Dimite el Gobierno palestino para tender una mano a Hamás

El octogenario Abás, que lleva casi 20 años en el poder, podría tener los días contados

Yenín, la 'pequeña Gaza' de Cisjordania

Mohammad Shtayyeh, preside una reunión de gabinete en Ramala, Cisjordania AFP

El primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el órgano encargado de la Administración en la Cisjordania ocupada por Israel, presentó ayer su dimisión junto a la del resto de su gabinete, como protesta por la guerra en la Franja de Gaza y, ... sobre todo, para forzar la apertura de una nueva fase política interna que, según muchos analistas, podría tender una mano a los radicales de Hamás. El movimiento se considera también una crítica abierta al presidente de la ANP, Mahmud Abás, de 88 años, que lleva ininterrumpidamente en el poder desde 2005.

La crisis de gobierno en Cisjordania coincide con el ultimátum dado por Israel a Hamás para que libere a todos los rehenes, antes de su anunciada ofensiva militar contra el último bastión de los islamistas en la Franja, la superpoblada Rafah. Un miembro del Gabinete de seguridad israelí señaló hace días que el ataque se producirá dentro de dos semanas, el 10 de marzo, fecha de comienzo del periodo de ayuno musulmán.

La ANP de Abás –cada vez más impopular entre los palestinos según los sondeos– ha aguantado el tirón de estos cuatro meses de guerra en Gaza, y ha logrado evitar levantamientos generalizados en Cisjordania. Pero su incapacidad para tener el más mínimo protagonismo en el conflicto se suma a las críticas pasadas contra el entorno de Abás, al que se califica de «corrupto e incompetente». Sorpende el papel que durante la guerra están teniendo otras capitales árabes, como Riad o Doha, frente a la inanidad de Ramala, la ciudad cisjordana donde reside el gobierno de Abás.

Se explica así que una delegación del Gobierno israelí viajara ayer a la capital de Qatar para negociar la liberación de los rehenes que aún están en poder de Hamás, a cambio de algún tipo de tregua en la guerra. La Administración Biden, que también está mediando en esa negociación junto con cataríes, saudíes y egipcios, cree que un acuerdo está «al alcance de la mano». Pero es llamativo que en la diplomacia que acompaña a la guerra de Gaza el gabinete palestino que encabeza Mahmud Abás brille por su ausencia.

Es cierto que la Autoridad Nacional Palestina paga puntualmente los salarios de decenas de miles de funcionarios -entre ellos los 34.000 policías encargados de la seguridad en los territorios ocupados-, pero también que ha sido incapaz de evitar que los colonos judíos ampliasen en los últimos años los asentamientos en Cisjordania. Fuente constante de choques, con frecuencia armados, los colonos judíos han convertido ya ese territorio ocupado en un queso de gruyere cada vez más ingobernable para la administración autonómica.

La ANP está controlada por el partido Fatah de Yaser Arafat, y ha mantenido una línea de negociación y conciliación con Israel que la mayoría de los palestinos rechaza según indican las encuestas.

Hasta el cambio de siglo la ANP, constituida en 1993 tras los Acuerdos de Oslo como insfrumento clave para un futuro Estado palestino, mandaba tanto en Cisjordania como en Gaza. Pero en 2007 -dos años después de la salida del Ejército israelí- fue desplazada de la Franja por el movimiento islamista radical de Hamás, que desde entonces es completamente hostil a Abás y a todo su entorno.

La crisis de gobierno en Cisjordania, protagonizada por el 'premier' de Abás, Mohamed Stayeh, es el anuncio de que el octogenario heredero de Arafat es un ‘político muerto’, y que la olla interna palestina entra a partir de ahora en ebullición, se produzca o no escalada militar en Gaza.

Es también un preaviso del interés de algunos líderes dentro de la Autoridad Nacional Palestina por situarse en posturas más radicales, y tender una mano a Hamás para que entre en un futuro gabinete. Un oficial de Fatah en Nablús, Rael al-Debiy, declaró hace poco a ‘The Economist’: «Fatah necesita la popularidad de Hamás, y Hamás necesita la legitimidad internacional de Fatah». Sobre el papel, un buen matrimonio de conveniencia que en el pasado nunca funcionó.

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