Hojas para la lluvia y comer fruta: la fórmula de los niños que sobrevivieron en la selva
Tras cuarenta días, concluye con final feliz la operación para buscar a los niños supervivientes de la avioneta
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Cuatro veces gritaron «milagro», una por cada niño encontrado vivo. Ese era el santo y seña acordado en la operación Esperanza, la que en la tarde del viernes 9 de junio (madrugada del sábado en España) y 40 días después del siniestro aéreo que ... dejó perdidos en la selva a los cuatro hermanos Mucutuy: porque fue un mensaje más cercano a lo inverosímil que a la capacidad de supervivencia de los menores en condiciones tan adversas físicas y emocionalmente para cualquiera.
Los soldados y voluntarios indígenas encontraron a los niños en la vereda Palma Rosa, en el municipio de Solano, en el Caquetá. Se ponía fin de esta forma a 2.646 kilómetros de rastreo en esa misma zona. Esa cifra es la suma de los recorridos que hicieron los comandos combinados de líderes indígenas y militares que una y otra vez, durante un mes, registraron sin éxito el área cercana al accidente aéreo para al final estar a tan solo cinco kilómetros del lugar.
La noticia del rescate, o más bien del milagro, corrió como la pólvora, llenó los chats, las redes sociales, los noticieros de las radios y de televisiones. Todos querían confirmar que esta vez sí era cierto, que cuatro niños indígenas, el menor aún en brazos de los mayores, finalmente estaban a unos cinco kilómetros del punto donde se accidentó la avioneta Cessna 206 HK de Avianline Charter. Y lo principal, que se encontraban con vida.
Incredulidad en el país
Fue entonces cuando empezaron a circular fotos. Por todas las partes. Para que las vieran los millones de incrédulos del país y el mundo que tal vez ya daban por perdidos a Lesly Bonbaire, Soleiny Jacobombaire Mucutuy, Tien Noriel Ronoque Mucutuy y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy.
Sus caras cansadas, con claros signos de deshidratación, parecen detenidas en el tiempo, sentados en un claro abierto para atenderlos en medio de la espesa selva.
En otras imágenes, un soldado sostiene en su brazo al bebé, mientras con la mano del otro parece darle sorbitos de agua de una botella; en otra esquina de la imagen, otro le extiende una cuchara con agua a la pequeña Tien, mientras sus hermanas mayores, Lesly y Soleiny, permanecen juntas, arropadas, por fin cuidadas y seguras.
El presidente Gustavo Petro, nada más llegar de La Habana, donde firmó un cese al fuego por seis meses con la guerrilla terrorista del ELN, no dudó en lanzar un mensaje en Twitter. Primero confirmando la noticia del hallazgo. Luego, otro para dar cuenta de que «estaban solos. Ellos mismos lograron un ejemplo de supervivencia total. Quedará en la historia. Esos niños son hoy los niños de la paz y los niños de Colombia».
Operación complicada
A las once de la mañana de ayer, acompañado por el ministro de Defensa, el mandatario los visitó en el Hospital Militar de la capital colombiana. Allí habían llegado de madrugada y allí permanecerán varios días, acompañados por su padre y familiares, y alejados de la presión mediática que ha desatado su rescate.
A la salida del encuentro, el ministro habló ante decenas de medios de comunicación que pedían detalles del milagro. Lo hizo poniendo el acento en la importancia que el saber indígena tuvo en la salvación de los niños. Además, comentó que los menores aún no pueden comer, según los protocolos de estabilización médica fijados para estos casos. Y finalmente destacó el liderazgo y persistencia del general Sánchez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales.
Los menores salieron de la selva en un helicóptero militar. La operación fue complicada. Las lluvias incesantes y las nubes impedían el aterrizaje en la pista que se improvisó en la selva, rodeada por árboles de más de 50 metros de alto. Su rescate implicó horas de espera y cuidadosas maniobras. Las mismas que tuvieron que aguardar los abuelos y familiares de los niños, reunidos en Villavicencio tras salir de Araracuara cuando se inició la búsqueda de los menores.
Más tarde, las imágenes mostraban su traslado en un avión ambulancia militar, que despegó de San José del Guaviare, con su padre y su abuelo a bordo para acompañarlos; las camillas listas para recibirlos y un equipo médico atento a brindarles los primeros apoyos médicos.
Ingresados y en observación
Los cuidados médicos comenzaron con un proceso de hidratación, proporcionándoles una solución de electrolitos y glucosa con el fin de estabilizarlos físicamente. Este vuelo los trasladó a la base militar de Catam, en Bogotá, donde un equipo de pediatras y personal del Bienestar Familiar los recibieron para trasladar a cada uno de ellos en una ambulancia hacia el hospital.
«Acabo de mirar a los nietos. Primero, tienen vida, están muy acabaditos [delgados] pero yo sé que están en buenas manos», contaba a la prensa Fidencio Valencia, un indígena uitoto de 47 años, a las afueras del hospital militar de la capital.
Aunque se encuentran bien de salud, dadas las circunstancias, cualquiera que haya estado varios días en la selva sabe que el regreso a las zonas urbanas genera tensión. Para estos niños, tras 40 días deambulando, el reencuentro con tantas luces y personas desconocidas, ruidos y aparatos, si bien positivo por estar a salvo, no deja de ser estresante. Una experiencia que, advierten los médicos, requerirá de apoyo psicológico, a lo que se suma el duelo por la muerte de su madre en el accidente.
La clave: el juansoco
Fueron muchos días de desgaste, de construir refugios con hojas de palma delgada que, entrelazadas, alcanzan a evitar la permanente lluvia; de buscar frutos amazónicos. Así, su recuperación requiere atención especializada, que ahora reciben en el Hospital Militar de Bogotá.
¿Cómo lograron sobrevivir? Las claves están en las frutas de la selva. Y en árboles como el juansoco, que Lesly conocía bien y que proporciona una especie de látex que detiene las diarreas. Y también gracias a los kits con alimentos que les fueron arrojados desde los helicópteros de la Fuerza Aérea y que ellos fueron encontrando.
Al mismo tiempo, fue fundamental la temprana educación de supervivencia en la selva que reciben de sus mayores, como identificar las hojas de palma delgada que superpuestas escampan la lluvia. Sin embargo, aún así nadie podía esperar que lo lograran tras tantos días perdidos. Y lo lograron. El milagro está ahí.
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