«Eres escoria»: los candidatos republicanos se atacan entre ellos en lugar de ir a por Trump
En la víspera, la campaña del expresidente estadounidense calificó el debate como «batalla de perdedores»
Trump diseña una campaña entre el mitin y los juzgados para ganar la Casa Blanca
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Iniciar sesiónLa dinámica de las primarias republicanas para la presidencia de EE.UU. es inverosímil: el favorito absoluto para ganar la nominación republicana, Donald Trump, ignora los debates entre candidatos porque cree que ahí no tiene nada que ganar; y sus rivales, a una ... distancia que parece insalvable, hacen como si no fuera el expresidente a quien deben batir.
La noche de este miércoles (madrugada del jueves en España) esa representación teatral doble volvió a celebrarse. Los cinco candidatos republicanos que, además de Trump, cumplían con los requisitos -tener al menos el 4% de los apoyos en una encuesta nacional y al menos 70.000 donantes a su campaña- se citaron en Miami (Florida) para el tercer debate de primarias. Eran Ron DeSantis, gobernador de Florida; Nikki Haley, ex embajadora de EE.UU. ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur; el emprendedor Vivek Ramaswamy; Tim Scott, senador por Carolina del Sur; y Chris Christie, exgobernador de New Jersey. Trump no solo volvió a boicotear el debate. -como en las dos anteriores ocasiones-, sino que además lo contraprogramó con un mitin multitudinario en Hialeah, a quince kilómetros de donde debatían sus compañeros de partido.
«Nadie habla sobre eso», se cachondeó Trump del debate de sus compañeros de partido en un estadio de fútbol lleno de seguidores. En Miami, en un centro de artes escénicas espectacular, sus rivales no le devolvían la moneda con ataques al líder, al que tienen que recortar distancia, sino que se pegaban entre ellos.
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En la víspera, la campaña de Trump calificó el debate como «batalla de perdedores» y no le faltó razón. Son perdedores porque, según el acumulado de encuestas de 'FiveThirtyEight', el que más se acerca al expresidente -DeSantis- está a más de cuarenta puntos. Y fue una batalla porque fue una cita abrasadora, con ataques cruzados, algunos de ellos de tono personal.
«No eres más que escoria», le espetó Haley, una candidata en ascenso y que protagonizó un buen debate, a Ramaswamy. El emprendedor había utilizado a la hija de la exembajadora, que es usuaria de la red social china TikTok, para retratar la cercanía de Haley con China. «No pongas a mi hija en tu boca», le advirtió Haley.
Ramaswamy, un 'outsider' de la política, que ha conseguido hacerse un hueco en las primarias con propuestas radicales y adoración hacia Trump, salió a embarrar el debate desde el comienzo. En su primera intervención se dedicó a atacar a los organizadores y moderadores -de la cadena NBC-, les exigió que asumieran su responsabilidad en las elecciones amañadas contra Trump y les demandó respuestas en directo.
Ese fue el segmento que el debate ofreció a los candidatos para explicar por qué ellos serían mejores candidatos que el expresidente. Ramaswamy lo dedicó a ese ataque a la prensa y a exigir a Ronna McDaniel, la presidenta de la Convención Nacional Republicana -RNC, en sus siglas en inglés, el órgano oficial del partido republicano- que dimitiera por los malos resultados para sus filas desde que llegó al cargo en 2017, con resultados peor de lo esperado en cada elección desde entonces. Ramaswamy no mencionó a quien podría ser el responsable de que, en sus propias palabras, el republicano se haya convertido en «un partido de perdedores»: Trump, su líder y quien de verdad maneja los hilos desde 2016.
DeSantis sí lanzó en esa primera intervención algún ataque tímido a Trump -por ejemplo, la deuda disparada que dejó- y le afeó que no estuviera en el debate. Algo similar hizo Haley. Christie, el único anti-Trump declarado que queda en las primarias, defendió que «alguien que se va a pasar la mayor parte del año que viene enfrentando juicios penales no puede liderar este país». Scott ni siquiera mencionó al expresidente.
Y ahí acabaron las referencias a Trump que, como cantaba la sevillana, casi en el mismo sitio y a la misma hora, ridiculizaba el debate organizado por su partido.
De vuelta en Miami, los cinco segundones discutieron de lo divino y de lo humano. Cómo paliar la inflación, cuántos barcos debe añadir la Armada para dominar los mares, si se debe mantener la ayuda militar a Ucrania, cuántas años más deben alargar su vida laboral los granjeros esforzados de Iowa. Pelearon por ver quién era más amigo de Israel o quién ofrecía un adjetivo más duro contra Hamás, compitieron en medidas agresivas para controlar la frontera sur y la entrada de fentanilo, se acusaron unos a otros de ser siervos de China y mostraron su división en un asunto fundamental para las elecciones: el aborto, que en la víspera había servido de trampolín político a los demócratas en importantes elecciones estatales, tras la sentencia del Tribunal Supremo que derribó sus protecciones constitucionales.
Haley, que volvió a ser la mejor en un debate, y DeSantis salieron como líderes del pelotón, con buen tono, declaraciones efectivas y sin grandes errores. Ramaswamy se confirmó como el batallador que pega demarrajes temerarios y Scott y Christie apuntan a no aguantar el ritmo en la cola y no cumplir con los requisitos para el cuarto debate, que se celebrará el próximo 6 de diciembre en Tuscaloosa (Alabama).
Pese a debatir con intensidad asuntos domésticos e internacionales, ninguno dio señales de tener ni piernas ni estrategia para recortar la distancia con el escapado. No es que no atacaran al expresidente después de la primera pregunta, es que ni lo mencionaron.
Trump ha exigido al partido que cancele los debates que quedan por delante y que el resto de aspirantes se alineen con él. No ocurrirá, porque la aspiración de los segundones es esa: ser segundos para el caso de que a Trump se le atragantes sus problemas judiciales el año que viene.
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