Trump moviliza a una legión de abogados para dar en los juzgados la batalla final
El presidente se recluye en la Casa Blanca, estupefacto por los resultados
Elecciones en Estados Unidos en directo: sigue el recuento de votos en Nevada, Pensilvania, Georgia, Caronila del Norte y Alaska
El abogado de Trump y exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, junto al hijo del presidente, Eric, y la esposa de este, Lara, en Filadelfia (Pensilvania)
Recluido en la Casa Blanca, sin agenda de gobierno, Donald Trump está dando a puerta cerrada la gran batalla de su vida política. El presidente apenas puede disimular su ira por lo que denuncia como un robo. La última expresión con que se le ... vio en público, el martes de madrugada para proclamarse vencedor de las elecciones de EE.UU. de forma prematura, era de estupefacción. Por sus actos en las últimas horas no debe de haber perdido el gesto. Trump ha movilizado a toda una legión de abogados desplegados en los estados donde el recuento aún no ha llegado al cien por cien, con la estrategia de alargar el proceso al máximo para restarle credibilidad e impedir que Biden le adelante por la mínima e «in extremis». Su nuevo grito de guerra es «¡parad el recuento!».
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Ayer jueves, en una Casa Blanca desierta, rodeada por un enjambre de periodistas, el presidente, en su residencia en las plantas altas, llamaba a sus más estrechos colaboradores para pedirles una mayor contundencia en sus palabras y sus acciones. Les decía que él ya ha ganado, que así lo dijo en la noche electoral y que este agónico recuento de tan largos días es un robo, un fraude. Este es más o menos el mensaje que ayer trascendió en decenas de conferencias telefónicas, ruedas de prensa improvisadas y entrevistas radiofónicas y televisivas.
Steve Bannon , el viejo consejero que tuvo un fugaz papel de estratega en la Casa Blanca, dijo en un correo electrónico a ABC: «Trump ya ha ganado, y que nadie se lleve a engaño, va a haber un segundo mandato».
Su yerno coordinará la estrategia
Pero había cierta disonancia entre los dichos y los hechos. En un momento, el director de campaña de Trump, Bill Stepien , dio varias conferencias telefónicas de la jornada en las que proclamó que «el presidente Trump está vivo, y bien», algo que precisamente no se suele decir de alguien cuya salud -aunque sea política- es precisamente de hierro.
Si Trump estuviera tan seguro de su victoria, no habría presentado demandas en cuatro estados, como ha hecho, y no le hubiera encargado la coordinación de toda esta ofensiva en los tribunales a uno de sus más estrechos colaboradores, su yerno Jared Kushner , quien se pasó el miércoles al teléfono fichando a abogados y sentando una estrategia algo improvisada, a pesar de que el presidente se pasó semanas, si no meses, denunciando el fraude en el voto por correo. Esta contingencia era previsible, pero el círculo más cercano al presidente no se preparó para ella.
El jueves, la campaña de Trump había presentado demandas diferentes en los estados que seguían contando votos, días después de que cerraran las urnas. En Georgia , por ejemplo, pidió que se revisaran 53 votos por adelantado en el condado de Chatham. En Míchigan , que se le permitiera a sus empleados hacer de observadores en el recuento. Ambas fueron desestimadas en primera instancia, pero el equipo de abogados recurrirá la decisión.
En Pensilvania, los abogados de Trump pidieron algo similar que en Míchigan, que se permita a sus observadores estar más cerca de los funcionarios que están contando papeletas. En una demanda anunciada este jueves en Nevada , los abogados de la campaña republicana pidieron que se examine de nuevo unos 10.000 votos por correo de personas que no residen en el estado, por si el censo estuviera desactualizado. La campaña de Trump también ha anunciado que solicitará un recuento en Wisconsin por irregularidades en varios condados.
El argumento principal de Trump y sus portavoces y abogados es que los demócratas, ayudados por los medios de comunicación, están cometiendo un pucherazo en toda regla. Como el resultado en la noche electoral era favorable al presidente, ahora están hinchando la participación con votos demócratas, para robarle la presidencia. Lo cierto, sin embargo, es que 100 millones de los 155 millones de persons que votaron lo han hecho por adelantado, y hay estados, como Pensilvania , que no cuentan con los medios técnicos para contarlos todos de forma rápida.
Además, los demócratas hicieron campaña animando a votar por adelantado y por correo, mientras Trump siempre ha favorecido el voto presencial en la jornada electoral, para asegurarse de que todos sus votos se contaban momentos después del cierre de urnas. Esta decisión provocó que el día de las elecciones el presidente fuera por delante en estados como Pensilvania o Míchigan, pero que haya ido perdiendo porcentaje de votos a medida que ha avanzado el recuento.
Gran nerviosismo
El nerviosismo de la campaña del presidente ha sido palpable, y el enfado ha sido patente en ruedas de prensa convocadas en los estados afectados, desde Nevada a Pensilvania. El miércoles por la noche se dejaron ver en Filadelfia Eric, uno de los hijos del presidente, y el abogado y exalcalde de Nueva York Rudy Giualini , para denunciar, de nuevo fraude.
Eric Trump estaba especialmente enfadado, casi furioso. Agitando las manos, gritó: «Esto es de una corrupción rampante. No puede suceder, no es justo. No se puede decir que esto sea una democracia». Estas denuncias, que ponen en duda la integridad y transparencia de todo el sistema electoral estadounidense en un contexto insólito de pandemia, han provocado estupor no sólo entre los demócratas, sino también entre los republicanos. El influyente senador Marco Rubio , que estudia presentarse él mismo a la candidatura a la presidencia en 2024, ha pedido que se cuenten «todos los votos». Rick Santorum , que como Rubio fue candidato a la presidencia de su partido hace años, dijo que las acciones de Trump le dejan «estupefacto». El exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie , amigo personal y asesor del presidente, dijo abiertamente que está en desacuerdo con como este se está comportando.
Hay algo además muy preocupante para Trump. El presidente está acostumbrado a usar el púlpito de la Casa Blanca para que el mundo escuche todo lo que tenga que decir. Y ha tenido un gran éxito de audiencia en los pasados cuatro años. Cada mensaje en Twitter, cada frase, ha provocado un terremoto dentro y fuera de EE.UU.
Pero ahora, sus múltiples proclamas de victoria y sus incendiarias denuncias de fraude, están cayendo en saco roto, ahogadas por cientos, sino miles, de respuestas, comprobaciones, verificaciones.
Las más dolorosas para él son con toda seguridad las de su red social favorita, su gran altavoz al mundo. Twitter, donde tiene 88 millones de seguidores, le había censurado ayer al presidente nueve mensajes en los que denunció pucherazo y se proclamó ganador. Parecía que Trump llevaba años ignorando que el cable de su micrófono podría llegar a convertirse en una suerte de soga política.