«No creemos en las elecciones»: EE.UU. vuelve a las urnas con su democracia bajo amenaza
elecciones legislativas en EE.UU.
Este martes acude a votar un país polarizado, dividido, en el que una parte importante cree que hubo robo electoral hace dos años, y otra parte le mira como si estuviera loco
El país va a las urnas en un referéndum a Biden y bajo la sombra de la inflación
¿Qué se juega realmente Estados Unidos en estas elecciones de medio mandato?, de Pedro Rodríguez

Una raja recorre la Campana de la Libertad, uno de los símbolos de la democracia de EE.UU. Está en Filadelfia, la cuna del país, y la leyenda establece que se hizo sonar en anuncio de la independencia frente a la metrópolis británica, el ... 4 de julio de 1776.
La grieta se produjo a mediados del siglo XIX y la campana se dejó de utilizar, convertida en tótem del experimento democrático americano y de la libertad. Se exhibe en un pabellón acristalado, enfrente del Independence Hall, donde se debatieron y adoptaron la Declaración de Independencia y la Constitución de EE.UU.
Este martes EE.UU. acude a las urnas y esa raja se percibe menos como emblema de la persistencia de la democracia más vieja y estable del mundo y más como encarnación del momento que sufre: un país polarizado, dividido, en el que una parte importante cree que hubo robo electoral hace dos años y otra parte le mira como si estuviera loco; conmocionado todavía por el asalto violento al Capitolio en enero de 2021, con un aumento rampante de la desconfianza en las instituciones, con candidatos dispuestos a no reconocer otro resultado que no sea su victoria, todo salpicado de desinformación, de amenazas de violencia y con alusiones a una guerra civil.
«Están tratando de acabar con nuestra democracia, las elecciones fueron justas y no hubo trampa», dice Terry Stalnaker, delante del que fue el primer Congreso de EE.UU. un edificio modesto de ladrillo rojo. Se refiere a las acusaciones de robo electoral -sin soporte de los tribunales- que repiten Donald Trump y sus aliados desde hace dos años.
Congraciarse
Stalnaker vive en un estado muy republicano, Virginia Occidental. La mayoría de sus amigos y vecinos siguen la mentira del robo electoral, consolidada por muchos candidatos republicanos para no perder el favor de Trump, la figura más popular del partido. «Los políticos no se lo creen», dice sobre la idea de que Trump fue el ganador legítimo. «Pero lo dicen para congraciarse con una base electoral que necesitan».
«No veo la manera de que este país vaya a sanar de todo esto», dice su acompañante, Eric Riggleman, sobre el ambiente cada vez más divido. «Va a ser necesario que la gente acepte la realidad. Pero es imposible, nadie se mueve de un bando y es difícil incluso hablar».
Desde un estado muy demócrata, Washington, ha llegado Emily Lincoln para visitar la campana. Tampoco es optimista. «Siento miedo por el futuro de nuestra democracia. No parece segura ni estable», dice. «Con Trump se ha normalizado la ideología tóxica. Han desaparecido la conversación cooperativa, el respeto mutuo, el decoro. Las posiciones moderadas están en desbandada».
«Siento miedo por el futuro de nuestra democracia. No parece segura ni estable»
Emily Lincoln
Con la cercanía de las elecciones, la tensión se ha disparado. Más de la mitad de los candidatos republicanos al Congreso y a cargos estatales no reconoce los resultados de 2020. En algunos estados hay milicias armadas en los colegios electorales para defender la 'integridad electoral'. Se interponen demandas en varios estados clave para invalidar miles de votos enviados por correo. En las elecciones más disputadas, aguardan recuentos largos que darán lugar a protestas, acusaciones de amaño, y, quizá en repetición de 2020, violencia.
Cerca de allí, Al Schmidt sabe a la perfección qué podría pasar a partir de mañana. Porque él lo vivió en persona hace dos años.
«Nos amenazaron de muerte a mí y a mis hijos. Tuve la suerte de que la policía de Filadelfia se preocupó de cuidar a mi familia», dice a este periódico Schmidt, que fue uno de los tres comisarios del Consejo Electoral del Condado de Filadelfia que supervisó el recuento en las elecciones de 2020.
«Nos amenazaron de muerte a mí y a mis hijos. Tuve la suerte de que la policía de Filadelfia se preocupó de cuidar a mi familia»
Al Schmidt
«No hemos visto el final de todo esto», pronostica Schmidt, un republicano al que Trump atacó de forma directa en 2020 por permitir que el recuento avanzara en su condado, que fue clave para la victoria de Biden en Pensilvania. «Lo más preocupante es que hay candidatos en esta elección que amenazan con no querer certificar resultados electorales», asegura.
Es el panorama oscuro que se abre en estas elecciones para 2024: se juega la supervisión electoral en estados claves en unas presidenciales en las que, ya apenas caben dudas, Trump buscará la reelección.
El mantra 'trumpista'
En Arizona, Michigan o Nevada -estados clave- los candidatos republicanos a secretario de estado -que es el supervisor electoral- siguen el mantra 'trumpista' del robo electoral. En Pensilvania -el más grande de los estados clave- esa responsabilidad recaerá en el gobernador, que es quien elige al secretario de estado.
El candidato republicano aquí es Doug Mastriano, un aliado férreo de Trump que estuvo en las inmediaciones del Capitolio en el asalto del año pasado. Celebra uno de sus mítines en York, una localidad rural, con carreteras entre maizales secados por el otoño y silos oxidados, que hacen juego con el cambio de hoja. Nada que ver con Filadelfia y sus suburbios.
«No creemos en esta elección, van a hacer todo lo posible para volver a hacer trampa», dice Steven Bard, un veterano del ejército que ha venido a ver al candidato. «Hay toneladas de pruebas del fraude», insiste Nick Snellbaker, un joven votante republicano, aunque los tribunales hayan opinado lo contrario.
Pensilvania y EE.UU. son, cada vez más, dos frentes distanciados. La elección y su resaca lo volverá a poner de manifiesto, con la sombra del inminente anuncio de candidatura presidencial de quien mejor ha navegado esa polarización: Trump.
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