Hungría ahonda su crisis con la UE e insta «a frenar a Borrell»

El semestre empezó ya con el polémico viaje de Orbán a Moscú, Kiev, Pekín y Washington, jugando con la ambivalencia de parecer que estaba representando a toda la UE en una gestión que prácticamente ningún otro país habría aprobado y que fue abiertamente rechazado tanto por Bruselas como por las demás capitales. El segundo día de la presidencia, Orbán viajó a Ucrania para reunirse con el presidente Zelenski, seguido por un viaje a Moscú para reunirse con Putin, justo antes de viajar a China para reunirse con Xi Jinping y después a Washington aprovechando la Cumbre de la OTAN, y antes de dejar Estados Unidos reunirse con el candidato republicano a la presidencia Donald Trump.

Orbán había presentado sus viajes como una «misión de paz» para ayudar a negociar un alto el fuego en la guerra en Ucrania, en contra de todos los principios acordados en el seno de la UE. Como reacción, Josep Borrell ha convocado un consejo informal de ministros de Exteriores y de Defensa sin tener en cuenta a Hungría y con el objetivo expreso de discutir sobre el apoyo militar a Ucrania y sobre las autorizaciones o restricciones al uso de material militar occidental en ataques en profundidad al territorio ruso. El portavoz del Servicio Europeo de Acción Exterior, se encargó de señalar que esta reunión informal no se correspondía con la que se conoce como 'Gynmich' (por la ciudad irlandesa donde se empezaron a celebrar estas reuniones sin agenda de los ministros de Exteriores) y que se convocan tradicionalmente al inicio del semestre, y que en este caso «la presidencia rotatoria no tiene ningún papel», que es una formulación abiertamente hostil según las tradiciones europeas.

Como respuesta, el ministro húngaro de Exteriores, Péter Szijjártó, cargó en redes sociales contra el Alto Representante con un tono que tampoco se había visto jamás públicamente en la política europea. Szijjártó calificó de «propuestas disparatadas» las posiciones de Borrell sobre Ucrania o sobre Oriente Medio. «Hay que poner fin al peligroso descontrol del Alto Representante», ha llegado a decir el ministro húngaro, aparentemente sin tener en cuenta que todas las manifestaciones de Borrell tienen que estar respaldadas por un consenso general de los demás países miembros.

A Borrell le quedan apenas dos meses en el cargo, ya que el primero de noviembre debería entrar en funciones una nueva Comisión y está previsto que el puesto de Alto Representante lo ocupe la estonia Kaja Kallas, que es bien conocida por haber sido como primera ministra de su país mucho más radical que Borrell en sus posiciones sobre Ucrania y en contra de Rusia, lo que hace prever que las tensiones seguirán aumentando.

Actualmente, mientras los ministros europeos estaban escuchando las peticiones desesperadas de Dmitro Kuleba, el ministro ucraniano de Exteriores que asistió a la reunión de este jueves en Bruselas, para recibir más armas y que estas puedan utilizarse en operaciones contra territorio ruso, Hungría sigue bloqueando el desembolso de más de 6.000 millones de euros del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz para el compensar a los Estados miembros por los gastos correspondientes al el envío de armas a Kiev. Pero Szijjártó contestó que Hungría «no quiere más armas en Ucrania, no queremos más muertos, no queremos una escalada de la guerra, no queremos una escalada de la crisis en Oriente Próximo».

Durante los meses previos a la llegada de este segundo semestre del año, desde el Parlamento se lanzaron varias iniciativas para hacer que cambiase el turno de la presidencia o incluso que se impidiera a Orbán ejercerla. Las instituciones eligieron hacer como si no pasase nada, pero lo cierto es que estos seis meses van a ser muy conflictivos y seguramente muy poco productivos para la gestión de la Unión.