Euromisiles, la crisis en la que casi muere la OTAN
Putin pone fin a cuatro décadas de control de armamento nuclear nacidas de un conflicto en el que España tuvo un papel crucial
Putin se aferra al terror nuclear en un discurso victimista
«Quizás estemos al inicio de una tercera guerra mundial»
Corresponsal en Washington
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Iniciar sesiónHace 40 años, el invierno nuclear parecía asomarse por la ventana. Ante el colapso de las negociaciones de desarme entre EE.UU. y la URSS, la OTAN había anunciado en 1979 el despliegue de misiles nucleares en Europa como una forma de disuasión, y ... como una estrategia para tener argumentos de peso en el diálogo con el régimen soviético. La URSS desplegó sus propios misiles SS-20 en Europa oriental, y todo el continente quedaba dentro de su rango, que era de unos 2.300 kilómetros. El misil tenía tres ojivas y era móvil, por lo que podía desplazarse fácilmente donde los soviéticos quisieran. Así, en respuesta al despliegue de los SS-20, en 1983 la OTAN desplegó sus propios misiles nucleares de alcance medio en Europa.
Los misiles Pershing II y de crucero Tomahawk fueron desplegados hace 40 años en bases militares en Alemania Occidental, Italia, Reino Unido, Bélgica y los Países Bajos. El despliegue de estos misiles fue recibido con airadas quejas por parte de la Unión Soviética, que argumentó que EE.UU. violaba los acuerdos de desarme existentes. En respuesta, el Kremlin llevó a cabo maniobras militares a gran escala tras el Telón de Acero, y amenazó con retirarse de todas las negociaciones de control de armas, algo que ha ocurrido en realidad 40 años después, con una decisión de Vladímir Putin que retrotrae a aquellos años de gran tensión.
La izquierda europea, ya recelosa de EE.UU., y marcadamente crítica con Ronald Reagan, que estaba en la Casa Blanca desde 1981, comenzó en aquella crisis a alertar del inminente holocausto nuclear. Se grabaron discos, se escribieron novelas, se filmaron películas y se emitieron series televisivas sobre un futuro, o un presente alternativo, apocalíptico: 'La zona muerta', 'El día después', 'Juegos de guerra'. Hubo grandes manifestaciones en contra de la instalación de misiles americanos en el continente. Se aliaban pacifistas, ecologistas, comunistas y hasta comunidades cristianas de base, en concentraciones y marchas de un marcado antiamericanismo. En España, las lideraba el PCE, ante el sigilo con el que de repente comenzó a actuar el PSOE.
Rusia probó un misil balístico mientras Biden estaba en Europa
David AlandeteLa CNN tuvo que corregir su versión inicial de la historia, en la que decía que la prueba se produjo mientras Biden se encontraba en Ucrania, basándose en la información de fuentes anónimas
Según la investigadora de la universidad de Duke Susan Colbourn, esta crisis, hoy lejana, casi se lleva a la OTAN por delante. «La crisis puso en tela de juicio si era realmente posible o sostenible en las sociedades democráticas construir una defensa totalmente en torno a la amenaza de una guerra nuclear. En realidad es lo que en última instancia hizo la OTAN durante la Guerra Fría: construir una estrategia en la que se amenaza con una guerra nuclear con la esperanza de nunca tener una. Pero es muy difícil venderle esto a tus votantes», dice Colbourn, autora de un alabado libro sobre el asunto, 'Euromisiles, la crisis que casi destruye la OTAN'.
El papel de Felipe González
El hecho de que EE.UU. instalara misiles de capacidad nuclear en Alemania fue especialmente polémico, y España jugó un papel esencial en su resolución. Felipe González, apenas unos meses en el poder, apoyó expresamente la decisión del canciller Helmut Kohl de aceptar el despliegue de esos sistemas armamentísticos, desmarcándose de los socialdemócratas europeos, alemanes y sobre todo del PSOE. Esa alianza le dio fuerza a Kohl para no ceder y mantener los misiles americanos. Fue un momento crucial para España, que había entrado en la OTAN en 1982, y que permanecería después de un disputado referendo, en el que ganó el «sí» a la permanencia, tras el cambio de posición del presidente González.
Según José Ignacio Torreblanca, director de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, y autor de un extenso análisis sobre el incidente, «el apoyo prestado por González a la Alianza Atlántica en un momento de alta tensión con la Unión Soviética se reveló como una gran inversión. Además de hacer visible a España como un socio responsable y a González como un líder dispuesto a ir contracorriente cuando fuera necesario, tuvo un gran retorno, especialmente con Alemania, en un tablero paralelo: las negociaciones de adhesión a las Comunidades Europeas».
Sólo en 1987, cuatro años después de la instalación de los misiles, Washington y Moscú llegaron a un acuerdo entre las dos partes. El Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) estableció la eliminación de todos los misiles nucleares de alcance medio de Europa. Reagan retiró los misiles Pershing II y Tomahawk, y la URSS desmanteló sus misiles SS-20.
Ya antes de la reciente invasión de Ucrania, en 2018, Donald Trump, entonces presidente de EE.UU., anunció que ese tratado había caducado, y con ese mensaje envió a su Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, a Moscú. El argumento: Rusia no lo estaba respetando ya. Y no eran unas conclusiones a las que llegara el propio Trump. Fue en realidad Barack Obama, su predecesor, quien alzó la voz de alarma por una sospechosa sucesión de pruebas rusas.
Varios informes de la Inteligencia norteamericana revelan que de hecho Rusia llevaba desde 2008 construyendo y probando misiles de rango medio, en teoría prohibidos, en su estrategia de intimidación a antiguos satélites soviéticos como Ucrania. En 2014 Obama ya se quejó directamente a Vladímir Putin por este incumplimiento, pero prefirió mantener el acuerdo porque fue instrumental para el desmoronamiento de la URSS y la pacificación de Europa.
Varios informes de la Inteligencia de EE.UU. revelan que Rusia llevaba desde 2008 construyendo y probando misiles de rango medio, en teoría prohibidos
Para Trump, era de mayor importancia contener a China, que se ha rearmado en el Pacífico en una estrategia expansionista. Al no ser parte firmante del acuerdo ahora cancelado, Pekín ha estado desarrollando y probando sus propios misiles de varios alcances, algo que ahora bien puede llevar a una escalada de tensión nuclear en sus orillas.
En realidad, EE.UU. y Rusia dejaron en pie –por un tiempo– otros tratados de mayor enjundia. El Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, llamado Nuevo Start por sus siglas en inglés, fue pactado en 2010 para prevenir, de nuevo, una guerra nuclear. Limita la cantidad de ojivas nucleares estratégicas de largo alcance que los países pueden desplegar a 1.550 y otorga a cada uno el poder de inspeccionar al otro. El acuerdo entró en vigor en 2011 y se prorrogó 10 años después.
Esta semana, Putin anunció que Rusia se retirará, también, de ese otro tratado, alegando como razón el apoyo de EE.UU. y los socios de la OTAN a Ucrania. Fue el final de 35 años de control de armamento nuclear que crearon un tenso equilibrio, que también se desmorona ahora por la guerra expansionista del Kremlin.
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