadas y arrestadas, continúan protestando. Para las madres, admite Fariba, el temor es incluso mayor, porque no quieren que sus hijas formen parte de un movimiento que puede acabar con sus vidas.
La lucha de las mujeres es una constante en la historia de Irán, admite el analista hispano-iraní Daniel Bashandeh. «La confrontación y la posibilidad de un conflicto dificulta esta pugna por lograr avances políticos. El régimen, para cerrar filas, suele dar muestras de poder interno mientras recurre al miedo frente a la crisis: cuanto más amenazado se sienta el régimen por la coyuntura regional, más duras puede ser sus acciones dentro de Irán», señala.
«El régimen presiona a las mujeres porque las teme, ellas son el motor del cambio»
Zolal Habibi
Portavoz del NCRI
Así, en estos últimos días, relatan las jóvenes entrevistadas, la Policía de la Moral ha intensificado su presencia en las calles de las grandes ciudades. Azam Jangravi, conocida activista iraní que vive en Canadá, cuenta que hay desplegados «por todas las esquinas» numerosos agentes del orden, patrullas religiosas que se mueven en grandes furgonetas blancas. «Su misión es clara: detener a mujeres y niñas que se negaron a cumplir con la norma del hiyab obligatorio», cuenta por whatsapp. Ya lo advirtió el pasado sábado Abbas Ali Mohammadian, jefe de la Policía de Teherán, que anunció la puesta en marcha de «medidas contra la violación de las normas de vestimenta que tengan que ver con el hiyab». «La gente que no las acate será especialmente advertida y se tomarán acciones legales contra ellos», aseguró.
Esas «acciones», como se puede ver en las redes sociales, incluyen arrestos con violencia y golpes a las mujeres que no cumplen estas órdenes. En las redes sociales, relata la activista iraní Shahrzad, que gestiona la cuenta de Instagram From Irán, que acumula 132.000 seguidores, se suceden los vídeos de jóvenes universitarias teniéndose que someter a una inspección de su atuendo por parte de la Policía de la Moral antes de entrar en clase.
¿Y cuál es el castigo por no cumplir el código de vestimenta? Según la ONG Iran Human Rights: la confiscación de vehículos y el castigo para sus propietarios por llevar a mujeres sin velo, el cierre de cafés y restaurantes donde no se aplican las reglas del hiyab, penas de cárcel y, según denunció Amnistía Internacional en marzo, hasta latigazos.
El apoyo de los jóvenes
Aunque las iraníes siguen sufriendo cada día las consecuencias de «apartheid de género» y nada ha cambiado a nivel legal desde esas explosivas revueltas de septiembre de 2022, explica la investigadora y escritora iraní Yasamin Rezaei, que se marchó con 22 años de su país a estudiar un posgrado a la Universidad de Miami, sí han logrado revertir muchas dinámicas sociales: «Un cambio significativo es que hay una participación creciente de hombres que se han unido a las mujeres en las protestas, lo que representa que ha crecido la empatía y la unidad con este movimiento».
«Un cambio esencial es que cada vez más hombres se han unido a la lucha de las mujeres»
Yasamin Rezaei
Investigadora, escritora y actriz
Además, afirma, las mujeres se han vuelto mucho más activas socialmente. Desde hace varios meses se las puede ver en la calle tocando música, por ejemplo, o vendiendo artesanía. «Hay zonas en las que van sin velo. Quizás no se sientan seguras respecto a la Policía, pero sí respecto a su propia sociedad. Es como si hubieran recuperado los espacios públicos», reconoce Rezaei, que añade que los tambores de guerra no han frenado a las iraníes. «Ha pasado algo muy interesante, y es que pese a la tensión he visto mensajes en redes sociales de mujeres que dicen: 'Soy mujer, no me importa si empieza la guerra o no. No importa si desde mañana muero a causa de un misil, si puedo morir a porrazos'».
Uno de los pilares de esta lucha de las iraníes es, además del altavoz de las redes sociales, el rol que ejercen sus compatriotas en la diáspora, recuerda Awyar Shekhi. Ella nació en el exilio, en la región del Kurdistán iraquí, donde sus padres trabajaban como activistas políticos. Ni siquiera allí se sentían a salvo de las amenazas y presiones de la República Islámica. «Todas somos en cierta medida víctimas de las políticas contra las mujeres de la República Islámica de Irán y nos mantenemos unidas contra este gobierno», asegura. «Si no fuera por la esperanza de cambio, no sé cómo podríamos soportar la vida».
«Si no fuera por la esperanza de cambio, no sé cómo podríamos soportar la vida»
Awyar Shekhi
Activista
Toda esta nueva ola de férreo control social y represión, señalan activistas como Zolal Habibi, miembro del comité de Asuntos Exteriores del Comité Nacional de Resistencia de Irán (NCRI), es fruto del temor que el ejecutivo de Jamenei tiene a las mujeres: «Por el momento nada ha cambiado a nivel legal, pero el Gobierno sabe el potencial que tiene este movimiento. Por eso temen a las iraníes, porque son la fuerza del cambio. Nadie les va a devolver la libertad, así que confían en su propio potencial y fuerza para impulsarlo ellas mismas. Y eso es algo nuevo», reconoce esta mujer, que lleva desde los 4 años soñando con poder volver a su país. Ella se crió en Estados Unidos, en el exilio. Su padre, escritor y activista, dejó su trabajo para ayudar a los refugiados en Irán e Irak. A finales de los ochenta, su padre fue asesinado y su madre decidió dejarlos al cuidado de unos familiares y partir a Irak para unirse también a la resistencia. Desde hace 25 años Habibi ha seguido el camino que emprendieron sus padres.
Pablación al límite
A estos problemas básicos de derechos humanos se suman las dificultades económicas: la inflación ya ha llegado a crecer un 60% y la pobreza ha llamado a las puertas de más de 60% de los iraníes, relata Hamid Hosseini, portavoz de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos en España. Por eso, la mayoría de la población rechaza la guerra. La memoria de otros conflictos armados está demasiado presente en la memoria de los iraníes, que saben que cualquier conflicto armado puede agravar aún más su situación.
«El régimen es incapaz de solucionar los problemas de la población. Meterse en una guerra con Israel y otros países occidentales sería muy arriesgado para su existencia, entonces intentan controlarlo sin llegar lejos«, resume Hosseini. Si el enfrentamiento no se desata al menos a corto plazo, vaticina el periodista iraní Asad Abadi, hay mucha esperanza de que los movimientos sociopolíticos en Irán aprovechen esa situación, avancen y consigan los objetivos por los que están luchando. «El mayor enemigo del régimen islámico de Irán es la población iraní que lucha por la democracia», sentencia Hosseini.
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