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José M. de Areilza - MONNET & CO.

Presidenta Kamala

Su reto es dejar atrás la política de identidades y el cortejo intensivo de las minorías que tanto ha debilitado al partido demócrata

Todo sobre las elecciones presidenciales en EE.UU. 2020, en el Especial ABC

Kamala Harris escucha a Joe Biden en un acto de campaña en Wilmington (Delaware) Reuters
José M. de Areilza

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Cuando Richard Nixon decidió mantener como vicepresidente a Spiro Agnew a pesar de las investigaciones sobre sus manejos turbios, la maledicencia en Washington comentaba que lo hacía para asegurarse de que los ciudadanos rezaban a diario por la salud del presidente. El puesto de número dos, con muy pocas excepciones (el influyente Dick Cheney con Bush hijo), es un asiento en el banquillo y solo cobra importancia cuando la sustitución se hace necesaria -Teddy Roosevelt y Lyndon Johnson, ambos capaces de reaccionar ante el drama del magnicidio.

En el caso de la candidatura de Joe Biden a las elecciones de noviembre, la elección de Kamala Harris, senadora por California, es mucho más que la nominación de una vicepresidenta. El demócrata tiene verdaderas posibilidades de derrotar a Donald Trump, gracias a los esfuerzos de autodestrucción del magnate, que ha mostrado al mundo sus nulas dotes de gobernante en tiempos de crisis. Pero Biden llegaría con 78 años a la Casa Blanca y una salud delicada. Harris, con 55 años y mucho empuje, podría tener desde el primer momento un papel estelar en la nueva administración, más como portavoz que desde la sala de máquinas. Sería el mejor lanzamiento de su propia candidatura presidencial para el 2024. Sin embargo, quedan ochenta días de campaña y no hay nada que le guste más a Donald Trump que ganar cuando los demás le dan por amortizado.

Kamala Harris recuerda a Barack Obama: una historia familiar de superación, buena comunicadora, capaz de movilizar a la minoría afro-americana y de representar a los simpatizantes del movimiento anti-racista. Conecta con la izquierda de su partido, con las mujeres mejor que Hillary Clinton y acumula una experiencia profesional y política más sustantiva que el anterior presidente demócrata, en el fondo un académico al que le costaba ensuciarse las manos. Harris es una buena constructora de coaliciones y acuerdos. Su reto es dejar atrás la política de identidades y el cortejo intensivo de las minorías que tanto ha debilitado al partido demócrata. Será presidenta un día si traslada un mismo mensaje de cambio y esperanza a todos los americanos.

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