Doce hombres y mujeres sin piedad: la suerte de Trump está en sus manos

Después de semanas de presentación de pruebas en el juicio contra Trump, el protagonismo recae ahora en los ciudadanos. «Ustedes son los jueces de los hechos, ustedes son responsables de decidir sobre si el acusado es o no culpable», les dijo el juez que supervisa el caso, Juan Merchan, antes de que comenzara la deliberación.

Fue durante una vista clave para el veredicto, después de que las partes acabaran en la víspera sus intervenciones con los alegatos finales. El juez detalló al jurado sus instrucciones, negociadas con fiereza por las partes, en las que se delimita a los doce ciudadanos cuál es el ámbito de su decisión, qué leyes aplican y qué deben tener en cuenta.

Sus opiniones sobre Trump, su persona, su presidencia, «deben quedar al margen», les advirtió antes de ofrecerles una clase comprimida y llana de derecho penal: cómo se pueden inferir conductas ante pruebas -si uno ve la acera mojada por la mañana, puede inferir que ha llovido durante la noche-, cuál es el concepto de «duda razonable» -lo que pueden utilizar para declarar a Trump no culpable-, cómo se maneja la credibilidad o la falta de ella en la declaración de un testigo -sin duda, en referencia a Michael Cohen, el que fuera muñidor de Trump, pieza central de la acusación-, la diferencia entre intención y motivo y, sobre todo, cuáles son los cargos sobre los que deben decidir.

Es un armazón legal complejo, construido en varias capas de criminalidad, que el juez trató de aclarar. La fiscalía imputó a Trump 34 cargos por falsificación de documentos financieros relacionados con los pagos a una actriz porno para silenciar, poco antes de las elecciones de 2016, una relación extramatrimonial con el multimillonario neoyorquino. Esos cargos son en primer grado -lo que les convierten en delito- por estar relacionados con la intención de cometer otra conducta criminal, la promoción de un candidato electoral «de manera ilegal». Según la fiscalía, fue una conspiración para evitar que los votantes conocieran información perjudicial sobre Trump con delitos como la contribución electoral ilegal.

El expresidente tuvo que acudir, como cada día, al juzgado y escuchar a Merchan dar estas explicaciones. En cuanto el jurado comenzó su deliberación, Trump salió furibundo de la sala del juicio y repitió sus acusaciones habituales de «corrupto» contra Merchan y clamó que «ni siquiera la Madre Teresa podría salir inocente de esos cargos».

Abajo, en la calle, decenas de sus seguidores gritaban consignas a favor del expresidente, insultaban a la prensa y criticaban la «injusticia» del procedimiento. La temperatura en las inmediaciones de los juzgados ha subido con el inicio de la deliberación y se espera mucha más gente para cuando haya veredicto.

Esa decisión solo está ahora en manos de los jurados, que se encerraron para comenzar su deliberación. Estarán recluidos en una sala, sin acceso a móvil ni a otros aparatos electrónicos, durante horas cada día hasta que alcancen un veredicto. Si tienen alguna duda o necesitan información adicional, pueden mandar una nota al juez, pero no volverán a ver al magistrado ni a las partes hasta que lleguen a una decisión final.

Entre ellos hay un presidente del jurado, el primero de los ciudadanos en ser elegido para juzgar a Trump, que tendrá un papel en el impulso de la deliberación, pero cuya voz tiene el mismo valor que la del resto de miembros.

Mientras deliberan, lo que este miércoles estaba previsto que hicieran hasta las cuatro y media de la tarde, Trump debe permanecer dentro del juzgado, a la espera de que lleguen a un veredicto que puede ocurrir en cualquier momento. A veces se tardan horas, a veces se tardan días, incluso semanas, si les cuesta alcanzar un veredicto unánime para cada cargo. Si no lo consiguen, tendrán que informar de ello al juez, que les insistirá en que sigan con sus deliberaciones para alcanzar la unanimidad. Si aún así no lo logran, se producirá el resultado que sueñan Trump y sus abogados: un jurado bloqueado y, por tanto, un juicio nulo. En ese caso, la fiscalía debería decidir si empezar el procedimiento desde el principio, aunque el caso quedaría tocado de muerte. Trump lograría su victoria: llegar a las elecciones de noviembre sin la mancha de ser un convicto, pese al asedio judicial al que está sometido desde e año pasado.