Irán desafía a EE.UU. al situar un destructor en el mar Rojo y aplaudir los ataques de los hutíes a los barcos mercantes
Las Armadas de Washington y Teherán se instalan en el mismo escenario del conflicto
Los hutíes acercan a EE.UU. al avispero de Oriente Próximo
El buque norteamericano USS Mason, que ahora opera en el mar Rojo
Hasta hoy, el enfrentamiento militar entre EE.UU. e Irán, su gran adversario mundial, se había llevado a cabo por poderes. La llegada al mar Rojo del destructor iraní Alborz, después de cruzar el estrecho estratégico de Bab el Mandeb, sitúa por primera vez ... frente a frente a la Armada iraní y a las fuerzas norteamericanas y británicas que operan en la zona para proteger el tráfico mundial.
La agencia de noticias iraní Tasnim informó de la llegada del Alborz a la zona donde el pasado fin de semana se produjo un choque entre helicópteros norteamericanos y cuatro embarcaciones de rebeldes yemeníes, que poco antes habían atacado e intentado abordar un barco de contenedores de la compañía Maersk. La acción norteamericana contra los rebeldes chiíes -conocidos como hutíes- dejó tres embarcaciones hundidas y diez muertos.
Irán ha querido responder esta vez de modo directo a la represalia occidental contra sus aliados en el Yemen, enviando un destructor a la zona. Un comunicado del ministro de Exteriores iraní, Hosein Amirabdolahian, no definió cuál será la tarea del destructor iraní en el estrecho que une el mar Rojo con el Índico, y se limitó a aplaudir la decisión hutí de apoyar al «oprimido pueblo palestino».
La decisión de Teherán eleva aún más la tensión en la región, y subraya la intención de Irán de usar todos sus peones en lo que denomina como 'Eje de Resistencia' -que incluyen también a las milicias chiíes del Yemen, milicias libanesas de Hizbolá, grupos armados chiíes en Siria y en Irak- para extender la guerra de Israel contra Hamás en la franja de Gaza. Irán, por boca de los representantes de los hutíes, vuelve a insistir en que atacará a los cargueros que utilicen las rutas comerciales del mar Rojo, por donde transcurre en torno al 12 por ciento del tráfico mundial de mercancías.
En un comunicado oficial, difundido por la agencia Reuters, la compañía danesa de fletes Maersk anunció ayer que seguirá programando el envío de buques con contenedores por el mar Rojo, pese a los ataques de los hutíes del pasado fin de semana, aunque para el resto de su flota comercial tomará las decisiones «día a día». El resto de las compañías mundiales de fletes han congelado la ruta a través del estrecho de Bab el Mandeb, con el consiguiente encarecimiento de las alternativas que suponen rodear el continente africano, más aún ahora que Irán desafía a EE.UU. situando un destructor en la zona.
Irán pretende también, con su acción, ahondar en el desprestigio de la Administración Biden, que promete más de lo que cumple. El Pentágono anunció a finales de diciembre la puesta en marcha de una misión militar internacional de protección de los buques mercantes en el mar Rojo, pero la ambigüedad de la operación y el desinterés de algunos de los países que inicialmente dijeron respaldarla -entre ellos, España- han acabado minándola antes de comenzar. En estos momentos solo las fuerzas norteamericanas y británicas en la región están operativas para la protección de los mercantes frente a los misiles, drones e intentos de abordaje de los rebeldes yemeníes, que controlan gran parte del territorio aledaño al estrecho.
La iniciativa iraní en el mar Rojo tiene también otra dimensión: materializar, por primera vez, su respaldo militar a los rebeldes chiíes del Yemen. Los hutíes -que representan en torno al 35 por ciento de los 35 millones de yemeníes, frente a un 65 por ciento de suníes- llevan una década levantados en armas contra el Gobierno, obligado a exiliarse tras la caída de la capital, Saná. Según la ONU, el conflicto ha creado en Yemen es una de las situaciones de crisis humanitaria más graves del planeta.
Pulso regional
Es, además, un conflicto ideológico entre las dos potencias del islam que respaldan a sus respectivos bandos, la suní, Arabia Saudí, y la chií, el régimen fundamentalista de Irán. Las dos grandes corrientes del islam llevan haciéndose la guerra prácticamente desde la muerte de Mahoma. Lo que comenzó como una disputa hereditaria -un sucesor por elección o perteneciente a la familia del profeta- se convirtió con el tiempo en una reyerta doctrinal. Las dos corrientes tienen sus derivas fundamentalistas, que glorifican el retorno a los usos y costumbres del pasado o el terrorismo suicida; pero el chiísmo cuenta con una épica del sufrimiento, un culto al martirio y a la muerte que en cierto modo explica su supervivencia a lo largo de los siglos en su condición de minoría en el islam.
A pesar de ello, la guerra civil en el Yemen había entrado en una dinámica de paz antes de la declaración de guerra de Hamás contra Israel. Tanto Arabia Saudí como Irán habían acordado una tregua, después de diez años de guerra civil, y las conversaciones avanzaban a buen ritmo. Hasta que los radicales palestinos decidieron poner patas arriba todo el tablero de Oriente Próximo, ante la inminencia de dos grandes acontecimientos: la paz entre los bandos suní y chií del Yemen, y el reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudí.
Esos dos hitos, que el pasado verano parecían cuestión de días, habrían arrojado al olvido -o al menos así se percibió- la 'causa palestina'. La posibilidad agobiaba en Cisjordania, pero en Gaza, donde gobernaba la opción radical de Hamás, la decisión fue terminante: si había que morir, había que morir matando.