Omaha, la pequeña ciudad de Nebraska que podría decidir las elecciones en EE.UU.
Una particularidad del sistema electoral hace que esta olvidada localidad de la América profunda resulte clave en el resultado
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Iniciar sesión«Un lugar en el medio de América». Es el verso más conocido de « Omaha », la canción de Counting Crows, uno de los pocos motivos por los que el mundo se acuerda de esta ciudad de Nebraska . Ni siquiera los estadounidenses ... paran mucho por aquí, un meandro del río Misuri apartado de todo, en uno de esos estados que llaman «fly-over», que solo se vuelan por encima. Excepto cuando los inversores y financieros descienden hasta este lugar para la reunión anual que organiza Warren Buffett, una de las grandes fortunas globales y su vecino más conocido.
Omaha tiene esta semana un cielo gris y denso, que la dejan como si le hubieran apagado una bombilla. Han llegado el frío, la lluvia fina y la niebla, y es imposible que la ciudad se sacuda la tristeza. El centro histórico, un puñado de manzanas de edificios industriales de ladrillo rojo, donde han surgido restaurantes, cervecerías y cafés «hipsterizados», está desierto. Uno se pregunta si será por el virus, pero, al menos en un jueves de finales de octubre, aquí hay más monotonía que epidemia.
Nadie diría que este es un punto caliente de la elección presidencial de EE.UU. Nebraska debería ser como el resto de la América olvidada, como las llanuras de Oklahoma, Kansas o las Dakotas. Territorios que se tiñen, sin excepción, de rojo republicano cuando toca votar. Pero Nebraska es una de las particularidades del sistema presidencial estadounidense . Y este año una carambola electoral podría hacer que la ciudad y sus alrededores decidieran quién se queda con las llaves de la Casa Blanca.
Para la elección del presidente, cada estado reparte un número de electores en función de su peso demográfico. El candidato que más votos obtiene en cada estado se lleva todos los electores. Por eso la presidencia de EE.UU. se define en el puñado de estados –como Florida, Pensilvania o Arizona– donde las fuerzas están parejas . Solo hay dos excepciones: Maine y Nebraska. Ambos otorgan dos electores para el candidato que obtenga más votos a nivel estatal y uno adicional por cada distrito del Congreso. Maine tiene dos y Nebraska, tres. Uno de ellos, el distrito 2º de Nebraska, es la ciudad de Omaha y sus suburbios, la zona más habitada del estado. Y las ciudades, como en el resto del país, son enclaves progresistas.
«Hay mucho entusiasmo porque podríamos ser decisivos», dice un directivo local de los demócratas
La brecha en EE.UU. no es tanto entre las costas demócratas y el centro republicano, sino entre zonas rurales y urbanas, con los suburbios muchas veces como factor decisivo. En Nueva York, en cuanto se sale de la ciudad, abundan los votantes de Trump. En Nebraska, si una ciudad como Omaha tiene su propio elector, es posible que caiga del lado demócrata.
Hay varios escenarios en los que los vecinos de Omaha decidirían la elección. Por ejemplo, si Biden recupera para los demócratas Míchigan y Wisconsin –como apuntan las encuestas– y Arizona –donde la carrera va empatada–, respecto a los resultados de 2016, el elector del 2º distrito de Nebraska decidiría el ganador. Las encuestas apuntan a que, en ese caso, Omaha ungiría a Biden como presidente. «Hay mucho entusiasmo porque podamos ser decisivos», dice Jim Rogers, director ejecutivo del partido demócrata de Nebraska, agarrado a un té helado en una cafetería del centro histórico. «Pero lo que de verdad motiva a los votantes es echar al ocupante de la Casa Blanca».
No sería la primera vez que los demócratas ganan el distrito. Lo hicieron en las dos elecciones de Barack Obama. Trump lo recuperó en 2016. Ahora los resultados se aprietan y el impacto del voto de los vecinos podría ser histórico. «Hay más fervor que con Obama», dice Rogers sobre las ganas de impedir un segundo mandato.
La relevancia de Omaha ha provocado que hayan paseado por aquí miembros destacados de las campañas. Jill, la mujer de Biden, vino el mes pasado. Don Jr., el hijo mayor del presidente y uno de los principales agitadores de sus mítines, ha estado dos veces en poco tiempo. Ayer mismo la visita fue de Lara Trump, la mujer de su hijo menor, Eric.
Los republicanos esperan dar la vuelta a los sondeos: «Ocurrió en 2016 y ahora veo mucho más entusiasmo»
La oficina del partido republicano está fuera del centro, en los suburbios en los que se centra la batalla por este distrito, donde las fuerzas están parejas. Al contrario que en otras partes del país, aquí no hay carteles de candidatos en los jardines de las casas. «Nos tenemos miedo los unos a los otros», dice un vecino. Nadie lo diría de un barrio tan tranquilo. No se escuchan ni los pájaros.
En la oficina republicana, con los cristales cubiertos con los nombres de Trump y de los candidatos locales, Theresa Thibodeau, presidenta del partido en el condado, reconoce que van por detrás en las encuestas. «Pero también ocurrió en 2016 y ahora veo mucho más entusiasmo», dice sobre sus seguidores. Thibodeau preferiría que Nebraska no dividiera sus electores –eso garantizaría que todos acabaran en manos republicanas–, pero no es un cambio a la vista.
Colas para votar
Cerca de allí, en el único colegio electoral abierto para voto anticipado presencial, una fila de votantes aprieta las rodillas contra el frío mientras espera su turno. Diane, que prefiere no decir su apellido, asegura que votará a Trump porque está en contra del aborto y eso es para ella decisivo. Reconoce también que mucha más gente está yendo a votar: «Nunca vi esta cola en mi vida».
Otro vecino, Chris Graham, es buen ejemplo del cambio que podría ocurrir en Omaha y en otros suburbios de EE.UU. «Soy un republicano moderado», explica. «Y Trump no representa lo que deberíamos ser o lo que deberíamos aspirar a ser. Estoy aquí para cambiar eso. Estoy harto con la retórica de ambos bandos. Me gustaría que tuviéramos más opciones entre las que elegir. Tengo que quedarme, por desgracia, con el menos malo». Votos como el de Rogers podrían inclinar Omaha hacia los demócratas. Y con ello, quizá en una carambola electoral, abrir a Biden las puertas de la Casa Blanca.
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