El Ejército israelí teme un retraso en el plan de ataque contra Rafah

El camino que sugieren es un retraso en la ofensiva terrestre contra el último bastión de Hamás, la localidad de Rafah, hasta lograr el máximo posible de evacuación de civiles. La población del sur de Gaza, que tenía 300.000 palestinos antes de la guerra, cuenta ahora con más de un millón, llegados del norte de la Franja y apiñados en lo que constituye la mayor concentración humana del planeta. Entre ellos se esconden varios batallones de milicianos islamistas -cuatro, según el Ejército israelí, de los seis aún activos, unos 6.000 combatientes-. Allí está también lo que queda de la infraestructura política de Hamás, y un número indeterminado de rehenes israelíes.

Tras tomar con sus carros de combate el paso fronterizo con Egipto, hace tres días, Israel pidió a la población palestina del este de Rafah que huyera. La agencia para los refugiados palestinos de la ONU ha reconocido que 80.000 civiles palestinos han salido ya del sector oriental. Quedan aún centenares de miles -la mitad menores de edad-, y también el peligro de una masacre si el Ejército israelí entra a sangre y fuego.

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Las críticas al presidente Biden insisten, una y otra vez, en el tono electoralista de su ame aza, avalada por la suspensión del último envío de bombas. Las elecciones norteamericanas de noviembre se verían muy embarradas por las imágenes de desolación en Rafah con armas norteamericanas, y el campo demócrata no ha tenido dificultad en convencer al candidato Biden.

Pero al mismo tiempo, la Casa Blanca sabe que tiene la sartén agarrada por el mango. Las fuerzas de defensa israelíes dependen por entero -hoy más que nunca desde la creación del Estado hebreo- de la ayuda y las armas enviadas por Estados Unidos. La donación oscila en los 4.000 millones de dólares anuales, a los que se han sumado ahora 15.000 millones adicionales para los gastos de la guerra.

A la ayuda económica se suma la adquisición del armamento. El 68 por ciento de todas las armas que Israel compra en el extranjero proceden de Estados Unidos.

Desde el primer momento, la Administración Biden respaldó la guerra en Gaza para destruir Hamás, catalogado por el Departamento de Estado como grupo terrorista. El paso del tiempo, la cercanía de las presidenciales en Estados Unidos, y las protestas universitarias en los campus, han cambiado la óptica de la Casa Blanca. «¿Cómo vamos a ganar a Hamás si no ocupamos su último bastión? ¿Qué consejo nos da Biden?», se pregunta un columnista del 'The Times of Israel'.

La respuesta la tendrá que dar el propio Gobierno de Netanyahu, que aún no ha presentado un plan convincente de evacuación de civiles de Rafah, para minimizar las muertes cuando se produzca la invasión terrestre. La fase de bombardeos, necesariamente indiscriminados, es peligrosa, y además inútil si no se ocupa el terreno.