La infidelidad más cara de Donald Trump

No es que esto lo dijera en público, desde luego. Melania Trump, que nunca ha aparecido en la Vogue americana, fue la primera dama más discreta, más callada, siempre hierática, nunca imprudente. Esas palabras, que revelan un profundo hartazgo con Stormy Daniels y su creciente popularidad entre todos los que odiaban a su marido, las hizo en confianza, hablando en secreto con su amiga Stephanie Wolkoff, con quien acabo peleada antes de que esta filtrara confidencias compartidas en un libro.

En aquella atribulada presidencia, llena de momentos sorprendentes y personajes coloridos, desde dictadores a raperos, una actriz porno logró poner contra las cuerdas a Trump. A tenor de lo que ha ido publicando la siempre bien informada prensa del corazón norteamericana —'People' sobre todo— Melania aun no le ha perdonado a su marido no la aventura, sino no tomar las precauciones adecuadas, es decir, fiarse de una estríper con películas en su haber con títulos como 'La noche de las chicas', 'Belleza peligrosa' o 'Ponte cómoda'.

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Decía 'People' la semana pasada, antes de que Trump fuera imputado por pagarle a Daniels 130.000 dólares de fondos de campaña para que se callara su aventura, que Melania «no tenia compasión en este asunto con su marido». Fuentes cercanas a la primera dama, sean quienes sean, añaden a la revista que ella «ya sabe cómo es su marido y con quien se casaba», una línea argumental bastante común en situaciones de infidelidad que no llevan a divorcio.

Eso en realidad confirma lo que la propia Stormy ya reveló antes en su libro de 2018: que Donald y Melania vivían vidas separadas. Según reveló la actriz porno, conoció al empresario en 2006, un año después de que él se casara con Melania. Fue en un torneo de golf en California. Él la invitó a cenar por medio de un guardaespaldas. Ella aceptó, con la intención de que la fichara para su programa de telerrealidad, 'El Aprendiz'. Se acostaron, y estuvieron en contacto un año. Mucho tiempo después, días antes de las elecciones que sorpresivamente ganó Trump, el abogado de este, Michael Cohen, le pagó a Daniels los 130.000 dólares [unos 120.000 euros] como parte de un acuerdo de confidencialidad. Ella lo firmó, y luego lo rompió.

Al romper el acuerdo, Daniels reveló un posible delito, y se convirtió inmediatamente en una estrella ya no del porno, sino de los medios tradicionales, dando entrevistas, apareciendo en programas nocturnos, haciendo cameos en series y películas. Los detalles que dio eran jugosos, casi lascivos, toda una humillación para el que se considera el hombre más poderoso del planeta.

Un ejemplo: bromeaba sobre la forma y tamaño de las partes de Trump, dando unos detalles que sólo la primera dama podría, en principio, comprobar. En su libro dice Daniels que se trata de algo «más pequeño que la media»… «inusual»… con una forma de «cabeza de hongo enorme, como una seta», el «pubis del Yeti y [un aparato reproductor] como el personaje que parece una seta en Mario Kart».

Todas estas revelaciones se fueron amontonando, una tras otra, en el bochornoso verano de 2018. Inmediatamente, los muchos estudiosos de las plantas superiores de la Casa Blanca, donde vive la familia de presidente, comenzaron a notar las ausencias de la primera dama: actos cancelados, cenas anuladas, rumores de que se había mudado a un hotel, de que vivía con sus padres en Maryland. Todo especulaciones sin más fundamento que el de adivinar una crisis, otra, en la presidencia de Trump.

Melania, sin embargo, tenía su forma de dar sus mensajes, a su manera, utilizando lo que domina: la moda. En junio de 2018 se fue a visitar a inmigrantes en la frontera, y no se le ocurrió otra cosa que ponerse una chaqueta verde militar de Zara con el mensaje, en inglés: «A mí no me importa nada, ¿y a ti?».

Según reveló otra colaboradora con la que Melania rompió —no suelen durarle mucho las confidentes— fue un momento de máxima tensión en la Casa Blanca. Según reveló su ex jefa de gabinete Stephanie Grisham, en su propio libro de memorias en la era Trump —todo un género— el presidente llamó a su mujer al Despacho Oval y se oyeron gritos. Grisham, que trató abundantemente a ambos, describió la reacción de Melania tras las alegaciones de Stormy con un adjetivo, bastante revelador: «desatada». Sabía, a tenor de su reacción, la verdadera amenaza que presentaba la actriz porno.