Una cinta amarilla de 11 kilómetros y 600 silbatos para encontrar a los niños perdidos en la selva colombiana
Cuarenta indígenas, 120 militares, incluidos dos grupos élite del Comando de Fuerzas Especiales del Ejército, siguen la búsqueda y no pierden la esperanza de encontrar con vida a los hermanos Mucutuy
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Corresponsal en Bogotá
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Iniciar sesiónLa noticia se ha ido perdiendo por entre la selva de escándalos políticos y otros eventos que produce Colombia cada semana. Pero en las selvas del Caquetá, en especial, sigue muy viva para los 40 indígenas que los buscan y los 120 militares, incluidos ... dos grupos élite del Comando de Fuerzas Especiales del Ejército, quienes no pierden la esperanza de encontrar con vida a los hermanos Mucutuy, desaparecidos en la región tras el accidente aéreo del pasado 30 de abril, en el departamento del Caquetá, región selvática de la amazonia colombiana.
La estrategia para dar con su paradero se ha ido sofisticando con los días. Actualmente, por la selva verde y húmeda se extiende una cinta amarilla plástica y brillante, una especie de línea de vida que serpentea 11 kilómetros por la selva para que, de encontrarla, los niños puedan seguirla y llegar hasta los comandos especiales que los buscan. Además, por el camino, especialmente en las cañadas, tanto los grupos indígenas que los buscan, como los militares, han ido dejando 600 silbatos que les permitirían hacerse oír en medio de la selva. De noche, puntos de luz y emisión de mensajes ya en tierra –no desde un helicóptero- pidiéndoles en su lengua que se detengan, dejen de caminar para poderlos ubicar, hacen parte de la estrategia.
La más reciente huella de su trasegar fue encontrada a poco más de tres kilómetros al norte del punto donde se accidentó la nave. Se sabe que están descalzos, que hicieron un rústico cobertizo y que han consumido frutos de la selva y al menos uno de los paquetes de comida de los cientos que les han lanzado –galletas, chocolatinas y la harina de yuca no están- y se deduce que siguen con vida por un motivo sencillo y contundente: sus cuerpos no aparecen por ningún lado.
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Así, las esperanzas siguen vivas a pesar de las condiciones diarias, con un promedio de 16 horas de lluvia, el rigor de los insectos de la selva y de otros depredadores, el agotamiento físico y emocional por la búsqueda. Precisamente, el grupo del ejército fue relevado la semana pasada para darle descanso, rotación mensual que seguirá en pie hasta que los menores aparezcan. Y Ulises, el perro que encontró los rastros iniciales, también fue sacado del lugar pues recibió tantas picaduras de mosquitos que se enfermó. Hay otro perro rastreador, que se perdió en la manigua hace días y hay quienes dicen que anda con los niños pues se han visto sus huellas también. Pero nadie confirma que eso sea así; todos saben que la selva también produce alucinaciones.
El accidente
Aunque hoy poco se sabe de los niños, lo que ya está claro es que la avioneta en la que viajaban con su madre, entre otros pasajeros, tuvo fallos en un motor y que estas fueron reportadas a la torre de control. Según un informe preliminar de la Dirección Técnica de Investigación de Accidentes (AIA), la avioneta monomotor Cessna U206G tuvo fallos en un motor, perdió altura, se recuperó y volvió a fallar, por lo cual el piloto anuncia que va a buscar un río, pero en el proceso el avión golpea árboles altos y pierde la planta motriz, por lo cual no puede planear y aterrizar de emergencia. Quince días después de esta trágica comunicación, hallan los restos y a los tres adultos que viajaban, muertos. De los niños, pocos rastros.
Pero ni el comandante que lidera la operación por parte del ejército, general Pedro Sánchez, ni el abuelo de los niños Mucutuy, Fidencio Valencia, se dan por vencidos. Cada uno, en su angustia por dar con el paradero de Lesly (13 años), Soleiny (9 años), Tien (4 años) y el bebé Cristin, busca todos los apoyos posibles. «Estoy pidiendo a los indígenas de esta región, sobre todo a los de la parte tradicional, que si conocen de un espíritu y saben el idioma nos ayuden», a regresarlos con vida, dijo Valencia. Por su parte, el general Sánchez pidió refuerzo de los comandos especiales del ejército, especializados en acciones en la selva, los mismos que realizaron la Operación Jaque en 2008, que rescató a Ingrid Betancourt y a otros 14 secuestrados por la guerrilla de las FARC.
Hoy, la búsqueda está acotada a 20 kilómetros cuadrados, cerrando así el círculo sobre el área en la que creen aún pueden estar, pues es claro que no se han desplazado mucho en este mes. Pero, ¿por qué no los encuentran? Una de las dificultades es que la visibilidad en la selva, dado la densa vegetación y la humedad, no supera los 20 metros, no hay posibilidad de mirar a la distancia, sino prácticamente buscar paso a paso, como «una pulga en un tapete, con movimientos inesperados», explicó Sánchez. Inclusive, expertos de las fuerzas especiales piensan que se han cruzado con los niños, pero ese campo de visión tan corto y el constante movimiento dificulta el encuentro.
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