EE.UU. se replantea su repliegue militar ante la amenaza mundial de Irán
La Casa Blanca se dispone a movilizar más tropas tras años de promesas de poner fin a «guerras interminables»
Las tropas norteamericanas han abandonado Afganistán tras 20 años de guerra
Irak pondrá fin a la presencia militar extranjera liderada por EE.UU. en su territorio
Un soldado estadounidense realiza una patrulla en una región septentrional de Siria
Nunca, desde que comenzara la llamada 'guerra contra el terrorismo', ha tenido Estados Unidos tan poco arraigo militar en Oriente Próximo y en Asia Central. Del pico de casi 300.000 soldados en el cénit de las guerras de Afganistán e Irak a los ... poco más de 35.000 de hoy en día. Ahora, con dos presidencias consecutivas, la de Donald Trump y Joe Biden, que prometieron un repliegue definitivo tras décadas de expansionismo militar, el Pentágono se ha visto obligado a anunciar lo contrario: un inminente refuerzo ante la volatilidad de una región en llamas por las tensiones con Irán y sus numerosos aliados.
De los más de 300 misiles y drones que Irán lanzó a Israel este pasado 13 de abril, las tropas estadounidenses en la zona, incluidos buques en el Mediterráneo, abatieron más de 75. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, advirtió sobre la «posibilidad de una escalada significativa de ataques a las tropas y personal americano en toda la región». Por ello, ha preparado para el despliegue a dos grupos de portaaviones con aproximadamente 7.500 uniformados cada uno y dos buques anfibios de la Armada que transportan a miles de marines. Austin también ha puesto aproximadamente a 2.000 soldados en un estado elevado de alerta y listos para un refuerzo inmediato en bases de la zona.
En casi todos los países al oeste de Irán tiene presencia militar EE.UU., con acuerdos que permiten un incremento rápido de efectivos. Son 13.500 soldados en Kuwait; 9.000 en Baréin (3.474, tropas en servicio activo); 8.000 en Qatar; 3.500 en Emiratos; 3.000 en Jordania, y 2.700 en Arabia Saudí.
Finalmente, se ha dado el ataque que Israel había anticipado: un Irán fortalecido por un supuesto repliegue estadounidense se ha visto capaz de lanzar una respuesta militar a un ataque israelí previo contra su consulado en Damasco. Esta respuesta se suma a que las tropas estadounidenses y contratistas militares en Irak y Siria han sido objetivo de más de una docena de ataques de milicias respaldadas por Irán desde el inicio de la guerra de Israel contra Hamás.
Actor indispensable
El riesgo de una guerra regional que implique indirectamente a Irán en un extremo y EE.UU. en el otro, con sus respectivos aliados y satélites, es patente. Según Suzane Maloney, vicepresidenta y directora de Política Exterior en el Instituto Brookings: «Nos guste o no, EE.UU. sigue siendo un actor indispensable en Oriente Próximo, a pesar de un historial dudoso de éxitos limitados en la región durante las últimas décadas». «Sin embargo, ninguna otra potencia mundial puede movilizar capacidad militar y diplomática para ayudar a gestionar un conflicto que se agrava y evitar los peores resultados», añade.
Sin embargo, el nivel de compromiso en Washington con el despliegue de tropas por todo el mundo, en especial en zonas de conflicto como las de Oriente Próximo, ya no es algo garantizado. Las divisiones ya no se dan entre los republicanos, más belicistas, y los demócratas, reacios al uso de la fuerza. Ese eje quedó superado tras las elecciones de 2016 y la victoria de Donald Trump.
Hubo una época, en los años entre las presidencias de George W. Bush y Barack Obama, en que los soldados estadounidenses en Oriente Próximo se contaban por cientos de miles, con dos misiones en Afganistán, primero, e Irak, después, con abundante uso de la infantería y en las que hubo más de 7.000 bajas de uniformados, además de las decenas de miles de civiles.
Aquello fue antes de que, durante la era Obama, se introdujera el uso de drones, aviones no tripulados, que podían lanzar misiles de forma remota. Aquello permitió un repliegue paulatino, aunque no definitivo. En decenas de ocasiones, tanto Bush como Obama anunciaron el cese de hostilidades, el repliegue definitivo, el fin de las dos guerras. Nunca llegó. De hecho, Obama, presidente que hizo campaña como pacifista y logró un premio Nobel de la Paz, en parte por ello ordenó en 2009 un refuerzo en Irak de más de 30.000 soldados, ante el surgimiento de una insurgencia que amenazaba a Irak y Siria.
Trump fue de hecho el candidato que hizo campaña prometiendo, expresamente, «poner fin a las guerras interminables» de EE.UU. Su partido, sobre todo el ala más populista, hizo lo propio, pedía pasar página, invertir recursos militares en otra cosa. Eso explica el bloqueo republicano de hoy en día a las ayudas a Ucrania. A la salida de Trump de la Casa Blanca había unos 70.000 soldados en Oriente Próximo y Asia Central. Bajo él se redujeron primero las tropas en Irak a la mitad, a unas 3.000, y comenzaron las negociaciones indirectas con la querrilla de los talibanes, que llevarían al final total de la presencia norteamericana en Afganistán.
Las tropas de EE.UU. interceptaron más de 75 de los 300 misiles y drones lanzados por Irán en el ataque contra Israel
Cuando Trump alcanzó la Presidencia había en Afganistán alrededor de 13.000 soldados de EE.UU. Dejó 8.600 a finales de 2020. Biden los fue reduciendo hasta la retirada de los últimos 2.500 a finales de agosto de 2021.
La orden de retirada la dio Joe Biden tras llegar a la Casa Blanca, y la salida se ejecutó de una forma, al entender de sus críticos, apresurada y caótica, con un atentado terrorista en Kabul en el que murieron trece uniformados.
Tras dos largas décadas de intervenciones militares estadounidenses en Oriente Próximo, impulsadas inicialmente por el ideal neoconservador de la era Bush de difundir la democracia , la escena final en Afganistán fue para muchos en Washington deshonrosa: la imagen de diplomáticos evacuados apresuradamente en helicópteros desde los techos de la embajada en Kabul, un eco sombrío del caos que marcó el fin de la guerra de Vietnam en Saigón.
Cambio de tercio
Pero aquello no era el final. Las promesas de un repliegue total quedaron en eso, promesas. Hoy, el Pentágono se define comprometido con su presencia en Oriente Próximo y Asia Menor. La prueba es el refuerzo de la VI Flota de la Armada ante las costas de Israel, para disuadir de ataques a Israel mientras este mantiene su ofensiva contra Hamás en Gaza. El problema a contener es Irán, y sus muchas milicias intermediarias. Eso también supone un cambio. En los años de Bush, el objetivo fue el yihadismo, además del radicalismo de los talibanes. Obama trató de normalizar relaciones con Irán firmando un acuerdo nuclear que provocó una crisis con Benjamín Netanyahu en Israel.
Fue de nuevo Trump quien revirtió ese acercamiento, y marcó a la teocracia islámica como un adversario claro y directo. Lo deja claro el ataque con misiles en Irak a principios de 2020 en el que EE.UU. mató a Qassem Suleimani, un general mayor que comandaba la Fuerza Quds, una división de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán responsable de operaciones militares extranjeras en Irak, Siria, el Líbano y Yemen.
Los puntos de conflicto se han ido multiplicando. En enero, un ataque con drones mató a tres soldados estadounidenses en una base en la frontera entre Siria y Jordania. La Administración Biden culpó a «grupos militantes radicales respaldados por Irán».
De hecho, las milicias respaldadas por Irán en Irak han llevado a cabo más de 140 ataques contra fuerzas estadounidenses en Irak y Siria desde el 7 de octubre, día de la agresión de Hamás a Israel. Estos ataques han sido llevados a cabo por un grupo conocido como la Resistencia Islámica de Irak. En realidad, EE.UU. cree que este es una fachada para facciones respaldadas por Irán dentro de un paraguas de milicias.
Esos ataques, y el resurgir de Irán, explican las demoras para que salgan los 2.500 soldados que Biden ha mantenido en Irak, 500 menos de los que dejó Trump. Este 15 del abril visitó la Casa Blanca el primer ministro iraquí, Shia al Sudani. Llegaba en un momento de tensión entre ambos gobiernos, pues EE.UU. había interceptado algunos de los misiles iraníes contra Israel con el uso de una batería Patriot en la provincia de Erbil, en el mismo Irak. Bagdad es aliado de Teherán, y busca el repliegue norteamericano, que queda allí y en Siria en principio para contener al yihadismo del que emanó Daesh.
En el encuentro no se llegó a un acuerdo concreto, pero ambas partes se comprometieron a seguir negociando. Tampoco es fácil para Irak. Según cree Yasar al Maleki, del Instituto de Oriente Próximo en Washington, «Bagdad necesita evaluar cómo una retirada total afectaría sus capacidades militares y sus negocios con los fabricantes de armas estadounidenses. Irak todavía requiere entrenamiento, mantenimiento e intercambio de Inteligencia con EE.UU.. Este último, en particular, constituye un beneficio mutuo para ambas partes en su cooperación para asegurar que no haya un resurgimiento del grupo terrorista Estado Islámico». Es decir, la implantación de EE.UU. tras dos décadas sobre el terreno en Irak es demasiado intensa como para que haya una retirada a la afgana, con una ruptura total.
«Guste o no, Estados Unidos es un actor indispensable, a pesar de un historial de éxitos limitados en misiones recientes», dice una experta
Las amenazas para EE.UU. y sus socios se han multiplicado con la expansión de la influencia iraní. En el Líbano, Hizbolá ha amenazado con una respuesta bélica a la guerra en Gaza, lo que es una amenaza a la frontera norte de Israel. En Yemen, los rebeldes hutíes, que controlan el norte del país, también han buscado golpear a Israel y han lanzado múltiples ataques contra buques mercantes en el mar Rojo y el golfo de Adén. En Irán, la propia Guardia Revolucionaria cuenta con lo que se estima que son 120.000 efectivos que puede desplegar parcialmente en países vecinos de mayoría también chií, como Irak.
Y todo esto con la alianza entre Irán y Rusia. Esos mismos drones suicidas que lanzó Teherán contra Israel fueron facilitados antes a Moscú para agredir a Ucrania. Según Dana Stroul, directora de Investigación, del Washington Institute: «La cooperación militar entre Rusia e Irán y el intercambio de tecnología de defensa plantean desafíos para la seguridad para los equipos estadounidense desplegados a socios globalmente, y requerirán una revisión de los planes militares estadounidenses existentes para diversas contingencias, incluido Oriente Próximo».