La estrategia rusa de quebrar voluntades y el vicariato ucraniano

En ese marco, se inscribe el reciente periplo de Zelenski por EE. UU. y Canadá intentando revalidar el respaldo político, económico y militar de ambos países atlánticos especialmente del primero, cuando el soporte de algunos países europeos empieza a languidecer. Las decisiones de Polonia, Hungría y Rumanía, de interrumpir las entregas de armamentos o de impedir la entrada del grano ucraniano en sus mercados, son síntomas y ejemplos de ello. Tal escenario extiende la percepción de una Ucrania como actor vicario de EE. UU. en la confrontación de este país con Rusia.

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Rafael M. Mañueco

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Zelenski ha regresado a Ucrania con promesas de nuevos paquetes de ayuda, entre los que los anhelados ATACMS (artillería de misiles de largo alcance) no están incluidos. En el umbral del año electoral norteamericano (2024), tal respaldo es fuertemente objetado desde las filas republicanas, que no perciben ventajas en ausencia de acciones para forzar a Kiev a poner fin a las hostilidades.

En el trinomio ucraniano: ayuda exterior–operaciones–propaganda, los dos primeros términos adelgazan mientras el tercero engorda. Razón de la actual táctica de Kiev de bombardear puestos de mando rusos especialmente en el sur del país y Crimea.

Su finalidad no es tanto destruir las capacidades rusas de mando y control, como conseguir efectos propagandísticos que, inmediatamente, son agigantados por Kiev y sus terminales mediáticas (internas y exteriores). El último ejemplo de ello se ha dado el viernes pasado, cuando un misil ucraniano alcanzó un edificio del cuartel general de la flota rusa del mar Negro, en Sebastopol, en un momento en que, al parecer, se desarrollaba una reunión de mandos. Parece ridículo titularlo como «batalla del mar Negro», cuando se trata de un hecho puntual que ni altera la relación de fuerzas ni tampoco la remolona dinámica de las operaciones en el teatro.