El aumento de la intensidad de los ataques de Hizbolá e Israel acerca una guerra a gran escala
Netanyahu traslada al Líbano la estrategia de Gaza de uso máximo de la fuerza
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Enviado especial a Beirut
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Iniciar sesiónEl sur de Beirut se tiñó del amarillo de Hizbolá para despedir a Ibrahim Aqil, responsable de la unidad de élite Radwan, y al resto de miembros de la cúpula militar caídos en el bombardeo israelí del viernes. Mientras se celebraba la ceremonia, ... los equipos de rescate seguían trabajando en los escombros de los dos edificios destrozados por los misiles enemigos en busca de los cuerpos de las personas que siguen desaparecidas. El subsecretario del grupo proiraní, Naim Qassem, presidió el acto y señaló que a partir de ahora el conflicto entra en «una nueva fase» en la que lucha contra Israel será una «batalla abierta de ajuste de cuentas».
Las palabras de Qassem llegaron al final de una semana muy dura para Hizbolá tras las explosiones en cadena de los buscas y los 'walkie-talkies', que dejaron 40 muertos y 3.000 heridos, y el bombardeo del viernes al sur de Beirut, con 45 muertos, entre ellos varias mujeres y niños. Benjamín Netanyahu se refirió por primera vez a estas acciones y, sin admitir la responsabilidad de forma implícita, dijo que habían logrado dar al enemigo «varios golpes que nunca habían imaginado».
El primer ministro advirtió a Hizbolá que «si no ha entendido el mensaje, pronto lo hará» e insistió un día más en que está dispuesto a realizar «cualquier acción que sea necesaria» para disminuir la amenaza que representa la milicia chií para sus ciudadanos. Estas palabras las interpretan los libaneses como una amenaza de invasión terrestre, al estilo de 2006, y de incluir el sur de Beirut en la lista de objetivos diarios.
El cruce de declaraciones entre Qassem y Netanyahu, al que se sumaron las voces de alarma de Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU sobre el riesgo que supone para la región una guerra a gran escala, llegaron en una jornada en la que los dos rivales elevaron el nivel de la confrontación. La diferencia de potencia militar es abismal, pero la intensidad de las operaciones aumenta conforme a sus posibilidades.
Decenas de aviones de combate de Israel atacaron más de 400 objetivos de la milicia enemiga cerca de la frontera en el bombardeo más duro que se registra desde el 7 de octubre. Hizbolá lanzó más de un centenar de cohetes y algunos alcanzaron las afueras de Haifa, a más de 50 kilómetros de la frontera, lo que supone el golpe más lejano de la milicia desde el inicio de la guerra. Estos cohetes dejaron tres heridos y daños materiales, pero la mayoría fueron interceptados por los sistemas de defensa. El jefe del Ejército, Herzi Halevi, dejó claro que la intensidad de los bombardeos va a seguir aumentando «hasta que ellos entiendan».
Uso máximo de la fuerza
Para Netanyahu la vuelta a casa de los 60.000 israelíes desplazados por la violencia en la frontera se ha convertido en uno de los objetivos de esta nueva fase de la guerra. Si en Gaza la estrategia del primer ministro ha sido la de apelar a la violencia extrema para lograr sus objetivos, en Líbano recurre a la «escalada para lograr la desescalada», según reveló un responsable de seguridad estadounidense al portal Axios. El alto funcionario apuntó que es un movimiento «racional, pero de extremadamente difícil de calibrar y que fácilmente podría salirse de control y conducir a una guerra total».
En Gaza, Netanyahu no ha logrado en casi un año liberar a los rehenes, de los que la mitad estarían con vida, según reveló la radio del Ejército, ni cazar a Yahya Sinwar, cerebro de los ataques del 7-O. Uno de los escenarios que se plantea el ejército es ocupar el sur del Líbano para crear allí una zona de seguridad que ayude a garantizar el regreso de los civiles, un movimiento que supondría repetir la ocupación de parte del país vecino, que ya probó en el pasado y que no sirvió de gran cosa.
El miedo a que se repita un nuevo 7-O en la frontera norte es constante y presidente de Israel, Isaac Herzog, reveló que uno de los planes que manejaba la cúpula militar de Hizbolá, eliminada el viernes en Beirut, «era llevar a cabo el próximo ataque, que consistía en infiltrarse en Israel, asesinar civiles y secuestrar soldados». Un golpe similar al que dio Hamás hace casi un año y que dio lugar a una operación a gran escala en Gaza que ahora se extiende con fuerza a suelo libanés. Los dos frentes están conectados porque Hizbolá vincula el cese de las hostilidades al alto el fuego en la Franja, pero ese acuerdo parece muy lejano.
Once meses de ataques con misiles, cohetes y drones han matado al menos a 23 soldados y 26 civiles en Israel y la vida diaria se ha convertido en una actividad de riesgo porque el escudo anti misiles no es capaz de garantizar la seguridad de los ciudadanos. Dentro del Líbano, más de 500 personas han muerto por ataques israelíes, la mayoría de ellos combatientes de Hizbolá y otros grupos armados, pero también más de 100 civiles y los desplazados podrían alcanzar los 100.000. Parece que ambos bandos cuentan con la presión interna que puedan ejercer estos desplazados como un arma más para lograr sus objetivos.
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