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Langosta, 7Up y cuatro tiros

El Estado de Utah cumple la polémica voluntad del preso Ronnie Lee Gardner de ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento

PEDRO RODRÍGUEZ

Pocos minutos después de la medianoche (ocho de la mañana de ayer, hora peninsular), en una prisión a las afueras de Salt Lake City, Ronnie Lee Gardner vio cumplido su deseo de morir frente a un pelotón de fusilamiento, tras pasar los últimos 25 años condenado a la pena capital.

Ni las más altas instancias judiciales de Estados Unidos ni el gobernador republicano se interpusieron en el extraño privilegio que correspondía a este doble asesino por haber elegido el paredón antes de que hace seis años el plomo y la pólvora fuesen descartados en Utah como alternativa aceptable para hacer cumplir sentencias de muerte.

Dentro de la milimétrica coreografía llevada a cabo en la prisión estatal de Utah, situada en Draper, el reo tuvo la oportunidad de despedirse de su familia el miércoles por la noche. La víspera, Ronnie recibió su cena especial con un menú compuesto por filete, langosta, pastel de manzana y helado. Todo regado con 7Up por tener prohibido el alcohol.

Desde entonces hizo ayuno con excepción de agua vitaminada y refrescos. Y se entretuvo leyendo la novela de David Baldacci «Justicia Divina», sobre una ex asesina a sueldo de la CIA. Entre siestas esporádicas, también tuvo ocasión de ver la trilogía de «El señor de los anillos». Tras una última entrevista con sus abogados y un obispo mormón, fue llevado desde una celda especial de observación a la adyacente cámara de ejecuciones.

En el paredón rodeado por sacos terreros, el preso de 49 años fue amarrado con seis correas a una silla especial, le ciñeron una capucha negra y le colocaron una diana redonda sobre el corazón. También se le preguntó si quería pronunciar unas últimas palabras. Privilegio que declinó con un lacónico «No quiero, no».

Tercer reo desde 1976

Una discreta cuenta atrás empezando por el número cinco. Al llegar al número dos, el preso recibió la descarga de un pelotón, compuesto por cinco policías voluntarios. Todos armados con fusiles Winchester, a los que se les había repartido cuatro balas de verdad y una de fogueo. A siete metros de distancia y con el calibre de munición utilizada no había mucho margen para el error. La mortal salva fue disparada a las 12:15, hora local. Y a las 12:20 un médico forense certificaba la defunción.

De esta manera, Gardner se convirtió en la tercer reo ejecutado por un pelotón de fusilamiento en EE.UU. desde que el Supremo ratificase en 1976 la constitucionalidad de la pena de muerte, con un total de 1.213 ejecuciones desde entonces.

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