Francia, un país sumido en una depresión política y social que no alivia ni la fiesta olímpica

Quince horas antes de la inauguración de los JJ.OO., la SNCF (Société nationale des chemins de fer français), equivalente de la Renfe española, sufrió la madrugada del viernes actos de sabotaje que afectaron a más de 800.000 pasajeros, en toda Francia. La opinión pública y los servicios de inteligencia se dividieron profundamente. Para unos, se trata de un ataque subversivo organizado por «amigos» de Vladímir Putin. Para otros, se trata de un sabotaje por ecologistas ultra radicales partidarios del «eco terrorismo».

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Los portavoces oficiosos de Le Pen y Mélenchon apoyan una u otra hipótesis, respondiendo a intereses políticos particulares, muy alejados de la responsabilidad imprescindible cuando se abordan los problemas de seguridad nacional. Las armas políticas más sucias son desenterradas para lanzar ataques podridos y envenenados.

Días antes del inicio oficial de los JJ.OO., varios portavoces de LFI denunciaron la presencia de Israel y sus deportistas. LFI apoya abiertamente a Hamás y su posición precipitó un rosario de emocionados recuerdos de la matanza de atletas judíos en los JJOO de Múnich, en 1972. El ministerio del Interior se apresuró a incrementar los servicios de seguridad que protegen a los atletas judíos. Emmanuel Macron, por su parte, recibió en el Elíseo al presidente de Israel, Isaac Herzog.

La guerra iniciada con la matanza de Hamás, el 7 de octubre pasado, divide profundamente a toda la clase política francesa. Macron insiste en la necesidad de defender la seguridad de Israel, distanciándose de Benjamín Netanyahu. Jean-Marie Le Pen refundó la extrema derecha francesa integrando a varios partidos expresamente neonazis. Su hija Marine es hoy la única personalidad política francesa que apoya abiertamente a Netanyahu.

El costo y esperados beneficios de los JJ.OO. son motivo de agrias controversias. Las asociaciones gremiales de propietarios de bares, restaurantes y terrazas denuncian una organización catastrófica, temiendo pérdidas económicas graves. LFI, por el contrario, ha decidido utilizar ese patético debate como arma de contestación institucional: presentará una moción de censura contra los presupuestos del Estado, cuando comience la nueva sesión parlamentaria, a mediados de octubre. El partido de Marine Le Pen ha anunciado que votará la propuesta de censura del partido de Mélenchon.

Agrupación Nacional (extrema derecha), el partido de Le Pen, tiene 126 diputados. La Francia Insumisa (extrema izquierda) tiene 72 diputados. Juntos suman 192 diputados. El PCF y otros grupúsculos izquierdistas tienen 17 diputados. A la derecha (derecha asociada a Le Pen) tiene 16 diputados. Juntos, sumarían 225. La mayoría absoluta, en la Asamblea Nacional (577 diputados) es de 289 escaños. Muchos socialistas y ecologistas podrían apoyar la censura. El voto de extrema derecha y extrema izquierda puede paralizar los trabajos parlamentarios por venir, incluso agravar la crisis política nacional, antes siquiera que Emmanuel Macron haya conseguido formar una aleatoria mayoría parlamentaria simple que apoye sus amenazados proyectos.

El previsible bloqueo de los presupuestos del Estado, coincide con la apertura de un proceso de la Comisión europea por incumplimiento de los compromisos de Estado con la zona euro. La controversia sobre el costo de los JJ.OO. coincide con el «ingreso» de Francia en el grupo de países incapaces de cumplir sus compromisos europeos: Italia, Bélgica, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Malta.

Desde hace semanas se prestó a Emmanuel Macron el proyecto o deseo de incluir a Aya Nakamura, la cantante francófona más escuchada en el mundo, entre las personalidades presentes en la inauguración. La mera idea precipitó una polémica muy agria: Nakamura es una cantante negra cuyas letras tienen, por momentos, un carácter «erótico» pasablemente crudo. Finalmente, Slimane, cantante francés de familia magrebí, y otros raperos y cantantes de la Francia cultural, darán a los Juegos esa dimensión profunda, que «choca» y reabre grietas peligrosas en una sociedad víctima de una fragmentación social sin precedentes.

Coco, dibujante e ilustradora célebre, nombre artístico de Corinne Rey, se ha hecho eco de esas crisis, en «Liberation» (matutino independiente de izquierdas), parodiando una pintura legendaria que forma parte del canon artístico nacional, «La Balsa de la Medusa», de Théodore Géricault, una de las obras más visitadas en el Louvre. Coco ha imaginado una balsa que navega a la deriva en el Sena de los JJ.OO. con Macron enarbolando una raída bandera nacional, con rumbo desconocido. Hace días, Coco fue amenazada de muerte por otro dibujo semejante.