elecciones presidenciales en argentina

La nostálgica revolución liberal de Milei

'Liberal' en Argentina ha sido sinónimo histórico de un capitalismo primitivo y elitista, y de un ideario político conservador

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Los fans de Milei, en busca de una receta mágica en Argentina

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Eduardo de Miguel

Argentina, por fin, tiene algo más difícil de explicar que el peronismo: cómo es que un declarado libertario como Javier Milei (Buenos Aires, 1970) puede tener posibilidades de gobernar el país.

Y esta vez, son los propios argentinos los que se devanan los sesos ... tratando de entenderlo mientras se preparan para ir a votar en la primera vuelta de las presidenciales de este domingo.

En rigor, peronismo y liberalismo en Argentina son dos fenómenos íntimamente relacionados. No en vano Milei propone retornar a una Argentina pre-peronista, incluso pre democrática, aquella del país agroexportador de principios del siglo XX a la que llegaron millones de españoles y otros inmigrantes desde Europa.

Desde que el peronismo cerró esa etapa, hace ocho décadas, el liberalismo argentino se mimetizó con dictaduras y gobiernos más o menos conservadores (incluyendo el de Carlos Menem en la década de 1990). Sin embargo, cuando ese liberalismo compitió con su propio nombre quedó reducido en la urnas a una minoría política y de pensamiento. ¿Será distinto ahora?

'Liberal' en Argentina ha sido sinónimo histórico de un capitalismo primitivo y elitista, y de un ideario político conservador. En general, anti-popular, acartonado y jamás populista. ¿Entonces, por qué ahora Milei? ¿Por qué atrae tanto a jóvenes y a sectores pobres que antes fueron fieles al peronismo?

Una buena pista inicial nos la da un tercer actor, ni peronista ni liberal: el radical Raúl Alfonsín. En 1983, inspirado en la socialdemocracia europea, conquistó una mayoría inédita con una sencilla y profunda profesión de fe: «Con la democracia se come, se educa y se cura».

Cuatro décadas después, la evidente incapacidad y corrupción de la clase política y económica argentina para asegurar esas bases ha parido a Milei, un intolerante tertuliano «antisistema» que agita el dogma liberal económico más ortodoxo combinado con ideas sociales de lo más retrógradas.

Cuatro décadas después, la evidente incapacidad y corrupción de la clase política y económica argentina para asegurar esas bases ha parido a Milei, un intolerante tertuliano «antisistema»

Si el Estado democrático no logra promover el bienestar económico y social que se propuso Alfonsín, entonces que se haga a un lado: o al menos que no estorbe, ya que me ha abandonado en favor de la «casta» dirigente y clientelista, dice el votante mileísta.

Milei los invita a ir más allá: que el Estado, su banco central y hasta la propia moneda nacional desaparezcan a golpes de motosierra en el altar de la dolarización y de la competencia más feroz. Muchos jóvenes de clases acomodadas nacidos en democracia, sin la necesidad económica urgente en su horizonte, lo festejan especialmente. Pero coetáneos sin recursos también.

Relatos

El diario 'La Nación' publicó un estudio impactante: el 72% de argentinos se declara «poco o nada satisfechos» con el funcionamiento de la democracia y el 50% está de acuerdo con la frase «no me importaría que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve los problemas de la gente».

La cuña paleo-libertaria de Milei se ha metido en una grieta de más de una década de estancamiento económico, un 138,3% de inflación anual y 40% de pobreza tras gobiernos sucesivos de peronistas, derechistas y peronistas. Un cambio de fondo está en el aire, pero ¿por qué con esas ideas? ¿Es nueva la «revolución liberal» que anuncia?

El 72% de argentinos se declara «poco o nada satisfechos» con el funcionamiento de la democracia

Hasta la aparición de Milei, el liberalismo sólo tuvo un candidato presidencial 'puro', Alvaro Alsogaray, un ingeniero militar y economista -entonces exótico- divulgador de Friedrich von Hayek y su escuela austríaca que obtuvo 2% de los votos en 1973, en el retorno desde el exilio español de Juan Domingo Perón, y un máximo de 7% en 1989, en medio de una hiperinflación.

Es que el 'liberalismo' en Argentina ha sido económico, no político y casi siempre, poco democrático. Sus ideas económicas han servido a dictaduras y gobiernos empeñados en la tarea imposible de volver a la bonanza de la Argentina del 1900 con un sólo resultado: concentrar la riqueza pero sin lograr crecimiento ni sustentable ni equitativo.

Sin embargo, se le debe reconocer a ese liberalismo un éxito indiscutible, ya no económico sino cultural: mantener viva la nostalgia por aquel país del 1900, una época dorada que -en ese relato- el radicalismo primero y el peronismo después vinieron a arruinar. Milei vuelve a la carga con la narrativa, pero en un inédito modo de estrella de Tik Tok.

La historia no dice exactamente lo mismo. El modelo de la Argentina agroexportadora -y su inequidad- eran insostenibles, como lo desnudó la crisis de 1930. Tan agotado como quedó en 1970 el modelo de sustitución de importaciones en el que se fundó el peronismo y que consolidó hasta allí -en medio de golpes militares y algunas crisis de divisas- un país de clase media otra vez pujante, pero homogéneo y más moderno. La Argentina de Mafalda.

La última dictadura (1976-83) levantó otra vez las banderas del liberalismo más ortodoxo, de apertura y desregulación total, pero sólo logró inocular un virus que persiste: endeudamiento y especulación. El liberalismo local, con la táctica del «entrismo», ensayó con Menem un país de «capitalismo popular» que también terminó mal.

Milei, un profesor de economía y asesor de corporaciones desconocido hasta que frecuentó tertulias de televisión y llegó a diputado en 2021, es un heredero perfecto de esa matriz de pensamiento 'financiarista', en una sociedad empobrecida que vive pendiente de la cotización del dólar sin animarse a consensuar de una vez un modelo productivo.

Radicales y peronistas pugnaron por un país industrial y desarrollado, diferente del puramente agroexportador. Pero esa ambición demanda tantas divisas para crecer que, sin acuerdos nacionales de largo plazo y salvo bonanzas exportadoras como las de los años 2000 que administraron los Kirchner con muchos errores de toda clase, termina cíclicamente con el país endeudado y en default. Como en 2019.

Un Joker argentino

Milei viene a explotar la nostalgia por el pasado de una Argentina del 1900 supuestamente rica y comprobadamente desigual, excluyente de mayorías que ni llegaban a conocer la opulencia de la arquitectura europea de Buenos Aires, financiada por latifundistas.

Su grito de «Viva la libertad, carajo» suena maravilloso para muchos liberales de alcurnia, aunque la mayoría de sus votantes ignoran lo más básico de sus ideas y admiran su rupturismo: tirar del mantel de una mesa de la democracia de la que se sirven cada vez menos.

Profeta sudamericano del libertario Murray Rothbard, Milei está lejos de ser el continuador de los líderes inspirados en el liberalismo europeo y estadounidense que construyeron una primera versión de un país organizado creando ciudades enteras… con las arcas del Estado.

Padres fundadores como Juan Bautista Alberdi o Domingo Faustino Sarmiento se escandalizarían al escuchar de Milei: «Entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite».

Con los métodos populistas de otros líderes derechistas modernos, este «Joker» argentino idealiza y edulcora un pasado anterior al del Estado de bienestar peronista, o incluso al democratizador radical, para canalizar más fácilmente genuinas pero resentidas demandas de cambio.

Como resumió el historiador del peronismo Alejandro Horowicz, «Milei no es la tragedia, es el emergente de la tragedia»

La corrupción e impericia de la dirigencia política -y económica, 'empresaurios', les llama- le abrieron el camino, aunque por ahora dos tercios del electorado le han dicho no a su versión de «defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada».

Como resumió el historiador del peronismo Alejandro Horowicz, «Milei no es la tragedia, es el emergente de la tragedia». La tragedia de que una democracia no consiga ni educar, ni curar ni dar de comer, y siga sin encontrar un nuevo modelo de desarrollo, lo único que puede evitar a la Argentina otra recaída de la que será difícil levantarse.

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