La guerra de Ucrania hunde los grandes tesoros turísticos de Rusia
Solo unos 200.000 extranjeros visitaron el país en 2022, frente a los 34 millones que lo hicieron en 2015
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Iniciar sesiónAgraciada con monumentos de una gran belleza y con un hermoso patrimonio natural, Rusia se convirtió en 2015 en destino turístico para casi 34 millones de personas, según datos del Banco Mundial. Al golpe de la pandemia, que provocó que esa cifra descendiera en 2020 ... a los 6,4 millones, se ha unido la invasión de Ucrania y la barrera de las sanciones, que impiden que ese sector, a diferencia de lo ocurrido en otros países, recupere sus números de los tiempos anteriores al Covid-19. Sin ir más lejos, solo unos 200.000 extranjeros no pertenecientes a la Comunidad de Estados Independientes (CEI, integrada por antiguos países soviéticos) visitaron Rusia durante 2022, según la agencia TASS. Como recordaba la misma fuente, el destino más popular para los viajeros era el Mar Negro.
Una de las principales razones de ese descalabro se produjo en febrero de 2022, cuando las tropas del Kremlin comenzaron la guerra. Por esas fechas, la Unión Europea (UE) prohibió a las compañías aéreas rusas que sobrevolaran el espacio aéreo europeo y pudieran acceder a los aeropuertos comunitarios. Las trabas a las comunicaciones y al medio de transporte privilegiado por los turistas se hicieron notar muy pronto, pues dificultaron extraordinariamente los viajes y las formas de entrar y salir de Rusia.
Ni por aire ni por tierra
Así lo cuenta Rafael Mañueco, corresponsal de ABC en Moscú, cuando describe los malabarismos que hay que hacer para abandonar un país prácticamente aislado del territorio de la UE y de Estados Unidos. «Aquí no vuela ni Iberia, ni Lufthansa. La única línea aérea europea que vuela a Rusia es Air Serbia, pero con muchas presiones de Europa», explica. «El billete más barato puede costar unos 1.800 euros por persona. Otra variante es volar desde Moscú a Estambul», comenta.
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Los impedimentos para salir por aire no son los únicos a los que se enfrentan los ciudadanos. «Estonia, Letonia y Finlandia no reconocen las visas Schengen de los rusos, que no pueden llegar por tierra hasta las capitales de esos países», cuenta. «La única alternativa es volar hasta Múrmansk, al norte de Rusia, coger un taxi hacia Kirkenes, en Noruega, y de ahí ya volar a Oslo y coger el avión que se quiera».
«El período malo en Rusia fue la pandemia, cuando se cerró el aeropuerto y el turismo ni salía ni llegaba. Con lo que ocurre en Ucrania, vemos que el turismo de salida sigue aumentando, pero mucho menos el de llegada», cuenta Vicente Caseiro, director ejecutivo de Hermitage Group y residente en San Petersburgo. «Si quiero ir a Barcelona, voy al aeropuerto de Tallín en coche o en tren. La otra alternativa es ir a Finlandia. La gente con muchos posibles se va a Turquía, pero el viaje cuesta entre 2.400 y 4.000 euros ida y vuelta. Los vuelos entre Rusia y Turquía son muy caros».
Ante la imposibilidad de visitar los países de la UE y Estados Unidos, los rusos están buscando nuevos lugares donde disfrutar de sus días de descanso. Según Caseiro, «el turismo es una religión para el ruso», por lo que renunciar a las vacaciones no parece una opción viable. Por ese motivo, se están poniendo de moda nuevos destinos, con países de varios continentes que aprovechan la oportunidad de mercado abierta por las sanciones.
«Aquí funcionan ahora muy bien las Maldivas, con dos vuelos diarios de Aeroflot, y también Tailandia y Sri Lanka. Ahora mismo hay a la semana ocho vuelos a Cuba desde Rusia, pero se va a llegar hasta los veintidós. También a diferentes ciudades de Uzbekistán, que no es un país caro y es muy seguro», añade el director ejecutivo. «Desde el 1 de junio, Marruecos tiene dos vuelos semanales, y otros destinos de moda, aunque no tengan vuelos directos, son Bali, Vietnam y Kuala Lumpur», comenta. «También está aumentando el turismo interno. Lo que más se visita es Sochi, una zona balnearia, con una capacidad hotelera muy grande, o Abjasia, que en época de la URSS era algo así como la Marbella soviética, y la región de Altái, montañosa y un poco salvaje».
«A día de hoy, el sector no está viviendo su mejor momento, después del Covid y de la guerra», cuenta una mujer rusa cuyo nombre va a permanecer en el anonimato, buena conocedora de la situación que atraviesa el turismo en su país. «La gente ha perdido bastante poder adquisitivo y viaja menos», señala. «Ahora se intenta desarrollar el turismo interno para cubrir la falta de turistas extranjeros y también las dificultades para viajar fuera de Rusia». Como otras fuentes consultadas, recuerda que, ante la imposibilidad de viajar a la UE y EE.UU., sus conciudadanos buscan nuevos destinos accesibles. «Mucha gente viaja a Turquía, República Dominicana, Emiratos Árabes, Tailandia. El destino asiático desde hace mucho tiempo es muy popular».
Guías como repartidores
A pesar de esos movimientos a nuevos destinos, el llamado turismo receptivo, el de los extranjeros que viajan a Rusia, se ha visto severamente dañado por la guerra. «Hay menos colas en el Hermitage, por ejemplo. Si antes eran de 20 o 25 minutos, ahora son de 8 o 10, pero sigue habiendo turistas, indios, árabes o sudamericanos, sobre todo brasileños, gente con un nivel adquisitivo alto», cuenta Caseiro. «Los hoteles de bajo nivel sí que deben de estar sufriendo», puntualiza. «En Moscú, se ven muchos turistas chinos», añade Mañueco. De hecho, los turistas procedentes de China se han convertido en una fuente potencial de visitantes, sobre todo desde que Pekín empezó a levantar las restricciones de la política de Covid Cero desde diciembre de 2022.
«El turismo receptivo no existe», sentencia, por su parte, Alejandro, socio de una empresa rusa de viajes. «Para comparar la situación, una empresa de viajes recibía anualmente antes del Covid a unos 50.000 o 40.000 turistas. En estos momentos, solo son unos 40 al año», explica. «Los guías turísticos ahora trabajan de mensajeros, repartiendo comida. Paseando por Moscú, me encontré con una guía de muy alta calidad que iba en patinete, con mochila de reparto. Se estaba ganando la vida de esa forma», cuenta.
«Antes de la pandemia, una empresa de viajes recibía anualmente a unos 50.000 o 40.000 turistas. Ahora, son solo alrededor de 40»
«Los hoteles no sufren tanto, porque ahora, como los rusos no pueden salir mucho, viajan por el país. Los restaurantes tampoco, porque están llenos de gente local. En las calles, sí se nota la ausencia de extranjeros. Antes estaban llenas. Ahora, nada», añade Alejandro. «Mucha gente no puede viajar no solo por las dificultades con los visados, sino también por la subida de los precios. Un billete de avión costaba antes unos 300 euros ida y vuelta, pero ahora costará entre 1.000 y 2.000 euros».
En su opinión, la recuperación del turismo ruso será un proceso arduo y lento. «Primero, tiene que caer este Gobierno. Luego, debe implantarse un gobierno democrático, pero la recuperación en el pleno sentido de la palabra es imposible en los próximos diez años. Se ha destruido todo el sistema receptivo, los hoteles ya no están preparados para recibir turismo extranjero, porque en la recepción debe haber gente que hable idiomas, y el personal cualificado ha cambiado a otras ramas o ha salido del país», afirma.
«Tras el Covid, la gente tiene ganas de viajar. Como se ha ahorrado dinero, los años 2022 y 2023 han sido muy buenos», cuentan en PANGEA The Travel Store, una agencia de viajes de larga distancia. «Ahora, nadie se plantea ir a Rusia. Antes, teníamos viajes a Moscú y a San Petersburgo y viajes de autor, aunque no estuvieran en el top de destinos. Los países de los alrededores también han sufrido una bajada, aunque esos destinos no se comercializaban muy a menudo». La guerra, en definitiva, empobrece a Rusia en todos los sentidos.
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