Gánsteres en Estocolmo: los barrios periféricos de la capital sueca se convierten en lugares sin ley
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Corresponsal en Berlin
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Iniciar sesiónGöran tiene 66 años, vive en Farsta, un suburbio del sur de Estocolmo, y sale a comprar el pan con el chaleco antibalas puesto. «Aquí es muy difícil conseguirlos, a mí me lo ha traído el novio de mi hija de Estados Unidos», presume. ... El pasado mes de junio, un chaval de 15 años fue asesinado delante de su casa. El ajuste de cuentas entre bandas se cobró la vida también, en ese mismo tiroteo, de otro menor de la misma edad, un hombre de 45 años y una mujer de 65.
«Recuerdo con nostalgia los tiempos en los que el principal problema para la salud era el colesterol alto y el sedentarismo. Hoy el principal problema para la salud son las balas perdidas», rumia, mientras recuenta fallecidos y resume el 'modus operandi' de las bandas: «Quieren matar a alguien: entonces localizan dónde está por el teléfono móvil o con drones y programas de reconocimiento facial, y envían su ubicación a unos pistoleros». Y la ubicación puede ser perfectamente un parque infantil, como sucedió el pasado 25 de agosto, cuando jóvenes armados abrieron fuego sobre un parque en la zona residencial de Eskilstuna y resultaron alcanzados una madre y su hijo.
En promedio, se produce un tiroteo en algún lugar de Suecia una vez al día. En la mayoría de ellos hay implicados menores de edad. «Probablemente no hemos tenido una situación de seguridad como esta desde 1945, es un momento muy peligroso», reconoce el veterano policía Jale Poljarevius en el programa de radio Agenda. Como jefe del servicio secreto en la región policial del centro de Suecia, dirige una unidad que se ocupa explícitamente de las pandillas: «Vemos que la violencia definitivamente ha aumentado, es increíble que un país como Suecia tenga que vivir algo así, pero esa es la cruda realidad que tenemos que enfrentar y combatir con todos los medios posibles». Y en este punto toca nervio: la sociedad sueca, el Estado del bienestar, dispone para luchar contra la violencia y contra las bandas del crimen organizado de medios y herramientas del siglo XX. Las bandas se sirven de la internet oscura y de la inteligencia artificial.
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Integración y subsidios
La Policía se centra en evitar el reclutamiento de jóvenes de trasfondo migratorio por parte de las bandas, con generosos programas de integración y cuantiosos subsidios, que incluso así ni se acercan a las enormes cantidades de dinero que reparten los narcotraficantes latinoamericanos, que hacen entrar por los puertos suecos buena parte de la cocaína que consume Europa. Estas nuevas generaciones de narcotraficantes y mafiosos usan criptomonedas que hacen menos rastreables sus beneficios e inteligencia artificial que diseña los desembarcos de mercancía. Blanquean dinero a través de la plataforma de música en 'streaming' Spotify, según ha demostrado una investigación del periódico 'Dagbladet'.
Han estado utilizando el dinero de la droga para pagar falsas reproducciones a artistas que acceden al fraude, voluntariamente o bajo presión. El inesperado ascenso de varios raperos, como Yasin Mahaloud o Erik Einar Grönberg, cuyas composiciones se colaban sistemáticamente en la listas de los más escuchados, con millones de reproducciones, hicieron sospechar a la Policía. Varios de ellos ya están muertos. La violencia que despliegan las bandas a su paso no le va a la zaga a los narcos del siglo XX. Otra característica es la proliferación de pandillas que luchan entre sí por territorios cada vez más estrechos y con una violencia extrema. El Gobierno estima que actualmente 30.000 personas pertenecen a estas pandillas y ha decidido implicar al Ejército en la batalla para vencerlas.
Tiroteos y explosiones
En los primeros ocho meses de este año, según las estadísticas oficiales de la Policía, se registraron más de 260 crímenes con armas de fuego, con un saldo de 34 muertos y 71 heridos. Las cifras se actualizan a diario. Nadie está libre de quedar atrapado en uno de esos tiroteos, como Adriana, de doce años, que recibió un disparo mientras paseaba a su perro. Además, en lo que va de año se han producido más de 120 explosiones, cuyo objetivo es intimidar o eliminar a los rivales.
Las afueras de Estocolmo y la ciudad universitaria de Uppsala se han convertido en un polvorín. Solamente entre el 7 y el 16 de septiembre, siete personas murieron en la zona por arma de fuego, incluido al menos un transeúnte que no tenía contacto alguno con la comunidad de pandillas. «En este momento las redes criminales se encuentran en una fase de escalada muy violenta», confirma el criminólogo Christoffer Carlsson, de la Universidad de Estocolmo. «Han comenzado a atacar a familiares de miembros de pandillas: si resulta difícil llegar hasta los miembros, entonces atacan a sus familiares», explica.
Y en el centro de la espiral de violencia se encuentra el líder de 36 años de la llamada red Foxtrot, conocido como 'El Zorro Kurdo', que, acorralado por la Policía sueca se ha escondido en Turquía y dirige actualmente desde allí su red criminal. La Policía sueca sospecha que distribuye listas con objetivos mortales a los que adjunta un premio en criptomonedas para quien comenta el asesinato, lanzando así a varias subpandillas a competir por la víctima.
En los primeros ocho meses de este año, según las estadísticas oficiales de la Policía, se registraron más de 260 crímenes con armas de fuego
Según información de la emisora de radio SVT, otro miembro del clan ha intentado usurpar su liderazgo en su ausencia y ha recibido un cruel escarmiento: el 7 de septiembre, su madre, de 63 años, fue asesinada a tiros en Uppsala. Desde entonces, un ataque de venganza sucede a otro sin pausa.
Algunos de los pistoleros no han cumplido todavía los 14 años. «Vemos tal desarrollo incluso en niños de ocho, nueve y diez años», lamenta el oficial de Policía Oskar Nissfolk. «Les regalan un teléfono móvil para estar localizables, les encargan inicialmente esconder pequeñas cantidades de drogas, se trata de un entrenamiento, están pensando en el futuro».
«Esto es, por supuesto, un acontecimiento trágico: que niños y jóvenes se conviertan en asesinos y también en víctimas de delitos, en el círculo vicioso en el que se ven arrastrados», reconoce el ministro de Justicia, Gunnar Strömmer. Los jóvenes son atraídos por las bandas a través de las redes, con ropa cara, grandes cantidades de dinero y un sentimiento de comunidad. A menudo son utilizados para los trabajos más sucios. Según la legislación penal juvenil en Suecia, si son declarados culpables se enfrentan a penas de prisión significativamente más bajas que las de los adultos, lo que significa que pueden volver a la escena al cabo de unos pocos años.
Cárceles juveniles
Para contrarrestar esta tendencia, además de las ya existentes medidas preventivas para los niños en zonas problemáticas y mayores esfuerzos en materia de integración, Strömmer planea la creación de cárceles juveniles separadas, incluso para niños de 13 o 14 años. «Se están poniendo los medios, pero se necesitan entre 10 y 15 años para controlar la violencia armada. Un indicador temprano del camino correcto sería si el número de nuevos reclutas menores de edad en la red disminuye y finalmente se detiene», diagnostica el criminólogo Christoffer Carlsson. «Entonces estaríamos empezando a ver el la luz al final del túnel».
Lasse Wierup, periodista del diario 'Dagens Nyheter' y autor del libro 'Gangsterparadiset', publicado en 2020, estima que hoy en día existen entre 300 y 350 de estas redes criminales en Suecia, desde clubes de 'rockers' armados hasta pandillas étnicamente cohesionadas. El ministro de Justicia ha hablado recientemente de unos 9.000 pandilleros activos y casi 21.000 ayudantes y simpatizantes.
En los primeros ocho meses de este año, según las estadísticas oficiales de la Policía, se registraron más de 260 crímenes con armas de fuego
Las bandas importan al país entre 100 y 150 toneladas de drogas cada año. «Muchos de los pandilleros mayores están ahora huidos o en prisión y, de repente, jóvenes sin experiencia tienen que ejecutar las decisiones. Esto hace que los grupos sean aún más impredecibles», describe Wierup. «Operan principalmente en torno a grandes metrópolis como Gotemburgo y Estocolmo. Malmö ocupa una posición especial. Al sur, las drogas y las armas llegan a través del puente de Öresund o en barcos desde el sur de España o Italia, y con ellas gobiernan una sociedad paralela formada por inmigrantes».
En las décadas de 1950 y 1960, Suecia experimentó su milagro económico, trayendo a muchos trabajadores inmigrantes de Italia, Yugoslavia y Turquía y acuartelándolos en distritos satélites. Sus nietos son ahora los reclutados por las bandas a mucha más velocidad que el Gobierno contrata agentes de Policía o endurece las penas para los menores. «No soy optimista», reconoce el jefe de la Policía de Suecia, Anders Thornberg. «Pero cuanto más nos empleemos a fondo, antes lo lograremos».
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