Los franceses piden la guillotina política para Macron
El primer ministro, repescado tras su dimisión, debe formar un nuevo gobierno mayoritariamente centrista ante una Asamblea Nacional donde una mayoría considerable se inclina por volver a votar otra censura
Macron encarga de nuevo al dimisionario Lecornu formar un Gobierno para zanjar la crisis nacional
Corresponsal en París
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Iniciar sesiónOpinión pública, pequeñas y medianas empresas coinciden en estimar que Emmanuel Macron se dirige a paso de carga hacia la 'guillotina' política. La reelección de Sébastien Lecornu como primer ministro, dimitido «irrevocablemente» dos días antes, a la espera de la formación de ... un nuevo gobierno condenado a la censura, es percibida como una «agravación del caos».
Mi panadera, Madame Bernard, resume la evolución de la crisis francesa de este modo: «Entre mis clientes no hay uno que entienda nada. El presidente se ha encerrado en su búnker del Elíseo, alejadísimo de la calle. La tradición francesa, en estos casos, es la guillotina, donde acabó Luis XVI. Los franceses somos regicidas».
El presidente de un gran grupo de comunicación, que no desea ser identificado, declara al matutino conservador 'Le Figaro': «Macron es una bomba humana instalada en el Elíseo. El jefe del Estado está jugando a la ruleta. Año y medio de crisis nos han costado quince mil millones de euros. Agravando la crisis de credibilidad financiera, instalada Francia como »farolillo rojo« de la zona euro».
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Frédéric Coirier, director general de Pouloulat, teme la agravación económica y social de la crisis: «Los políticos no pueden prolongar la crisis anunciando nuevos gastos, nuevos impuestos. La actividad económica está retrocediendo, las familias tienen miedo, los jóvenes no encuentran trabajo. Y Macron sigue alimentando el caos».
François Villeroy de Galhau, presidente de la Banca de Francia, llega a esta conclusión alarmante: «La situación de las finanzas del Estado es insostenible. Presidente y partidos debieran intentar alguna forma de acuerdo para intentar evitar la agravación de la catástrofe nacional».
«Prisionero de los partidos»
El rescatado primer ministro, Sébastien Lecornu, ha enfatizado este sábado en una visita a una comisaría de policía en L'Hay-les-Roses, un suburbio al sur de París; que «necesitamos un gobierno que refleje la realidad del Parlamento pero que no sea prisionero de intereses partidistas». Además, ha añadido respecto al debate nacional de las pensiones, una línea roja para las izquierdas, que «todos los debates son posibles siempre que se desarrollen dentro de un marco real y realista, incluso en cuestiones presupuestarias».
Sin embargo, su reelección como jefe de Gobierno ha precipitado nuevos enfrentamientos. Los Republicanos (LR, derecha tradicional) no desean participar en el nuevo gobierno. Bruno Retailleau, ministro del Interior saliente, y Gérard Larcher, presidente del Senado, son contrarios a esa participación, estimando que Macron está «renunciando» a principios básicos de la política económica nacional. El macronismo pierde a unos aliados estratégicos.
Pierre Jouvet, secretario general del Partido Socialista (PS), lanza una advertencia de gran calado: «Advertimos al presidente y su jefe de Gobierno que votaremos la censura si no se abandona inmediatamente la reforma de las pensiones del presidente…». La reforma de las pensiones, aprobada el 2023, tras seis años de crisis, es el «gran activo» de la presidencia Macron, en trance de descomposición. Se ha convertido en una bomba de relojería política.
Jean-Luc Mélenchon, presidente de La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda), y Marine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), insisten varias veces al día, a coro: «Macron debe convocar elecciones anticipadas, ya. Y dimitir».
Macron y Lecornu deben formar un nuevo gobierno, mayoritariamente centrista, para presentar sus inciertos proyectos en la Asamblea Nacional la semana que viene, donde una mayoría considerable se inclina por volver a votar otra censura, prolongando la crisis que estalló hace año y medio, con una sucesión inconclusa de gobiernos siempre al borde de una censura que termina consumándose.
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