La inmigración tapa el conflicto comercial entre EE.UU. y México en la cumbre de «los tres Amigos»

Siendo la migración, sustancialmente a través de Río Grande, un problema a tratar entre Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador, el hecho de que Justin Trudeau aparezca como convidado de piedra en ese encuentro del martes en Ciudad de México (para él quedan temas más generales, como el cambio climático) muestra el escaso temario común, a tres bandas, de una relación que queda lejos de lo que potencialmente podía sería una mayor integración de los tres países de Norteamérica.

Noticia Relacionada

Biden da un giro a la derecha y endurece la política migratoria

David Alandete

El presidente de EE.UU. aprovecha una crisis en el Partido Republicano para volver a medidas trumpistas

El gran asunto trilateral, el del comercio, no será abordado con crudeza, pues llevaría a un encontronazo entre Biden (y Trudeau) con López Obrador y nadie parece querer aguar la fiesta. Por lo demás, aunque la carpeta económica importa a Biden, la migratorio es hoy su esencial prioridad política.

Los encuentros entre los presidentes de Canadá, Estados Unidos y México, que comenzaron en 2005 siendo anuales, hace tiempo que rompieron su periodicidad original, pasando luego a tener lugar cada dos años y después a no ser en absoluto convocados durante la era Trump, y eso que esa cumbre se conoce como «the three Amigos», con el sustantivo siempre en español (formalmente es la Cumbre de los Líderes de América del Norte)

No siendo prioritarias las reuniones a tres, pues los tres vecinos norteamericanos prefieren despachar sus asuntos en citas bilaterales (México con EE.UU. y este país con Canadá; las relaciones entre México y Canadá dan menos de sí), falta un mayor compromiso para casar agendas: esta reunión en Ciudad de México debía haberse celebrado hacia el mes noviembre, se fijó tentativamente para diciembre y finalmente quedó pospuesta hasta este mes de enero, ya en 2023.

La cuestión principal que conjuntamente incumbe a los tres presidentes es la comercial: la marcha del libre comercio existente entre los tres países, que entró en vigor con un tratado de 1994 (TLCAN) y se actualizó en 2020, por presiones de Trump, con un nuevo tratado (TMEC). La valoración de cómo han sido estos años de vida del TMEC y el examen de algunos de los conflictos comerciales existentes entre los socios bien podía haber sido el objeto central de las conversaciones de la reunión de estos días en México. Pero no se ha querido que las fricciones lastren la cumbre.

La marcha atrás en la apertura económica que la gestión de López Obrador está dando no casa con el espíritu de liberalismo económico en las relaciones transfronterizas consignado en el TMEC. La principal discordia tiene que ver con la revisión que el Gobierno mexicano ha hecho de la apertura energética consensuada en el anterior sexenio. La aspiración de reconstituir la mayor situación de monopolio posible para la petrolera nacional Pemex y, sobre todo, de recuperar mayores prerrogativas para la empresa estatal eléctrica, la Comisión Federal de Electricidad, perjudica acuerdos ya establecidos con empresas privadas y se enfrenta a una posible denuncia por parte de EE.UU. y Canadá.

El recurso al artículo del TMEC que prevé la resolución de disputas puede castigar a México, pues a pesar de lo que alega López Obrador, el Tratado no establece ninguna salvedad respecto a la libre competencia en el sector energético. Dada la centralidad de estas medidas de «renacionalización» en el programa de la llamada Cuarta Transformación del presidente mexicano, no hay que descartar que el asunto llegue hasta el final y México pueda ser castigado en represalia con aranceles por un valor de 30.000 millones de dólares sobre productos importados desde EE.UU. y Canadá. La última vez que Washington castigó de esta forma a México fue en 1938, tras la nacionalización de la industria petrolera.

No es el único pleito comercial. Los gobiernos de Biden y López Obrador están enzarzados en otro asunto acuciante, que esta vez puede perjudicar más a EE.UU. Se trata de la decisión ya anunciada por México de prohibir la importación de maíz genéticamente modificado a partir de 2024. Aunque el anuncio se hizo ya hace dos años, ambos gobiernos siguen sin alcanzar un acuerdo. México importa unos 17 millones de toneladas anuales de maíz, sobre todo de EE.UU., país donde el 90% del maíz plantado corresponde a variedades modificadas genéticamente.

Además de la cuestión migratoria, en la que existe un obligado entendimiento en ciertos aspectos, y de la comercial, donde la confrontación es creciente por el giro estatalista de López Obrador, existe un tercer ámbito de especial connotación en la relación entre México y EE.UU., que es el de la seguridad, en el que México se ha ido distanciando de Washington.

La detención la semana pasada de Ovidio Guzmán, hijo del «Chapo», a escasos días de la cumbre de «los tres Amigos», pudo responder al interés de López Obrador de demostrar su voluntad de lucha contra el narcotráfico, a pesar de las dificultades que ha puesto a la DEA, la agencia antidrogas estadounidense, para operar en colaboración con agentes mexicanos. Teniendo en cuenta todos esos ámbitos, puede afirmarse que el actual sexenio es el de menor sintonía entre México y EE.UU. desde que en la última década del siglo pasado entró en vigor el tratado de libre comercio.