En el Frente de Fe: la lucha espiritual en las trincheras de Ucrania
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A través de los ojos del Padre Ivan, capellán de la 80ª Brigada, exploramos el impacto transformador de la fe y la espiritualidad en el corazón del conflicto ucraniano, donde la guerra se combate tanto en el campo de batalla como en el alma de los soldados
Ucrania lucha por una nueva movilización pese al cansancio causado por la guerra
Esta vez, ha tenido que esperar tres horas hasta obtener el OK para poder llegar a Chasiv Yar, una pequeña aldea del Este de Ucrania prácticamente reducida a escombros que hoy se ha convertido en una nueva línea del frente de las posiciones de artillería ... ucraniana en Bakhmut. El Padre Ivan, sacerdote capellán de la 80ª Brigada del ejército de Ucrania, conduce a gran velocidad, sin dejar de mirar hacia el cielo. «Los drones han sido un punto de inflexión en la guerra; si antes era un infierno, ahora creo que se ha reinventado el concepto que teníamos del infierno», asegura mientras esquiva como puede los socavones de la carretera. Su destino es una de las posiciones de una de las unidades de la Brigada 80, donde le esperan para la celebración de una misa y para atender en confesión a varios soldados.
Ve el vídeo:
El Padre Ivan es sacerdote de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, una de las 24 Iglesias sui iuris que integran la Iglesia católica. Es la más numerosa de las Iglesias orientales católicas y sigue la recensión rutena de la tradición eslava de la liturgia constantinopolitana (o rito bizantino), utilizando como lenguaje litúrgico el eslavo eclesiástico y como lengua auxiliar el ucraniano. «Desde pequeño tuve claro que quería ser sacerdote. A mi padre no le hizo mucha gracia, porque quería que fuera a la universidad, no al seminario», nos cuenta. «Fue en Maidan cuando me di cuenta de la importancia de la iglesia en acompañar las causas justas frente a la intolerancia, y desde Maidan, y posteriormente con la guerra en el Donbás, poco poco me fui integrando en el ejército hasta que hace dos años me convertí en el capellán militar de la Brigada 80».
«Antes de la guerra no creía en Dios, y la verdad es que ahora tampoco. Sin embargo, cada vez que estoy con el Padre Ivan, me ayuda a afrontar la idea de volver al frente»
Una pequeña sala aún decorada con adornos navideños y forrada con mantas para evitar que cualquier halo de luz se escape al exterior y delate la posición de la base, hace de capilla improvisada. En su interior, un grupo de unos doce soldados asiste a la liturgia. De fondo, los impactos de la artillería rusa rompen la armonía de las plegarias que se repiten al unísono durante la celebración de la misa. Entre los soldados ucranianos se encuentra Vasyl, un joven pelirrojo de Lviv que aún no ha cumplido la treintena y lleva sirviendo en el frente desde el inicio de la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022. «Antes de la guerra no creía en Dios, y la verdad es que ahora tampoco. Sin embargo, cada vez que estoy con el Padre Ivan, me trae paz y me ayuda a afrontar la idea de tener que volver al frente, sabiendo que las posibilidades de no volver con vida son muy altas».
El ejército de capellanes que se reparte entre las diferentes brigadas del ejército ucraniano no solo atiende asuntos relacionados con la fe y la espiritualidad de la tropa, sino que se han convertido en una especie de unidad que recupera el estado de ánimo de unos soldados exhaustos por la brutalidad de la guerra y que, en palabras del Padre Ivan, «llegan muertos en vida cada vez que regresan de una rotación en la línea del frente».
A nivel espiritual y desde el dogma de la fe, los soldados en la guerra tienen que enfrentarse a gran dilema de la muerte. «La lucha por la supervivencia y el quitar la vida al enemigo es el gran cisma interno que vive todo soldado. No pasa ni un solo día en el que no me pregunten si es pecado o no matar al enemigo, y lo difícil que es entender cómo Dios permite tanta brutalidad, dolor y odio. Yo siempre les digo que luchan por su vida, por la de sus familias, por la de su país y que es una causa justa».
En la clandestinidad de un lodazal oculto en una hondonada, un grupo de soldados termina de repasar los últimos detalles tácticos operativos que usarán en la posición a la que se dirigen a combatir. El Padre Ivan, junto a dos de sus ayudantes, ha traído consigo comida y bebida para compartir con los soldados. Unas horas antes, recibió una llamada en la que se le ordenaba ofrecer la extremaunción, sacramento que consiste en la unción con óleo sagrado hecha por el sacerdote a los fieles que se hallan en peligro inminente de morir, a una unidad de infantería que tiene previsto entrar en combate esa misma noche.
Ecos de la guerra
La imagen estremece. El sacerdote y todos los componentes de la unidad rezan abrazados en un gran círculo, pidiendo a Dios que les ayude a seguir vivos y cumplir su misión. Un fuerte y contundente grito de «Slava Ukraini» (gloria a Ucrania) pone punto y final al emotivo momento. Mientras observa cómo los soldados se suben a los vehículos que les llevarán al frente, el Padre Ivan no duda en compartir una confidencia que no todo el mundo se atreve a decir en público en Ucrania hoy en día: «Lo más duro como sacerdote y como ser humano es ser consciente de que una gran mayoría de estos jóvenes que van ahora al frente no volverán nunca con vida».
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