Guardianes de la memoria de los ahogados en el Mediterráneo

Seis meses después del naufragio del Adriana, una de las peores catástrofes acaecidas en aguas griegas que costó la vida a más de 500 inmigrantes, varios supervivientes nos relatan su pesadilla en aquel cascarón de la muerte

Señalan a la Guardia Costera griega por el naufragio que costó la vida a más de medio millar de inmigrantes

Supervivientes del naufragio del Adriana AFP | VÍDEO: Elisseos Kontis y David Conde

Marta Cañete

Corresponsal en Atenas

El 14 de junio de 2023, el Adriana, un viejo pesquero de arrastre que había partido de aguas egipcias, recogía en aguas abiertas de Libia a más de 700 migrantes de nacionalidades siria, egipcia y paquistaní que viajaban a Italia en busca de una ... vida mejor. Han pasado seis meses desde su hundimiento en Pylos, al sur del Peloponeso, pero aún se desconoce la cifra exacta de los pasajeros que embarcaron en el destartalado barco. Según el testimonio de varios de los supervivientes, en la embarcación viajarían entre 700 y 800 personas.

El Adriana inició la ruta a Italia la noche del 9 de junio, pero cuando el día 13 el motor empezó a presentar problemas algunos de los ocupantes pidieron ayuda a la activista italo-marroquí Nawal Soufi, quien informó a las autoridades italianas de la ubicación del pesquero y de que había menores y personas enfermas a bordo.

A su vez, Italia se puso en contacto con Grecia, cuyas autoridades enviaron un helicóptero que consiguió localizar el buque a las 11 de la mañana del 13 de junio. Sin embargo, durante las 15 horas que transcurrieron desde el avistamiento del Adriana por parte de Grecia hasta el naufragio, no se desplegó un dispositivo de rescate acorde con la elevada cifra de personas que viajaban a bordo.

Las autoridades paquistaníes calculan que, al menos, 300 de los migrantes que viajaban a bordo del Adriana eran de esta nacionalidad. De los 104 supervivientes, 12 de ellos son paquistaníes. El día que se cumplieron 6 meses de la tragedia nos reunimos con el presidente de la Comunidad Paquistaní de Grecia, Khalid-Mugal, quien nos presentó a los cinco supervivientes que acudieron al acto conmemorativo por las víctimas en un conocido bar de la capital griega. Llegaron en transporte público desde el Centro de Recepción e Identificación de Malakasa, donde residen mientras esperan a que su solicitud de asilo sea aprobada para poder partir rumbo a Alemania, Italia, Portugal... o volver a casa. «Han sido tantas las dificultades desde que nos salvamos, que lo único que quiero es ver a mis padres», comenta Inzmam Mqbool, de 21 años.

Un viaje de varios meses

Para Muhammad Hamza, el viaje comenzó en abril, cuando partió de Gujranwala para recorrer en coche los más de 250 kilómetros que separan su ciudad natal de Islamabad. Iba acompañado por su primo; ambos tomaron un avión y, tras varias escalas, aterrizaron en Libia. Una vez allí, los traficantes a los que habían pagado cerca de 7.600 euros cada uno, les llevaron a un minúsculo apartamento donde solo recibían comida cada 48 horas. «Muchas veces nos daban tan solo un pan de pita», explica Muhammad.

Los supervivientes Arriba, A la derecha Ur Rehman Haseeb, a la izquierda Inzmam Mqbool y en el centro Rana Husnain. Abajo a la izquierda, Zeeshan Sawar a la izquierda y Muhammad Hamza a la derecha. A la derecha, Inzmam Mqbool dentro del barracón donde vive en Malakasa. M.C.

Durante los casi tres meses que los dos primos pasaron en Libia, fueron trasladados a varios pisos que la mafia tenía por el país. «Todos esos lugares eran minúsculos y éramos tantas personas que apenas cabíamos, la comida siempre era escasa y recibíamos golpes y gritos por parte de los guardias», relata Muhammad.

Sobre la experiencia en Libia, Inzmam Mqbool explica a ABC que él permaneció durante 4 semanas sin poder tumbarse porque en el piso de los traficantes había tantas personas que solo cabían sentadas o de pie. «Estuve más de un mes en una habitación con más de 400 personas. La puerta solo abría cuando los traficantes nos traían algo para comer, el resto del tiempo permanecíamos sentados o nos poníamos de pie para estirar las piernas o ir al baño que compartíamos entre todos», relata Zeeshan Sawar, de 28 años.

Origen, Libia

El 9 de junio, Muhammad y su primo embarcaron en una lancha hinchable en Libia y, en alta mar, subieron al Adriana, donde pasarían días sentados en la cubierta con las piernas pegadas al pecho y sin poder apenas moverse. Muhammad asegura que tanto en la cubierta como en el interior del barco también viajaban ancianos, mujeres y niños, y que, antes de partir, la tripulación les obligó a tirar por la borda sus objetos personales, agua y comida porque el barco llevaba sobrecarga.

En el momento del hundimiento, Muhammad consiguió saltar al agua y encontró un bidón vacío al que se encaramó con todas sus fuerzas. «No se me da muy bien nadar y notaba que empezaba a hundirme. Cuando mis fuerzas estaban a punto de acabarse, dos egipcios que flotaban sobre unos restos de plástico me agarraron del brazo y me mantuvieron a flote», relata el joven. Muhammad explica a ABC que cuando el barco zozobró, las patrulleras de Salvamento Marítimo griego se alejaron a gran velocidad de la zona y que tardaron «una eternidad» en volver para rescatar a las personas que intentaban mantenerse a flote.

Situación caótica

Por su parte, Inzmam partió con sus amigos Ur Rehman Haseeb, Asam, su primo Adbul Wahab y otras 26 personas desde Cachemira con intención de llegar a Italia. Del grupo de jóvenes, solo los dos primeros consiguieron sobrevivir. «Como estábamos en la cubierta, conseguimos saltar al agua y alejarnos a nado del barco, donde cientos de personas estaban intentando flotar y la situación era caótica».

Rana Husnain, otro joven paquistaní que estaba junto a ellos, logró mantenerse a flote hasta que, exhausto, subió al yate con bandera mexicana que acudió a su rescate. «El cadáver de mi primo sí consiguieron recuperarlo y fue identificado gracias a las pruebas de ADN. Mi familia pudo enterrarlo en Pakistán. Sin embargo, de Asam no sabemos nada, su cuerpo se hundió con el Adriana y sus padres están desesperados», explica Inzmam.

Zeeshan Sawar partió de Pakistán con cinco conocidos y familiares. Permanecieron un mes en Libia. El día que los traficantes les anunciaron que había que partir, uno de ellos decidió quedarse en Libia, mientras que los demás se embarcaron en el Adriana. Tan solo Sawar consiguió sobrevivir, sus amigos y parientes están en la lista de desaparecidos. Denuncia que cuando fue trasladado a Kalamata pidió ver los cuerpos sin vida recuperados. «Nadie mejor para identificar a nuestros seres queridos, lo hubiésemos hecho mejor que cualquier prueba de ADN».

«Papá, acabamos de embarcar, estoy bien. Hussanin está conmigo, dile a su familia que él también está bien», enviaba en un mensaje de audio Hassan Aneez, de 19 años, a su padre en el momento que embarcó. El joven partió de Pakistán con tres amigos, Ali Hussanin, Feisal Imran y Mehtab Ali, el único que consiguió salir con vida. Aunque el padre de Hassan se hizo las pruebas de ADN y rellenó el interminable cuestionario de la Policía, su cuerpo no está entre los 50 cadáveres identificados.

Los cinco refugiados opinan que la Guardia Costera helena tiene buena parte de responsabilidad. Según ellos, el barco zozobró debido a una maniobra brusca por parte de los patrulleros mientras intentaban remolcar al Adriana. Exigen que se haga justicia, que las muertes del naufragio de Pylos no se olviden y que la gestiones para conseguir el asilo vayan más rápido para poder retomar sus vidas junto a sus familiares.

Aunque muchos de los 104 supervivientes han conseguido abandonar Grecia, algunos permanecen en el Centro de Recepción e Identificación de Malakasa a la espera de que las autoridades les concedan el asilo. «Podemos salir a pasear, pero la mayoría del tiempo lo pasamos en los barracones durmiendo porque no estamos bien psicológicamente», comenta Inzmam. «Los días en los que vamos a Atenas para hacer gestiones me dan la vida. En Malakasa las horas se me hacen interminables, me viene a la cabeza lo que pasó y me acuerdo de la gente que no consiguió sobrevivir. Además, estoy muy preocupado por si no consigo los papeles», añade el joven. «Para mí el viaje ha terminado, cuando me concedan el asilo me quiero quedar aquí y conseguir un trabajo como mecánico, pero antes quiero visitar a mis padres en Pakistán».

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