El Doctor Milagro lucha por curar las heridas de la República Democrática del Congo

El nombre de uno de los candidatos brilla con luz propia: Denis Mukwege (Bukavu, 1955), médico ginecólogo y defensor de los derechos humanos, galardonado en 2018 con el Premio Nobel de la Paz junto con la activista iraquí Nadia Murad.

El país africano celebró sus últimos comicios presidenciales el 30 de diciembre de 2018 después de dos años de retraso. Las elecciones estaban inicialmente planificadas para diciembre de 2016, cuando expiraba el segundo y último mandato de Joseph Kabila, que gobernaba desde 2001, pero la CENI las pospuso desde entonces por «problemas técnicos».

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Los comicios de 2018 fueron calificados de históricos por ser la primera vez en 17 años que Kabila no se presentaba como candidato, tras acatar el límite constitucional, y fueron ganados por el actual presidente del país, el entonces opositor Félix Tshisekedi (Léopoldville, 1963).

En la RDC hay un total de 910 partidos políticos. En la campaña de estas nuevas elecciones -donde hay 24 candidaturas- figuran dos mujeres como candidatas: Marie-Josée Ifoku, presidenta de la Alianza de Estados para un Nuevo Congo (AENC), y Joëlle Bile Batali, candidata independiente. Además del actual presidente Tshisekedi, de la Unión para la Democracia y el Progreso Social (UDPS), en el poder desde 2019, la lista de los candidatos más relevantes la componen Moïse Katumbi, del partido Juntos por la República; el popular Martin Fayulu, de Compromiso por la Ciudadanía y el Desarrollo, y el doctor Denis Mukwege, candidato independiente con una gran popularidad especialmente fuera de país.

Hace unas semanas los representantes de los principales candidatos a la presidencia se reunieron en Pretoria, la capital sudafricana, para negociar sobre la posibilidad de presentar un candidato único para la oposición. Por el momento han llegado a un acuerdo de coalición llamada 'Congo ya makasi' (Congo fuerte, en lingala), Katumbi, Mukwege, Matata Ponyo y Delly Sesanga. Habrá que esperar a la cita electoral para saber qué impacto mediático y entre la población tendrá esa propuesta.

Dicho esto, ¿quién es exactamente Denis Mukwege?

Mukwege -conocido como el Doctor Milagro- es un hombre tenaz, cercano, humilde y muy bien preparado. En sus apariciones públicas ha dicho alto y claro que quiere cambiar la historia del Congo. Nació hace 68 años en lo que antes era el Congo Belga. Estudió Medicina en Buyumbura (Burundi) antes de especializarse en Ginecología en Angers (Francia). En 2008 recibió el Premio Olof Palme y el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en 2014 gana el Premio Sárajov y en 2018 recibe, como queda dicho, el Nobel de la Paz.

En su autobiografía 'Un manifiesto por la vida', Mukwege explica que en sus primeros años como médico descubrió que muchas mujeres embarazadas de su país no recibían atención prenatal, lo que hacía que un elevado número de gestaciones terminaran mal. Así nació su vocación como ginecólogo y decidió viajar a Francia para estudiar Obstetricia. A su vuelta, decidió dedicarse en cuerpo y alma en ayudar a las mujeres desprotegidas. Concretamente a miles de mujeres que habían sido objeto de violencia sexual por parte de guerrilleros y terroristas.

Para sanar estas heridas decide fundar el Hospital de Panzi en Bukavu, en el noreste del país, un lugar muy peligroso por la fuerte actividad de milicias dedicadas a violar y realizar mutilaciones genitales a mujeres como arma de guerra. De esta forma, Mukwege decide ayudar a todas estas mujeres congoleñas víctimas de la violencia sexual. Su apoyo a la causa le ha puesto en el punto de mira de estos guerrilleros, que ya han intentado silenciarle (dicho de una manera eufemística) en varias ocasiones.

Conviene recordar que el Congo cuenta con cerca de 7 millones de personas que han sido desplazadas al interior del país por culpa de los enfrentamientos en Kivu del Norte, en el este del país, entre las fuerzas armadas del gobierno y el Movimiento 23 de marzo (M23) -compuesto básicamente por exsoldados del Ejército-, y de otros grupos armados.

Pero, en este contexto, ¿qué posibilidades tiene realmente Mukwege de salir elegido? ¿Es suficiente su popularidad en el este del país o haber ganado un Premio Nobel de la Paz?

Julián Gómez-Cambronero, responsable de @CongoActual y autor del libro '¿A quién le importa el Congo?', considera que Mukwege «es una persona muy popular entre ciertos sectores de la sociedad congoleña, pero que tiene peligrosos enemigos dentro y fuera del país. De hecho, ya intentaron asesinarlo y tuvo que marcharse, aunque luego volvió. Su denuncia de cómo funciona el Congo y de los crímenes cometidos, sobre todo por Ruanda durante la llamada Guerra Mundial Africana, le hacen ganarse los odios de personas que, ya digo, es mejor no tener en contra».

Gómez-Cambronero agrega que «hay que partir de la base de que ninguno de los grandes candidatos busca el bien general sino el propio -o primero el propio y luego ya veremos-. Ser político en la RDC es un gran negocio, desde ser parlamentario -y cobrar el triple que un parlamentario en nuestro país- hasta los sueldos y prebendas de los grandes cargos, incluido el presidente. Por no hablar de los privilegios cuando pasas a ser ex. Creo que Mukwege sí hace esto por su gente y su país, como lleva haciendo toda la vida. Pero lo suyo es como nadar entre tiburones: lo tiene crudo, diría yo. Aunque en la RDC nunca se sabe».

Para Nicole Ndongala, directora congoleña de Asociación Karibu, «Mukwege podría servir para unificar y lograr esa paz que estamos buscando en el país, pero el problema es que le conoce poca gente. Su Nobel sonó mucho a nivel europeo, pero no en la RDC, donde hay más de 20 regiones». Ndongala explica que «algunos consideran a Mukwege como el candidato de Occidente; lo que ahora necesitamos es un candidato que acabe con el derramamiento de sangre y la inseguridad que vive nuestro país. No queremos un presidente que no respete los derechos humanos».

Lwanga Kakule, periodista congoleño, explica desde Kinshasa que el doctor «goza de buena reputación moral y muchos creen que su candidatura es una oportunidad para cambiar nuestro rico país, donde una gran mayoría de la población vive en la pobreza. Sin embargo, Mukwege es un novato en política. No pertenece a ningún partido político y se ha presentado como candidato independiente. En el contexto político actual en RDC, es casi imposible ganar las elecciones sin hacer coalición con otras personas u otros partidos».

Para Kakule, «en general, los congoleños no tienen confianza en la política ni en los políticos. Por eso, algunos no están de acuerdo en que el doctor entre en esta arena. Por el contrario, otros opinan que este es el comienzo de una carrera política y que, si él pierde, al menos habrá metido la cabeza para que su nombre empiece a sonar».

«Suponiendo que el doctor Mukwege hubiera sido designado como candidato único por parte de la oposición, muchos creen que tampoco ganaría porque el presidente saliente organiza estas elecciones para ganarlas», concluye Kakule.

Según explica Alfonso Armada, periodista especializado en el continente africano y director de la revista digital fronterad, «la República Democrática del Congo (el Zaire de Mobutu Sese Seko) es uno de los más tristes ejemplos de la maldición de las riquezas. Bendecido con un subsuelo calificado de escándalo geológico, la codicia occidental que inauguró el rey Leopoldo II de Bélgica (y que tuvo su correlato en 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad), que consideraba aquella gigantesca colonia africana como su finca particular, fue el arranque de tres siglos pródigos en desgracias».

Armada comenta que «el asesinato de Patrice Lumumba, al filo de la independencia, representó el peor comienzo posible. Mobutu supo convertirse en el aliado indispensable de Occidente, que hizo caso omiso de su cleptomanía a costa de su pueblo mientras las multinacionales se aplicaban a un saqueo sistemático».

Concluye este periodista con una oscura mirada al futuro: «La democracia sigue sin echar raíces en un país desestructurado, con el Gobierno de Kinshasa ensimismado en la corrupción, lejos del conflicto que sigue azotando el este del país, donde la riqueza minera es también explotada por sus vecinos, especialmente Ruanda. La misión de la ONU en el país se ha revelado inoperante, y cada ciclo electoral se ve incapaz de acabar con los malos hábitos del pasado».