«El infierno israelí es mejor que el paraíso egipcio»
MIKEL AYESTARÁN
La tripulación del Mohamadín 61 toma té a la sombra de la cabina de mando. Acaban de regresar a puerto después de una noche accidentada. Una más en una historia reciente marcada por los constantes encuentros con patrulleras israelíes que abren fuego de forma habitual ... contra los pescadores de Gaza. “Una vez llevamos a un periodista americano que quería hacer un reportaje y se murió de miedo. Los israelíes empezaron a disparar y el tipo salió a cubierta y les empezó a mostrar el pasaporte para decirles que era americano. Incluso llamó a su Consulado. No entendía la razón de los disparos contra simples pescadores”, recuerda Nihab Rajab, el patrón, que lleva desde los doce años trabajando en el mar. “Antes todo era mejor y podíamos hacer hasta seis mil shekels al día (1.200 euros al cambio), ahora es muy raro el día que pasamos de los 500 (cien euros)”, lamenta mientras muestra las marcas de guerra en el casco de la embarcación.
Gaza vive de cara al mar, pero todos saben que las aguas son competencia israelí. Las setecientas embarcaciones con licencia tienen derecho a pescar a una distancia máxima de tres millas naúticas, “pero cuando viene alguna flotilla internacional no podemos casi ni salir del puerto”, señala Nihab. Pese a no poder trabajar opina que “es muy positivo que vengan cuantos más barcos mejor para que el mundo se entere de lo que está pasando aquí. Peor que ahora no vamos a estar, así que esperamos muchos más barcos internacionales”. Algunos pescadores han reciclado sus embarcaciones en botes de recreo y trabajan en las abarrotadas playas de Gaza llevando a familias enteras a dar una vuelta, una actividad que también hay que llevar a cabo con cuidado si se aproximas barcos de ayuda “porque las patrulleras israelíes son capaces de todo”, aseguran sus patrones.
El puerto de Gaza, bombardeado en repetidas ocasiones, es uno de los puntos sensibles para la seguridad de la franja ya que “puede ser usado por colaboradores para pasar información al enemigo”, señalan fuentes de la seguridad del muelle. Cuando se les pregunta por el contrabando aseguran que “está controlado”. Pero el contrabando tiene muchas caras en Gaza y una de ellas es la del pescado que los barcos egipcios venden a los palestinos. Las lanchas rápidas llegan en diecisiete minutos a la frontera de Rafah y allí los vecinos egipcios venden su pescado –de mejor calidad porque tienen posibilidad de faenar más lejos de la costa- preparado en cajas isotérmicas con hielo y todo. Pescado que se puede comprar en la semivacía lonja de la ciudad de Gaza en el que el poco pescado que se ofrece se vende a precios inalcanzables para el ciudadano medio.
“Con las amenazas de Israel es raro el día que traes más que una caja de sardinas y eso reporta apenas 160 shekels (32 euros), por eso el pescado egipcio es más rentable. Tiene mejor acogida en los restaurantes”, confiesa Ahmed, que a sus 43 años lleva 25 entregado a la pesca. Le gustaría cambiar de oficio, pero no es nada sencillo encontrar empleo en un lugar con una tasa de paro del cuarenta por ciento. “El infierno israelí es mejor que el paraíso egipcio, yo he sido apresado por agentes de los dos países y sé muy bien lo que digo”, advierte este autentico pirata del pescado mientras cuenta billetes de un gran fajo que guarda en una riñonera de cuero negro.
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