Las denuncias de fraude electoral crean el pánico dentro del Partido Republicano

La familia Trump se pone a exigir lealtad absoluta, pero manda la prudencia

Resultados de las elecciones EE.UU., en directo

El senador republicano por Utah, Mitt Romney EFE | Vídeo: EP

El presidente de Estados Unidos siente que en su hora más oscura está siendo abandonado, de nuevo, por su partido. Ya tuvo que imponerse y callarle la boca a los críticos cuando se presentó a las primarias y los demás candidatos le tomaban ... por poco menos que una broma. Ahora, tras cuatro años en los que creyó estar rehaciendo al partido a su imagen y semejanza, ve con desespero cómo sus denuncias de fraude no encuentran ningún eco más allá de su círculo más cercano, el de sus familiares y unos pocos conversos a su causa en el Capitolio.

Lo máximo que han dicho los líderes conservadores más influyentes es que se deben contar los votos legales, y que si se sospecha fraude, se debe acudir a los tribunales. Así lo dijo el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell : «Cada voto legal debe contarse. Las papeletas presentadas ilegalmente, no. Todas las partes deben respetar este proceso. Y los tribunales están aquí para aplicar las leyes y resolver disputas». Una obviedad, que al presidente le enfada todavía más, por su tibieza.

Han tenido que ser los hijos del presidente, Donald Jr. Y Eric , quienes más han tenido que presionar a los republicanos para que salgan a la defensa de su padre. «¿Dónde están los republicanos? Hay que ser firmes. Luchad contra este fraude. Nuestros votantes nunca olvidarán si os comportáis como borregos!», dijo Eric en Twitter. «La total falta de acción de prácticamente todos los precandidatos del Partido Republicano en 2024 es bastante sorprendente. Tienen una plataforma perfecta para demostrar a qué están dispuestos y que son capaces de luchar, pero se acobardarán ante la mafia de los medios», dijo Don, su hijo menor.

Se apaga el rugido

Algo similar dijo el abogado personal del presidente, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani , y tres o cuatro ministros y asesores que van saltando de ciudad a ciudad, intentando que cale el mensaje. Sin embargo, la voz de Trump en la Casa Blanca, que hace apenas unos días era un rugido que podía paralizar de terror a los republicanos díscolos, era ayer una vocecita que se apaga. El presidente denuncia fraude, bien. La mayoría de los republicanos guarda silencio. Y ni siquiera todos.

La mayor espina en el costado de Trump, el senador Mitt Romney , no se calló ayer. Desde que votó a favor de recusar a Trump en el juicio político del «impeachment», este candidato fallido a la presidencia en 2012 ha perdido todo el pudor. Ayer fue incluso más crítico que muchos demócratas. «Es un error decir que las elecciones fueron manipuladas, corruptas y robadas -dijo en Twitter-, daña la causa de la libertad aquí y en todo el mundo... y enciende imprudentemente pasiones destructivas y peligrosas».

Entre los que sí han salido en defensa del presidente están el senador Lindsey Graham y el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, algo sin duda extraño, porque ambos han renovado el cargo en unas elecciones que ahora denuncian como fraudulentas. Junto a ellos, la actual presidenta del Partido Republicano, Ronna McDaniel, ha dicho que «los demócratas han manipulado estas elecciones».

Algo de efecto, un poco, tuvieron las amenazas de los hijos de Trump sobre los que ya van tomando posiciones para las elecciones de dentro de cuatro años. Una de las principales aspirantes, la ex gobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante la ONU Nikki Haley , dijo el jueves: «Todos tenemos una deuda con Donald Trump por su liderazgo en las victorias conservadoras del Senado, la Cámara y las legislaturas estatales. Él y el pueblo estadounidense merecen transparencia y equidad a medida que se cuentan los votos. Debe cumplirse la ley. Tenemos que mantener la fe en que prevalecerá la verdad».

Rubio, de perfil

Tampoco fue una denuncia de fraude en toda regla. Pero era lo más lejos a lo que llegó un republicano que no sea del círculo más cercano al presidente. Hasta Marco Rubio , influyente senador por Florida, hizo una declaración tan llena de matices que parecía más bien una justificación de su tardanza en hablar: «La fe en nuestra elección es tan importante como el resultado. Preservarlo requiere no permitir que los medios de comunicación o un candidato decidan el resultado. Cuenten de forma transparente cada voto emitido legalmente y permitan que los tribunales decidan las denuncias de irregularidades o fraude basándose en pruebas».

Otros republicanos, aparte de Romney, apenas escondieron su preocupación, cuando no enfado, por las denuncias de Trump y su familia. El senador republicano Pat Toomey dijo ayer en una entrevista en un programa matutino de la NBC que le alarma la estrategia del presidente. «Las acusaciones del presidente de fraude a gran escala y robo de las elecciones simplemente no están fundamentadas. No tengo conocimiento de ningún delito significativo aquí», dijo Toomey, que representa a Pensilvania, uno de los estados más disputados. Era en realidad un sentir mayoritario, que no aflorará hasta que la derrota de Trump sea segura.

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