Guerra sucia de la prensa marroquí contra los Macron

Las relaciones entre París y Rabat se han enconado en los últimos años, algo que fue evidente hace un mes cuando Marruecos rechazó la ayuda de Francia tras el terremoto

¿Por qué Marruecos rechaza la ayuda de Francia?

El presidente Emmanuel Macron, y su esposa Brigitte, esta semana durante un acto en París AFP

Juan Pedro Quiñonero

Corresponsal en París

El 10 de diciembre de 2020, Donald Trump abrió una histórica e inconclusa crisis entre Marruecos y Francia, que Rabat puede envenenar aún más haciendo uso de armas muy sucias: revelaciones de carácter muy íntimo, incluso sexual, sobre Emmanuel Macron, su esposa Brigitte y varios ... miembros de su Gobierno. Aquel día el hoy expresidente de EE.UU. reconocía la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, antiguo Sahara español, al tiempo que anunciaba la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel. Pero en nombre de los intereses de Washington, aquella decisión del Gobierno de Trump provocaba un profundo desencuentro con la República francesa, primer aliado de la Monarquía alauí desde la independencia.

Mohamed VI respondió a la iniciativa de Trump pidiendo a sus principales aliados que clarificaran su postura y sostuvieran «sin equívoco» la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española.

La Francia de Macron nunca ha seguido ni aceptado la iniciativa de Trump que confirmó el actual presidente estadounidense Joe Biden, declarándose, eso sí, partidaria de una «solución duradera y aceptable, conforme a las resoluciones de la ONU»; y apoyando, siempre, los trabajos de la Misión de Naciones Unidas para la organización de un referéndum en el Sahara occidental. Pero para el Rey de Marruecos, jefe de Estado y máxima autoridad religiosa, y apoyado por EE.UU. e Israel, esa posición es intolerable.

Desde la independencia de Marruecos, en 1956, Rabat y París han sufrido múltiples y graves encontronazos. Del asesinato de Ben Parka, en 1965, al escándalo Pegasus, el espionaje telefónico a políticos franceses –Macron incluido– en 2021, Marruecos y Francia han sufrido tensiones importantes. Pero ninguna crisis ha sido tan grave como la actual sobre la soberanía del Sahara por una razón muy simple: está en juego la identidad geográfica del Estado, cuando el país magrebí se encuentra en una encrucijada tras el devastador terremoto de hace un mes que el monarca escenificó al negarse a aceptar la ayuda humanitaria de Francia.

Complicadas relaciones

Durante medio siglo, Rabat y París habían manejado con prudencia sus complicadas relaciones. Pero tras el seísmo, que se cobró miles de muertos, la prensa próxima al Palacio Real y al Gobierno ha comenzado a utilizar contra el presidente Macron, su esposa y varios miembros del Gobierno, unas armas de una bajeza y suciedad asombrosas.

Tradicionalmente, la prensa basura está dirigida a un público 'popular' y en este caso, la prensa próxima al Rey y su Gobierno, en Rabat, está recurriendo a esas técnicas para tratar un conflicto diplomático de fondo. Tras insistir en que Francia rechaza las exigencias marroquíes sobre el Sahara, esos medios lanzan riadas de agua sucia y podrida sobre la «identidad sexual» de las más altas jerarquías políticas galas.

La asombrosa campaña tiene dos objetivos: primero, intentar degradar, manchar, ensuciar, la figura personal del presidente francés; y, segundo, encubrir las revelaciones bien confirmadas sobre los devaneos personales del Rey marroquí en París.

La campaña intentaría degradar la figura del presidente francés y encubrir las revelaciones sobre los devaneos del Rey marroquí en París

 

Tradicionalmente, los Reyes de Marruecos, como mucha otras personalidades musulmanas, han sido propietarios de ultralujosas residencias en París y la Francia profunda. Hace tres años, el Rey de Marruecos compró a la Familia Real de Arabia Saudí un suntuoso hotel particular de 1.600 metros cuadrados, a dos pasos del Campo de Marte, muy próximo a la Torre Eiffel. Oficialmente, Mohamed VI deseaba «estar cerca» de las hermanas de su exesposa, parisinas de adopción. Oficiosamente, no es un secreto que el monarca marroquí adora la vida nocturna parisina, sin miedo a los «excesos controlados», no siempre «privados».

Vídeo callejero

En su día, causó estupor y escándalo un vídeo callejero mostrando a Mohamed VI ebrio, con un vaso de vino en la mano, tambaleándose por una calle próxima a la plaza de la Concordia. Los servicios de seguridad marroquíes se apresuraron a difundir una versión aceptable del vídeo, intentando denunciar una «manipulación». Tanto da. Tampoco son un secreto las «amistades peligrosas» del Rey marroquí, en Rabat, y en un París 'la nuit' solo apto para personalidades con una fortuna muy sólida.

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Los servicios de seguridad franceses conocen con mucho detalle los devaneos íntimos de Mohamed VI en Gabón, en Francia, en París. Pero no han deseado competir en el terreno de las filtraciones basura para no envenenar una crisis que la prensa marroquí ha ensuciado de modo peligroso.

Si el Sahara y la guerra sucia ocupan el centro de la gran escena de la crisis global, los inmigrantes marroquíes y la colonia francesa en Marruecos quizá sean las víctimas más frágiles. En Francia viven más de millón y medio de marroquíes en situación muy diversa. Con papeles, la mayoría; en situación precaria, bastantes. Sin olvidar a unos 670.000 franco-marroquíes que gozan de la doble nacionalidad.

Unos 50.000 franceses residen en Marruecos. Una microélite de millonarios franceses viven en palacios y grandes hoteles de ultralujo marroquíes. Es el caso del escritor Bernard Henry-Lévy, heredero de una gran fortuna, y de Dominique Strauss-Kahn (DSK), exministro socialista, implicado en legendarios escándalos de sórdida sexualidad. Ellos y otros no tienen problemas. Por el contrario, los pequeños funcionarios y los franceses menos acomodados lo tienen mucho más crudo. Por su parte, los marroquíes más modestos que intentan salir adelante, en París, su periferia, y otras grandes ciudades, pueden ser víctimas de las complicaciones burocráticas de unas pésimas relaciones que la guerra sucia no puede arreglar.

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