El precio de ser hispano y apoyar a Trump
Un matrimonio hispano en Arizona sufre amenazas por su defensa del presidente, pero este sale en su rescate
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Iniciar sesiónBetty Rivas todavía recuerda el momento en que le llamaron para decirle que el presidente de Estados Unidos acababa de hablar sobre ella en Twitter. Donald Trump había recomendado el restaurante que Rivas y su marido, Eduardo, regentan aquí en Tucson, ... no muy lejos de la frontera de Arizona con México , desde hace 24 años. «Me llamaron, diciendo que el presidente había dicho que la comida aquí es muy buena, y en seguida se formaron las colas, que salían ahí afuera y daban la vuelta a la esquina», dice Betty hoy en su restaurante, con un broche con la bandera americana y la palabra «Trump». Con las colas, también llegaron los insultos.
Un hombre aparcó su coche ante el restaurante, abrió la puerta y gritó «vendidos». Otros llamaron al boicot en Facebook y Twitter. En el servicio de reservas Yelp, usuarios en estados a miles de kilómetros de aquí, como Wisconsin, hicieron comentarios como el siguiente: «La comida es una mierda, los dueños son una mierda, si vas ahí tú eres una mierda, es una deshonra para los mexicanos de todo el mundo». Los Rivas, nacido él en El Salvador y ella en México, nacionalizados ambos, estaban ya acostumbrados a los insultos, porque apoyan a Trump desde el principio, pero este año ha sido especialmente duro para ellos.
La campaña en contra de su restaurante, Sammy’s , comenzó en realidad en marzo, antes del mensaje del presidente en Twitter. El 19 de febrero el presidente dio uno de sus últimos mítines antes de la pandemia, en Phoenix, la capital de este estado. Betty y Eduardo acudieron al mitin, ella con un gorro de cowboy en el que se leía: «Latinos por Trump». Alguien que los conoce tomó una foto y la difundió en un grupo de Facebook de Tucson con más de 100.000 miembros, insultándoles y llamando al boicot de su restaurante.
Eduardo recuerda con cierta amargura todos los insultos que ha recibido desde entonces. «Dijeron “ustedes son unos animales, unas ratas. Son racistas, son de lo peor, los odiamos”. Me dijeron por teléfono que se iban a asegurar de que el negocio cerrara. Nos dijeron que iban a quemar el edificio. También vinieron gente aquí al estacionamiento a insultarnos. Un muchacho entró a gritarnos que éramos lo peor», dice. «Es feo», añade.
El presidente se enteró de que Eduardo y Betty estaban padeciendo este acoso por haberle apoyado en el mitin de febrero, porque habló de ello su cadena preferida, Fox News. Fue entonces cuando publicó el famoso mensaje en Twitter, el 1 de marzo, en el que por cierto se equivocó de ciudad, porque dijo que Sammy’s estaba en Phoenix, pero está en Tucson, 170 kilómetros al sur. Aun así, Sammy’s estuvo abarrotado durante varios días. Pero eso no fue todo. A principios de mayo, Eduardo recibió una llamada de Washington. Al otro lado del teléfono, un funcionario de la Casa Blanca le dijo que el presidente iba a visitar Arizona de nuevo, porque iba a inspeccionar una fábrica de la empresa Honeywell que estaba produciendo respiradores para hospitales en plena pandemia. Trump quiso tener un detalle para con los sacrificados empleados, y decidió regalarles burritos. ¿Quién mejor que Sammy’s para prepararlos?
«¿Qué tal va el negocio?»
Eduardo, Betty y sus tres hijos comenzaron a cocinar de madrugada. A primera hora de la mañana estaban ya en Phoenix con los burritos. Los entregaron y no esperaban más. Pero entonces los funcionarios los llevaron a una salita pequeña, se abrió la puerta y apareció… el presidente. «¿Qué tal va el negocio? ¿Qué les pareció el mensaje en Twitter?», les dijo Trump. Ellos estaban felices. El presidente les pidió que se quedaran en la fábrica durante la visita. En el discurso que dio al final, dio las gracias a varios ministros y senadores. Y, de forma inesperada… a Eduardo y Betty. Es más, les hizo subir al estrado y les dio la palabra. «Está haciendo usted un gran trabajo, y nosotros representamos a una gran parte de la comunidad hispana, agradecida por el trabajo que usted hace», dijo Eduardo.
En Arizona hay más de dos millones de hispanos, de una población de 7,2 millones. En 2016 un 61% votó por Hillary Clinton , es cierto. Pero el 39% restante ayudó a darle la victoria a Trump, que ganó el estado por apenas 91.000 votos. Este año las encuestas prevén un resultado muy reñido.Con respecto a las críticas que reciben por ser hispanos que defienden a un presidente que ha llamado a los inmigrantes sin papeles maleantes y violadores, y ha reforzado la seguridad fronteriza, Betty Rivas es tajante: «Pues yo no me incluyo en eso, porque yo no soy ni violadora ni nada por el estilo, ni soy lo peor de México, como decimos los mexicanos», dice.
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