Fang Bin, el bloguero que reveló las muertes de Covid en Wuhan, sale de prisión

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Pablo M. Díez

Un empleado de un hospital de Wuhan narra los meses más duros del coronavirus, cuando no había furgonetas funerarias para llevar a todos los fallecidos a los crematorios

El 1 de febrero de 2020, una semana después del cierre de la ciudad, en Youtube se hizo viral un vídeo suyo en el que se veían ocho cadáveres apilados en el minibús de una funeraria a las puertas del Hospital Número 5. Grabando en secreto con su móvil, Fang recorrió los pasillos donde los pacientes esperaban en camilla y entró en un pabellón donde un hombre lloraba desconsolado por la muerte de su padre, que acababa de fallecer ante él. En otra sala preguntó a los doctores si los medicamentos eran gratuitos, como había prometido el Gobierno, y la primera respuesta que recibió fue una carcajada. Luego le dijeron que se fuera a otro hospital. Unas imágenes que revelaban la magnitud de la tragedia que sacudía a Wuhan y ponían en duda las cifras oficiales.

Tras difundir dichos vídeos, la Policía se presentó esa noche en su casa y lo detuvo. Aunque le confiscaron dos ordenadores, lo dejaron marchar, pero le enviaron una orden de cuarentena porque había entrado en el hospital y estado en contacto con enfermos. Tras ser liberado, así lo contó Fang Bin, quien incluso grabó el momento del arresto. Confiado, atribuyó su puesta en libertad a la fama que había conseguido en todo el mundo y siguió con su trabajo recogiendo con su móvil la realidad de Wuhan bajo el coronavirus. Pero el día 9 de febrero publicó un vídeo en el que, exaltado, denunciaba que «en este régimen brutal y malvado, nadie está a salvo» y animaba «a todo el mundo a rebelarse para devolver el poder del Gobierno al pueblo».

Ese fue su último vídeo porque después desapareció. Desde entonces, no se sabía muy bien qué le había ocurrido. Al parecer, fue condenado a tres años de prisión en un juicio secreto por el vago delito de «buscar pelea y causar problemas», comúnmente aplicado para silenciar a los disidentes. Tras cumplir su condena, ha regresado a su hogar en Wuhan, pero tanto él como su familia continúan bajo vigilancia policial para no desvelar más detalles sobre su calvario judicial.

Tal y como denuncia la ONG Safeguard Defenders, «Fang Bin puede convertirse en otra víctima de lo que el experto en leyes Jerome Cohen denomina 'liberación sin libertad', en la que, tras salir de la cárcel, el sujeto es llevado a su ciudad y confinado bajo arresto domiciliario o estricta supervisión sin ninguna base legal«. Fang Bin no es el único videobloguero castigado por revelar al mundo lo que el autoritario régimen chino trataba de esconder: la verdadera dimensión del estallido y propagación del Covid en Wuhan. Además de él, la videobloguera Zhang Zhan fue condenada en diciembre de 2020 a cuatro años de cárcel y otros dos disidentes, Chen Qiushi y Li Zehua, pasaron meses desaparecidos.