Dar paz o dar armas: China medita su intervención en Ucrania
UCRANIA, UN AÑO DE GUERRA
El régimen ha mantenido una equidistancia que esconde un apoyo implícito a Rusia, pero el enquistamiento de la guerra podría provocar una nueva respuesta que marcará el curso del mundo
Austria abre el debate sobre su neutralidad tras la amenaza de Putin
Testigo de una guerra por la supervivencia de Ucrania
Vladímir Putin mantiene un encuentro con su homólogo chino, Xi Jinping, a través de videoconferencia
Un año después, la invasión rusa de Ucrania continúa, aunque transformada en guerra irresoluble. He ahí una noticia entonces fantasiosa y, por ende, una victoria para los de Zelenski. Desde aquel fatídico 24 de febrero mucho ha cambiado para que todo permanezca igual. Un año ... después, asimismo, China sigue representando la grieta que puede resquebrajar el mundo arrojando, dependiendo de por dónde rompa, una geopolítica de bloques con las cuatro primeras potencias militares enfrentadas dos contra dos o un Putin marginado. El régimen podría estar a punto de escorarse hacia cualquiera de las dos direcciones: trayendo armas o trayendo –un proceso de– paz.
La incógnita –quizá el pecado– original queda clavada en aquella reunión personal que Xi y Putin mantuvieron en Pekín durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, con los rumores del ataque hechos ya gritos, en la que ambos proclamaron una «amistad sin límites». La cita deportiva acabó y, a modo de colofón, tanques rusos irrumpieron en Ucrania. El líder chino quedó así retratado como cómplice por confidente o, por el contrario, víctima de un engaño. La ausencia de un plan para evacuar la Embajada china en Kiev, entre otros indicios, sugiere esta última estampa.
«El estallido de la guerra y cómo Rusia dejó en evidencia a China ya no es algo tan relevante en la actualidad. Para los chinos, Rusia ha recibido una lección mediante su fracaso en el campo de batalla. Cómo Putin ocultó información a Xi antes de la guerra ya no colorea su percepción y gestión [de los acontecimientos]», explica Yun Sun, directora del programa sobre China del laboratorio de ideas estadounidense Stimson Center.
Alevosías aparte, el régimen ha tratado de equilibrar intereses contradictorios en pos de una engañosa equidistancia, fachada para un apoyo implícito. Organismos y medios oficiales cacarean buena parte del argumentario del Kremlin, incidiendo en la responsabilidad de Estados Unidos y la OTAN mientras rehúyen el empleo de términos como 'guerra' o 'invasión'. Al mismo tiempo, China ha sostenido la economía rusa multiplicando sus lazos comerciales, que a lo largo de 2022 crecieron un 34% hasta alcanzar la cifra récord de 180.000 millones de euros. En el terreno personal, Xi todavía no ha dirigido la palabra a Zelenski.
Ayudar a no perder
China no puede dejar caer al país con el que comparte frente común ante Occidente –que no una «alianza», como acostumbran a recordar sus mandatarios–, pero tampoco sacrificar su relación con el mundo a causa de un conflicto en esencia ajeno. De ahí la cautela para no vulnerar las sanciones internacionales. Esta necesidad resulta particularmente acuciante ahora, cuando tras el aislamiento y posterior colapso de la política de Covid-cero su economía registra los peores resultados en medio siglo.
La ofensiva rusa, además, contradice uno de sus principios fundamentales en materia de política exterior: la integridad territorial. Los referéndums en territorios ocupados bien podrían suponer un incómodo bumerán taiwanés. China, de hecho, ni siquiera reconoce la anexión de Crimea. «A China no le interesa una derrota total de Rusia, pero eso no quiere decir que China vaya a hacer cualquier cosa para ayudar a Rusia a ganar la guerra. Hay una diferencia entre ayudar a Rusia a ganar y prevenir que Rusia pierda del todo», sentencia Yun.
Los esfuerzos de Occidente por involucrar a Xi en la resolución del conflicto solo han logrado colocarle en el bando de Pitita Ridruejo, el de «mucha gente a la que no le conviene que llegue el Apocalipsis», arrancando de sus labios un mísero rechazo al empleo de armas nucleares. Su implicación, sin embargo, podría experimentar un cambio inminente.
Durante su intervención en la Cumbre de Seguridad de Múnich, Wang Yi, jefe de la diplomacia china, adelantó que el país desvelaría este viernes, primer aniversario de la guerra, una iniciativa de paz. Los rumores, iniciados por el ministro de Exteriores italiano Antonio Tajani, apuntan que el propio Xi podría encargarse de hacerlo por medio de un discurso oficial.
Paz sínica
«Este enfoque encaja con la narrativa que los representantes chinos han estado tejiendo durante los últimos meses en Europa, según la cual China está harta de la guerra y del aventurismo de Putin, y utilizará su influencia económica para llevarlo a la mesa de negociación», apuntaba Arthur Kroeber, analista de Gavekal Economics, en un informe reciente. «Un problema con este relato es que los objetivos de Ucrania y Rusia siguen estando tan alejados que es complicado dotar de una base a las conversaciones de paz. Otro, que la credibilidad de China como intermediario está manchada por el evidente sesgo prorruso de su supuesta neutralidad».
No en vano Wang, a la conclusión de su gira europea, puso rumbo a Moscú para departir con Putin. «En el contexto de una situación muy compleja y volátil, las relaciones entre China y Rusia han resistido la presión de la comunidad internacional y avanzan de manera constante», aseguró el recién llegado ante la sonrisa del líder ruso. «También debemos enfatizar que nuestras relaciones (...), por supuesto, no están sujetas a presiones por parte de terceros países».
A la vez, el presidente de uno de esos «terceros países», Joe Biden, aparecía por sorpresa en Kiev. Su visita produjo una imagen dual que erosiona la apariencia de imparcialidad china. Esta quedaría hecha añicos si es cierto, tal y como expresó el Secretario de Estado Antony Blinken, que el régimen «está considerando aprovisionar a Rusia con material letal». El Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, advirtió que se trata de una «línea roja». China, por su parte, ha negado dichos planes.
Kroeber condensa los «objetivos gemelos» de China en «mantener un firme alineamiento estratégico con Rusia» y, a la vez, «unos vínculos económicos provechosos con EE.UU. y Europa». «Este equilibrio resulta cada vez más precario y quedará claramente roto si Xi decide enviar equipamiento militar a Rusia, por eso es improbable que lo haga. Pero incluso la ausencia de apoyo militar directo puede volverse irrelevante si, dentro de seis meses o un año, queda claro que solo China (...) sostiene el empeño guerrero de Rusia». Un año después, la respuesta de China en un sentido u otro marcará el curso del mundo. Tampoco eso ha cambiado.